Al monstruo que recorre Europa hoy se lo conoce Petros Márkaris (Estambul, 1937) de arriba abajo. Sabe muy bien que esto tenía un guión y, como su detective y protagonista de sus libros, en esta ocasión de una trilogía sobre la crisis, conoce cuáles están siendo sus consecuencias. La segunda entrega, Liquidación final, que publica en España Tusquets, comienza con la viva imagen de lo que está siendo la crisis ahora en España y de lo que fue en el país en el que reside, Grecia, hace algún tiempo ya: los suicidios ante la desesperación económica.
Hace no demasiado, todo esto nos sonaría a novela negra, que es el género en el que se mueven Márkaris y su Kostas Jaritos, pero por desgracia la escena tremebunda con la que arranca su libro es hoy carne de telediario: suicidio colectivo de cuatro jubiladas que, primero, sufrieron un recorte en la pensión; después, tuvieron que buscar un médico privado para conseguir sus recetas, porque los de la pública estaban en huelga; y, finalmente, se quedaron sin medicinas, pues en la farmacia no se las despachaban porque la Seguridad Social les debía dinero.
Las cuatro señoras, se lee en la nota ficticia que reproduce Márkaris, eligieron morir al percatarse de que eran una carga "para el estado, para los médicos y para la sociedad entera". Helador. Quien tildó a este escritor de agorero sabe hoy que esto está pasando también aquí y más en Grecia, convertida hoy en un muerto viviente, en un cadáver a punto de ser arrojado a la morgue europea. "Qué más nos queda por ver", pregunta retóricamente un personaje al contemplar la estampa de las mujeres muertas. En un hotel de Madrid, de esos de recibidores en los que pasa la crisis, por los que pasean hombres con turbante y mujeres envueltas en pieles, Markaris responde: Aún queda, queda mucho.
De hecho, en el libro que ahora ve la luz hay que retrotraerse a un segundo estadío de la crisis: la vida se ha tornado más abrupta que en la primera novela pero aún no se palpa la desesperación generalizada que hoy existe en Grecia. La cita que abre el libro reza: "Grecia es un enorme manicomio". La pronunció el político Konstantinos Karamanlís, tío del ex primer ministro griego, que también gobernó el país, pero en los 70. Márkaris la explica:
- Karamanlís llegó al poder en 1975, fue el primer ministro tras la caída de la dictadura. Aunque era un político de derechas, intentó darle al país su primera constitución democrática, abolió la pena de muerte e integró a Grecia en el mercado económico europeo. Nunca le voté pero era un tipo muy listo. Al final de su mandato estaba tan desesperado con la resistencia a su política que acabó pronunciando esa frase. Hoy, más que un manicomio, Grecia es un país desesperado por encima de todas las cosas. Los griegos estamos enloqueciendo porque todo está cambiando radicalmente. En los 70 no, pero hoy sí hay motivos para la locura. Las señoras que se suicidan al comienzo del libro sufren lo que está pasando también en España: los recortes primero fueron al estado de bienestar, luego a la educación y finalmente a la cultura. Este es el procedimiento estándar, también en Alemania. Y Grecia empeora cada vez más, cada 15 días hay farmacias que no pueden dar medicinas a los jubilados o a los trabajadores porque la Seguridad Social no les reingresa el dinero de las recetas.
Cuando se lee a Márkaris, cuya escritura, por lo gráfico, es deudora del cine (no en vano fue guionista de Angelopoulos), el lector tiene la sensación de asistir a un documental rodado en tiempo real. Ha tenido la valentía de hacer literatura del presente, de escudriñar la crisis con el género negro como arma. En España, se le cuenta al escritor, casi nadie en narrativa ha tenido esa osadía. ¿Le están ayudando a él sus libros a explicarse lo que ha pasado y lo que está sucediendo hoy, tema que abordará en la casi culminada última parte de su trilogía?
- Intento hacer entender dos cosas a la gente. La primera es que viven una vida desesperada y que deben entender por qué sufren; y la segunda es que lo que los políticos les están diciendo no es la verdad. En el último libro de Kostas Jaritos, que actualmente estoy terminando, tampoco hay lugar para la esperanza, porque si tuviera que dar una perspectiva esperanzadora tendría que empezar una trilogía nueva. Y entonces, quizás, en el tercer libro de nueva saga, acabaría encontrando algo de esperanza.
Si bien en la primera entrega Márkaris se centró en la perfidia de las grandes corporaciones bancarias y en cómo sus trampas empezaron a salpicar a los ciudadanos en el contexto de la Grecia preolímpica, en esta ocasión el libro otorga protagonismo a los individuos que de forma unilateral empezaron a sacar provecho de la crisis y de sus propios paisanos. Es más grave el asunto ahora, ¿no?
- Puede ser, creo que da esa impresión porque la vida en la segunda novela es más difícil que en la primera. Cuando escribí aquella, los griegos no estaban tan mal. La crisis se percibía pero en este libro Atenas es ya la ciudad oscura en la que se ha convertido hoy.
Y tan oscura, la narración es de una consternación y de un pesimismo que aquí todavía no somos capaces de imaginar, aunque nos va sonando. "Se desaconseja imitar los hechos narrados en esta novela", advierte el autor al comienzo. Márkaris asegura haber visto la viva imagen de Grecia en Sevilla el pasado mes de mayo, cuando se percató de la cantidad de gente que no tenía un techo bajo el que guarecerse. "España ya no está como Grecia hace cuatro años, está como Grecia hace 12 meses", sentencia tras haberse paseado por Madrid. Y en este mes de noviembre, ¿cómo está su país? ¿Qué imagen podría alegorizar la situación actual? Márkaris vuelve a helar cuando describe la pesadilla:
"Me despierto de madrugada, casi cada noche, entre las 3 y las 4 de la mañana, por un ruido terrible que oigo. Son inmigrantes rebuscando entre la basura para comer. Lo hacen por la noche para que no les vean los grupos de neonazis. Luego paran y vuelvo a dormirme, pero a las 6 me despierta el mismo ruido: son mis paisanos, los griegos, que aprovechan que las calles están desiertas, porque les da vergüenza buscar alimento en los contenedores.
Y a Kostas Jaritos, ese personaje chapado a la antigua, ralentizado y malhumorado, justo, perspicaz y comprometido que, se empeña en recordar, no es su alter ego sino los retales de varias personas conocidas. A él y a su familia, ¿Qué vida les espera?
- Jaritos ve a Atenas de la misma forma que yo. Mi hija me recuerda que se aburre de escucharnos las mismas bromas a los dos, pero somos diferentes. Su vida familiar es muy distinta a la mía, es mucho más parecida a la de mis padres. De hecho, su relación con su esposa es muy similar a la que tenían ellos. ¿Su futuro? Será más difícil en el siguiente libro, pero allí sucederá algo insólito. La esposa de Jaritos, Adrianí, la típica ama de casa griega y una mujer práctica que ya ha pasado por vicisitudes en la vida, reacciona y aprende a adaptarse.
- En el fondo, reaccionar es lo que nos queda.
- Sí, efectivamente, la gente tiene que aprender a reaccionar ante esta situación. Pero no de forma generalizada, cada grupo debe hacerlo a su manera. Adrianí no puede rebelarse de la misma manera que lo hace Katerina o la gente joven. Este será el tema principal de mi próximo libro. Si hay algo parecido a un mensaje esperanzador es que la gente va a llegar a un punto en el que sabrá que debe reaccionar.