Millán Salcedo.
Representa su espectáculo De verde en cuando en el Teatro de la Latina estas navidades
Pregunta.- A usted parece gustarle trabajar en Navidad... Si no es en la zarzuela Los sobrinos del capitán Grant, le vemos sobre las tablas con sus propios espectáculos. Por no hablar de los tiempos de Martes y Trece.
R.- Es cierto, en estas fechas tan señalizadas siempre me recuerdo muy activo, de aquí para allá, envuelto en confeti, matasuegras... Y la terrible espera después de nochevieja, cuando el día dos leíamos las críticas a nuestro programa. No las conocíamos hasta el día dos, que era cuando se publicaban los periódicos. Antes la información no fluía tan rápido como ahora, con los adelantos informáticos. Era una espera desesperada... Pero sí, es cierto, en navidad voy a tope, estoy eléctrico, como si me hubiera tragado la red de alumbrado público.
P.- ¿En nochevieja pone la tele antes de comerse las uvas?
R.- Sí, por supuesto, para opinar me gusta estar bien informado. Es una obligación que siempre me exijo. Y ahora que me he informatizado todavía estoy más atento. Intento verlo todo pero, como trabajé allí, sigo más Televisión Española.
P.-¿Y qué le parece lo que ve?
R.- Pues más que ver, lo que me sucede es que huelo a un cierto tufillo a nostalgia de Martes y Trece. Es algo que me emociona y como diría el Rey, me llena de orgullo y satisfacción. Es un poco más de lo mismo, de repetición de una fórmula. Es que inventar es jodido. Y más en el humor, con todos los maestros que nos han precedido.
P.-¿A qué maestros se refiere?
R.-¡Uf!, son tantos... Chaplin, los hermanos Marx, Buster Keaton, Tip y Coll, Gila, Tony Leblanc... Ellos ya lo inventaron todo. Lo que podemos hacer es aportar y citar siempre las fuentes, como estoy haciendo ahora. En estos tiempos hay muchos piratas, piratas del siglo XXI.
P.-¿Y qué aporta De verde en cuando con respecto a Yo me subí a un piano verde?
R.- Es una obra que se ha ido rodando a lo largo de los tres o cuatro años que llevo girando con Yo me subí a un piano verde. Lo que aporta es la actualidad, mi mirada y mi humor sobre ella, sobre la famosa prima de riesgo y todas esas cosas... Aunque también hay una mirada al pasado, a Martes y Trece, porque la línea de ellos está muy presente en el espectáculo. Es lo que le gusta a la gente, y lo que me sigue demandando. También las nuevas generaciones, que se van enganchando con el bendito Youtube. Y todo eso es gracias a que Martes y Trece supo desaparecer a tiempo. Además, aquel éxito me permite ahora ser más selectivo, hacer giras sin agobios, no tener que subirme al escenario hasta arriba de urbason...
P.-¿Es que alguna vez ha tenido que subirse así, "hasta arriba de urbason"?
R.- Pues claro, todos padecemos de afonía en algún momento, pero un actor de teatro no puede suspender una función de teatro. Te arriesgas a que te metan en pleitos. Y si la suspendes todos pensarán que es que la noche anterior estuviste de fiestas hasta las mil. Es el prejuicio que hay hacia los artistas en este país, de que somos unos informales, y esto y lo otro... Nuestra manía de etiquetar y de generalizar.
P.- Decía que en De verde en cuando entra al trapo de la actualidad. ¿Cómo vive el desastre en el que estamos?
R.- Pues es verdad que es un desastre, que vivimos una crisis de caballo, pero, joder, es que el que periodismo que se está haciendo es de un alarmista... Cualquier día de estos tengo la sensación de voy a un titular que diga algo así como: "No hay suficientes vacunas para la población". Es en esta época cuando los humoristas debemos estar ahí en primera línea de ataque, para animar a la tropa. Es ahora cuando nos toca.
P.-¿Podríamos decir que es una obra terapéutica entonces?
R.- Sí, bueno, yo defiendo esa expresión que se sólo se asocia a la tercera edad, terapia ocupacional, pero que ahora, con tanta gente en paro, creo que tiene más vigencia que nunca. Yo tengo 56 años y un montón de amigos que se han o los han jubilado, y se aburren, y se preguntan constantemente: "¿Y qué hago ahora?". Pues, chico, todo aquello que no pudiste o no te dejaron hacer. En la obra les doy algunos consejos. Con toda la modestia, porque yo no soy quién para dar consejos a nadie.
P.- Y también tiene toques biográficos, ¿no?, como guiños a sus padres...
R.- También es terapéutica para mí. Desempolvo algunos fantasmillas y complejos de mi infancia. Sacarlos en el escenario me libera. Mis padres se fueron pronto. Sobre todo mi padre, que murió cuando tenía siete años. Para sentirme acompañado en el escenario me los he llevado también de gira.
P.- Es cierto que parece haberse especializado en estos espectáculos en los que sólo le acompaña un músico, normalmente un pianista. ¿No echa de menos un partenaire ahí arriba?
R.- Cuando se separó Martes y Trece fue un periodo de crisis. La verdad es que no sabía muy bien por dónde tirar. Luego, cuando me di cuenta de que no tendría nunca un compañero tan bueno como Josema Yuste, decidí montármelo por mi cuenta. Y en ello estamos.