Álvaro García. Foto: El Mundo

Sumario: Lo mejor del año

Álvaro García, autor de Canción en blanco, define su libro como “un poema que se limita a mirar por el ojo de la cerradura, como si yo estuviera dentro y fuera de una habitación de hotel, dentro y fuera del habitar, dentro y fuera de la vida”. En realidad, el libro cierra una trilogía que comenzó con 'Caída' (2002) y 'El río del agua' (2005), publicados por Pre-Textos, “editorial que siempre ha creído en mí”. Luego estuvo 6 años sin publicar, “muy centrado en la reflexión de lo que en un ensayo he llamado 'Poesía sin estatua'”.

-Pero Canción es su obra más ambiciosa. -Trata de parecerse a la totalidad de lenguajes que vivimos en el amor, ya que el amor se parece tanto a la poesía. La poesía y el amor me parecen el centro de la vida y son lo que más en serio me he tomado siempre. Quizá ésa sea la ambición del poema: en vez de ceder a la tentación de lo más epidérmico o sentimental, preferí concentrarme y que el tríptico fuera trabajando una relación mía más exacta con el mundo. -Hace meses que publicó el libro: ¿ha cambiado su opinión sobre él? -Me es imposible no ver realidades de fondo. Primero, una edad: creo que en el poema se ve que no me importa tanto lo que sé como lo que no sé. Me parece un poema inocente y abierto en el que suenan lo mismo ráfagas de conciencia con cierta energía de totalidad que juegos en la penumbra de la orquesta. Pero me suena, sobre todo, a un amor. En el poema, un hombre y una mujer ven la invasión militar de un país en la tele de un cuarto de hotel, y el amor, al menos a cierta edad, lo menos que puede hacer es comprender un poco el mundo. -Sin embargo, no es un poema de amor al uso. -Es un poema de amor en el que no se dice “te quiero” ni nada por el estilo. En la poesía, como en la vida, me parece más importante hacer que decir. -¿Habrá que esperar otros seis años para leerle de nuevo? -Pues no sé. A partir de cierto momento, en la trayectoria de alguien que ha publicado, no hay nada más fácil que volver a publicar. Pero creo que la poesía, una de las pocas cosas que conceden aliento en el mundo, merece tiempo, reflexión, una experimentación sincera. Por lo demás, si hay suerte, la poesía se potencia con la relectura.