Silvia Marsó en un momento de Yerma. Foto: Luis Malibrán.
La actriz protagoniza 'Yerma', de Lorca, en el Teatro María Guerrero de Madrid hasta el 17 de febrero.
Pregunta.- ¿Cómo es trabajar con un director que domina tan bien a Lorca?
Respuesta.- Es un honor trabajar con Miguel Narros. No domina sólo a Lorca, es un referente en el mundo del teatro desde hace generaciones. En dos ocasiones me llamó para trabajar con él y no pude. A la tercera, al fin, ha ido la vencida.
P.- Narros ya había hecho Yerma, pero este montaje es diferente. ¿En qué se diferencia de otros que haya visto?
R.- Yo nunca he visto Yerma sobre un escenario. Ya hay una generación completa que no la ha visto porque es muy difícil y muy cara de llevar a escena, con un elenco de 25 personajes. Zaraute Producciones ha sido muy valiente, porque sólo ha contado con una pequeña coproducción del CDN. Para mí lo mejor de este montaje es la sencillez de la puesta en escena, que potencia el texto y la interpretación. Lorca no necesita más.
P.- Grandes actrices como Margarita Xirgu y Nuria Espert han interpretado a Yerma. ¿Pesa esa responsabilidad?
R.- Claro que me pesa. Siempre es un reto y un honor pertenecer a ese grupo de las seleccionadas para hacer una obra como ésta. Me siento una privilegiada.
P.- Yerma es un personaje complejo: lucha por liberarse de la opresión, pero a la vez está esclavizada por la obsesión de la maternidad.
R.- Más allá de eso, yo diría que es una mujer con un espíritu libre, vital, fuera de lo común; un ser puro aferrado a la tierra y a la naturaleza que no puede responder a su llamada, a su deseo de realizarse como ser humano, porque su padre, por codicia, truncó su verdadero destino casándola con un hombre al que no amaba. Eso provocó que su esencia como mujer no se pudiera encontrar con Víctor, a quien amaba de verdad.
P.- ¿Cómo ha trabajado el personaje, sobre qué elementos los ha construido?
R.- Sobre la verdad absoluta y la pureza. Es un personaje que nunca miente, no disimula, no calcula, no utiliza estrategias. Es directa, pura, limpia, transparente como el agua a la que siempre hace referencia Lorca. Era un arroyo vivo pero las circunstancias la convierten en un charco podrido de agua estancada. Experimenta una gran transformación y de ahí nace la dificultad de la obra.
P.- ¿Qué vigencia tiene la obra hoy? ¿Qué le dice al público actual?
R.- Varias cosas. Lorca utiliza la obsesión por la maternidad como objetivo no cumplido, pero detrás de eso, que es una mera anécdota, hay algo más profundo: la imposibilidad del ser humano de alcanzar aquello que desea y por lo que lucha. En ese sentido, la actualidad de la obra es total: hay toda una generación de jóvenes que está siendo yerma. Así como el destino de Yerma lo truncó el padre, un grupo de banqueros, por codicia, ha jugado con el dinero de todos y han provocado esta crisis que ha truncado el destino de la generación de jóvenes más preparada de la historia de nuestro país.
P.- Lo último que hizo fue Casa de muñecas. Parece que se está especializando en interpretar a mujeres fuertes que se rebelan contra la opresión de la sociedad que las rodea.
R.- Estas mujeres son heroínas a pesar de ellas mismas, porque no tienen ninguna ambición. El objetivo de Nora fue aprender a pensar por sí misma. Me parece un objetivo muy grande que parte de una gran humildad, de una sensación de pequeñez ante una sociedad que la ha anulado. En el caso de Yerma, la tragedia surge cuando lucha por su dignidad y su honra personal (no católica ni social) pero no puede cambiar su destino. No es una heroína por lo que consigue, sino por la reflexión que provoca en el público. Ocurre lo mismo con Doña Rosita la soltera. Las tres mujeres son muy distintas, pero a través de ellas el público se enriquece, y yo como actriz.