Ramón Tamames. Foto: JM Cadenas.
El economista y ex político acaba de publicar 'China, tercer milenio' (Planeta).
Pregunta.- ¿El mejor consejo que se le puede dar a un universitario español es "aprenda chino"?
Respuesta.- No necesariamente. El idioma es complicado y cuando se empieza a saber, mantenerlo y no olvidarlo es difícil. Para conocer China no es indispensable. Además, hay 100 millones de chinos aprendiendo inglés y un millón, español.
P.- ¿Va a desbancar China a Estados Unidos como potencia hegemónica?
R.- Desde el punto de vista económico es indudable, ya lo reconocen los propios estadounidenses. Desde el tecnológico, el proceso será más largo, pero el liderazgo en el siglo XXI está muy a favor de China. Esperemos que se democraticen y no pretendan una hegemonía mundial. Hay que llegar a un entendimiento.
P.- ¿Estados Unidos va a permitir ese relevo?
R.- No se hará a un lado así como así. Desde hace cuatro años ambos países mantienen una reunión semestral permanente. Lo estableció Henry Paulson [Secretario del Tesoro de EEUU durante el gobierno de George W. Bush] y es un factor importante para la comprensión mutua. Estados Unidos está reduciendo todos los gastos militares, excepto en el área del Pacífico, donde los está aumentando porque el futuro del poder mundial pasa por ahí. Del lado de Estados Unidos, el más partidario del entendimiento es Kissinger y de China, el nuevo presidente, Xi Jinping.
P.- ¿Hasta cuándo será sostenible el modelo mixto de política comunista más economía de mercado?
R.- Ya no existe la política comunista, sino un gran poder basado en la realpolitik. Desde 2001, el Partido Comunista Chino ya no es comunista, sino interclasista. Lo del socialismo de mercado es una ficción, es solamente mercado (intervenido, eso sí). Lo que necesita el PCCh es la quinta modernización, que consiste en la separación entre el Estado y el partido. Eso abrirá la vía a la democracia.
P.- ¿Y cuándo será eso?
R.- Ya ha empezado la cuenta atrás. Xi Jinping habla inglés y sus hijos estudian en EEUU. Sabe que China no puede seguir adelante si no hay cambios muy importantes. Creo que los veremos de aquí a diez años.
P.- ¿Cuáles son los mayores retos de China?
R.- Tiene retos muy importantes. Por ejemplo, la política de hijo único está creando condiciones de decadencia demográfica, así que durará poco más, cinco años como mucho. Ya hay experiencias piloto para dejar que las familias tengan los hijos que quieran en la provincia de Cantón. Muchos chinos emigran sólo para poder tener más hijos.
P.- ¿Van a seguir siendo la fábrica del mundo?
R.- Sí, pero cada vez pensando más en el valor añadido, en ofrecer la más alta tecnología y la más alta calidad. Le están poniendo freno a la industria siderúrgica porque prefieren exportar ordenadores antes que plancha laminada; máquinas y herramientas en vez de metalurgia simple; moda y no textiles baratos. El día de mañana entrarán en las industrias de lujo, ya están en esa tendencia, auspiciada por el Gobierno.
P.- En el libro cuenta cómo Alemania, con el acuerdo del Estado, los sindicatos y los empresarios, decidió resistirse a la externalización en China y gracias a eso ahora es el único país de la UE con balanza comercial positiva con el país asiático.
R.- Alemania ha conservado su capacidad industrial mientras que Estados Unidos ha dejado que su tejido industrial se desplome: han externalizado mucho el sector agroalimentario, la siderurgia, la química, todo. Crear empleo en esas condiciones es muy difícil.
P.- También habla del regreso de las corrientes filosófico-religiosas ante el vacío ideológico del comunismo chino.
R.- El confucianismo sigue subiendo como una doctrina tradicional que nunca se llegó a perder, es un legado del mandarinato y la burocracia centralista del imperio. Hasta Mao lo reconocía y ahora vuelve a florecer. Por otra parte, ya hay 100 millones de cristianos chinos, y también ha resurgido el budismo, con muchos adeptos más. Y el Estado ha perseguido a algunas sectas porque tenían ya más socios que el propio partido comunista. Al perderse la utopía de la sociedad igualitaria maoísta, la gente busca orientación por otras sendas, como todo el mundo. Mao quería hacer tábula rasa, pero si levantara la cabeza y viera que el idioma chino lo enseñan en el extranjero los institutos confucianistas se volvería para la tumba.
P.- Vemos casos muy sonados de intelectuales disidentes, como el del artista Ai Wei Wei, pero ¿hay mucha disidencia entre la población o un chino de a pie no piensa en política?
R.- Cuando pasó lo de Tiananmen en 1989, la razón de que no se convirtiera en una respuesta popular multitudinaria es que eran muy pocos. Los partidarios de la democracia eran los sectores universitarios y poco más. Los trabajadores estaban ocupados en buscarse la vida y los agricultores estaban disfrutando por entonces de la primera apertura y unas retribuciones más altas. Hoy ha cambiado la cosa. En las redes sociales circula el tema del cambio político y social, la literatura y las ideas de importación. Por otra parte, China tiene más de medio millón de estudiantes en el extranjero -por ejemplo, en la Universidad Rey Juan Carlos hay 600- conociendo la realidad del mundo más allá de las fronteras de su país. Si los disidentes no son mayoría, sí son por lo menos un grupo con la entidad suficiente como para que el Gobierno los tome en serio.
P.- ¿Son felices los chinos?
R.- Son más felices de lo que se piensa. Son un pueblo muy comilón, con una cocina muy diversificada. Aprecian el buen comer y el buen beber. Se van a convertir en el primer consumidor de vinos, China ya es nuestro segundo país de exportación. Los chinos disfrutan de la vida. Yo lo veía en Macao, donde sigo siendo oficialmente profesor, aunque ya no vaya. Comía con mis alumnos y era gente con proyectos. Cuando preguntaba en clase quién quería ser funcionario y quién emprendedor, 8 de cada 10 prefería lo segundo. Justo al revés que aquí. Los chinos llevan el espíritu comercial en los genes.
P.- ¿El país tiene enemigos declarados?
R.- No exactamente, lo que pasa es que China debe cambiar en muchas cosas. No puede pretender controlar el 100% del Mar de la China Meridional -donde hay petróleo, gas, pesca y tráfico marítimo- porque va contra la ley del mar de la ONU. Por culpa de eso se está enemistando con los países ribereños y podría favorecer la reconstrucción de la SEATO [el equivalente a la OTAN en el sudeste asiático], porque EEUU tiene buenas condiciones para una alianza militar no muy descarada pero sí efectiva con Japón, Taiwán, Corea del Sur, Filipinas, Indonesia e incluso Vietnam, Tailandia y Birmania. Es una política que Hillary Clinton ha desarrollado con mucha sabiduría. EEUU defenderá sus posesiones en el Pacífico porque no quiere que le echen de allí.
P.- ¿Qué otros países podrían tener un desarrollo económico tan espectacular como el de China?
R.- Apunte usted: África. El continente está despertando gracias a los chinos. Su problema es que son más de 50 países. Si Mandela tuviera 40 años menos, sería el líder de todos los africanos, pero como no es así, los directores de África son los chinos, hasta el punto de que muchos la consideran una provincia económica de China. Están implantando fábricas, infraestructuras y sus sistemas de producción, lo que demuestra que no es para ellos sólo un "área extractiva", como se suele decir.