Vicente Verdú. Foto: Bernabe Cordón

Presenta hoy 'Apocalipsis Now' en CN Lagasca en compañía de Luis Eduardo Aute

La profecía de los mayas parece que no se cumplió. Seguimos aquí. No ha cambiado nada. Pero la idea de que caminamos hacia el fin de una era es difícil quitársela de la cabeza. Visto lo visto. Vicente Verdú (Elche, 1942) lo tiene muy claro. Lleva ya varios libros anunciando el final del modelo capitalista, que, una vez evaporada la Unión Soviética en la noche de los tiempos, rige en casi todo el planeta. Y en casi todas las esferas de nuestra vida cotidiana. En Estados Unidos, cuenta, algunos lo consideran tan natural como la naturaleza misma. Tras Capitalismo funeral y La hoguera del capital: Abismo y utopía a la vuelta de la esquina, ahora coloca en las librerías una nueva entrega de su discurso teórico sobre la hecatombe de viejo mundo que conocíamos. Es Apocalipsis Now (Península). La asociación de la situación actual con las narraciones de San Juan en el Nuevo Testamento refleja su desolación. Pero también atisba motivos para la esperanza: "El ser humano puede salvarse si no renuncia a su naturaleza de especie cooperante".



Pregunta.- ¿Dónde están los efectos del Apocalipsis más avanzados: en la cultura, en la religión, en la política, en la economía...?

Respuesta.- La verdad es que todos esos pilares están corroídos. Es el final de un tiempo y nada se escapa. No hay que ir muy lejos y ni esforzarse mucho para darse cuenta que la política está hundida, la justicia no es justicia, el arte no sabemos qué es, ni la organización de la familia... En los 60, por ejemplo, todo estaba claro. Ahora nada. Los valores morales se han diluido. Ya no hay sanción para las infracciones en ese terreno. Vivimos en la decadencia y la confusión.



P.- ¿El Apocalipsis ha de tener una guerra mundial como desenlace, inevitablemente?

R.- Bueno, San Juan no habla del final del mundo sino de un final de época. Tras la Parusía se produce el Juicio Final. Lo que ocurre ahora no es el final de la historia sino un periodo convulsión brutal de todo lo que conocemos.



P.- Quizá, a pesar de todo, deberíamos brindar por este final de época, porque podría ser el primer paso hacia algo mejor...

R.- Es duro decirlo así porque el sacrificio está siendo demasiado grande. Pero esto tiene un porvenir. El hundimiento de ahora producirá un vacío en el pensamiento, pero seguirá vigente la reivindicación de la política con mayúsculas, una justicia con equidad y una moral con rectitud. Ahora estamos en el fondo pero hay curación.



P.- ¿Seguro?

R.- La salvación para nuestra especie está en la cooperación. No somos tan pesados como las abejas o las ratas pero es fundamental el esfuerzo conjunto y en colaboración. Somos una especie cooperadora y para salir adelante es imprescindible no renunciar a esa naturaleza nuestra.



P.- ¿Los medios hemos magnificado los estragos de la crisis y azuzado la psicosis?

R.- No cabe. Todos los periódicos, los medios en general, son sensacionalistas. Apelan a las sensaciones para vender... The New York Times, La Repubblica, El Mundo, El País... Todos. La narración de los hechos es los periódicos tiene por lo general el tono de la tragedia. Siempre despiertan mucha atracción las hecatombes, el asesinato múltiple...



P.- Se pregunta si Merkel es el anticristo de esta Apocalipsis. ¿Lo es?

R.- Creo que si San Juan la viera así lo pensaría. Ya lo fue en su día Lutero, luego Hitler. Ahora ella. Curiosamente son todos alemanes. Ella encarna la maldición que apesadumbre a toda la humanidad. La maldición de la austeridad, que tanto daño está provocando. Sus recetas se podrían haber aplicado con mucha más suavidad pero ella lo ha querido así.



P.- ¿Y los sobres con las comisiones a los altos cargos políticos también son otro paso hacia el Apocalipisis, el Apocalipsis de la democracia?

R.- Es muy difícil encontrar una causa primera de este derrumbe, pero si tuviera que determinar una sería precisamente el hundimiento de la democracia. No de la democracia en sentido abstracto sino de este sistema de representativo en el que los políticos no pueden protegernos de los empresarios corruptos y los ladrones porque están conchabados con ellos. Son cómplices.



P.- ¿Y la respuesta en la calle no está siendo demasiado tenue?

R.- Sí, demasiado benévola. En una situación cabría esperar que se quemara el parlamento, se saquearan los bancos y los supermecados... Pero no. Lo que ha habido han sido movimientos más o menos lúdicos, más o menos indignados, más o menos coloristas. El problema es que no hay una bandera concreta que enarbolar. No hay una organización política con una alternativa, con unos fines y una estrategia. Por eso la lucha pierde su sentido.



P.- Lleva varios libros acuñando el concepto de capitalismo de ficción. ¿Podría resumirlo?

R.- En su día el capitalismo era sistema que se presentaba como una alternativa al comunismo. Ahora no es una alternativa. Es el todo. Incluso se considera que es la propia naturaleza. Así puede leerse en algunos libros en Estados Unidos. Un sistema que nos hipnotiza con la idea de que gracias a él podemos vivir vidas más intensas, variadas, amenas, aventureras...



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