Una de las ponencias de la pasada edición. Foto: Archivo



Si cuando nacieron hace ahora tres años los encuentros Pública, destinados al diálogo entre los profesionales de la gestión cultural, tenían un carácter necesario, hoy, cuando el binomio empieza a palidecer de forma preocupante, se hacen imprescindibles. Se tercia acudir a escuchar a los que siguen ejerciendo esta cosa de la cultura casi de forma perentoria. Arranca en Madrid hoy la cita en la que participarán 50 profesionales de 10 países para abordar a través de más de 60 actividades dos ejes principales: la internacionalización de las instituciones y empresas españolas y la valiente (y cacareada) figura del emprendedor cultural.



Además de estas dos líneas de trabajo, flotarán en el aire otros retos a los que se enfrenta hoy quien crea, programa y organiza la cultura tanto en el ámbito público como en el privado. Margareta Hauschild, directora del Goethe Institut de Madrid, es una de las ponentes de la edición. En su opinión, y ante lo demoledor del contexto presente, el objetivo primero para el gestor cultural es cambiar la actitud quejosa del gran público, que a menudo desconoce que, incluso en tiempos de crisis, "sigue habiendo grandes instituciones culturales en España". En este sentido, cita Hauschild al Prado, el Reina Sofía, los centros Caixa Forum y Casa Encendida... Todos ellos, abunda, "tienen una oferta cultural maravillosa gratis tanto en lo que se refiere al patrimonio español como a las tendencias actuales de las artes contemporáneas. Desde mi punto de vista, la prensa tiene una gran responsabilidad para despertar al gran público hacia las posibilidades que hay en España, para aprender y disfrutar en su vida".



Alberto Fesser, director de la Fundación Contemporánea, socio de La Fábrica y otro de los participantes de Pública 13, comienza alertando sobre la flagrante mengua de los presupuestos culturales, que en apenas cuatro años se han reducido a la mitad, con el consiguiente aumento de la precariedad, las incertidumbres y las dificultades. Sin embargo, reconoce que la actitud general de los profesionales no es de resignación sino de "un gran esfuerzo por seguir adelante a pesar de todo" y es en esta vocación de resistencia y de fomento de la colaboración entre compañeros donde cobran vigor encuentros como Pública 13, del que espera tenga "un efecto estimulante para volver el lunes a cada frente".



En su opinión, en este páramo económico los retos pasan por seguir profesionalizando la gestión cultural, materia en la que se ha avanzado pero en la que "aún queda camino". Además, sugiere Fesser más colaboración a todos los niveles, entre instituciones, profesionales, entre lo público y lo privado, y una mayor implicación de la sociedad civil en la cultura: "La iniciativa privada somos todos, no sólo las grandes empresas, también cada ciudadano. Necesitamos en este sentido un cambio cultural profundo, más allá de una buena ley de incentivos fiscales, que también hace mucha falta". Además, coincide con Margareta Hauschild en la importancia de internacionalizar nuestras instituciones culturales, nuestras empresas y profesionales y propone una última clave: el apoyo a los emprendedores, a aquellos que "con mucho talento y energía, aunque sin medios ni experiencia, siguen lanzando nuevas propuestas cada día". Por ello, es imprescindible trabajar en asesoramiento, formación, apoyo económico, cesión de recursos y espacios y difusión de sus proyectos, concluye.



Juan Barja, director del Círculo de Bellas Artes es mucho más tajante a la hora de marcar metas: "Lo primero es mostrar que la cultura es necesaria para que haya un espacio de convivencia y político. Entenderla como un apéndice es una barbaridad. Hay que hacer ver que es mucho más imprescindible que todo lo demás. En cambio, el coste cultural es pequeñísimo en comparación con el de otras muchas operaciones políticas que se están haciendo todos los días", protesta. Como ejemplo, la misma casa que el dirige, el Círculo, que no tiene ánimo de lucro y que tiene un carácter similar al de la enseñanza concertada. Como esta, muchas otras instituciones carecen hoy de un apoyo suficiente que les permita seguir dejando que el público acceda a ellas de forma gratuita.



Para Montserrat Iglesias, directora de Cultura del Instituto Cervantes, la apuesta debe ir encaminada hacia la calidad y la excelencia: "Es lo que estamos haciendo, mejorar nuestros procedimientos para ser lo más eficaces y responsables como se exige a una institución pública. Lo hacemos con mucho esfuerzo, ilusión y contando con el capital humano del Cervantes, que es extraordinario. Los cambios que hemos dado en la gestión cultural se han hecho para, en este contexto de crisis, poder seguir ofreciendo una programación coherente y de calidad. A la vez, seguimos buscando apoyos dentro y fuera de España que sumen", enumera.



El mecenazgo en el horizonte

Hay otro aspecto de la gestión cultural del que hoy se habla tanto como de los emprendedores, el mecenazgo ¿Qué papel jugará en el futuro de la cultura? Para Houschild, las leyes relativas a esta cuestión deben aprobarse "lo antes posible", aunque para que funcionen deben contemplar ventajas fiscales o de otro tipo para las empresas, exige. "Será difícil, porque desde mi punto de vista, en ningún país existe una ley de mecenazgo que de verdad beneficie a la cultura y a las empresas de forma satisfactoria. En mayoría de los países de la Unión Europea, a de lo que sucede en Estados Unidos, el Estado todavía tiene una gran responsabilidad financiera con la cultura y no puede retirarse totalmente de ella. Esto sería contrario a la identidad Europea que quiere mantener una gran diversidad cultural en e marco de la unidad europea".



Fesser también apuesta por desarrollar el mecenazgo pero como algo a largo plazo: "No podemos pretender que de un día para otro la iniciativa privada asuma lo que deja de hacer la administración pública. Esperamos una buena ley de mecenazgo que impulse su desarrollo, y los incentivos fiscales pueden ser muy importantes, pero hay que conseguir también el reconocimiento de la figura del mecenas por la sociedad, por los medios de comunicación, y en este sentido está todo por hacer", señala.



Finalmente, y atendiendo también a la dificultad de la coyuntura, ¿existe un modelo óptimo para la gestión cultural? ¿Por dónde van los tiros? Houschild cita por cercanía aquel que practican algunos coleccionistas de arte contemporáneo alemanes que ofrecen sus colecciones al público en instalaciones privadas de forma gratuita corriendo con todos los gastos de gestión y de personal de sus instalaciones, de manera que revierta en la sociedad sin exigir contrapartidas públicas. "Seguramente existe este modelo también en otros países, pero me son desconocidos. Es el modelo del mecenas tradicional, que me gustaría encontrar mucho más en tiempos de crisis", aporta. Fesser tiene más dudas sobre la existencia de un paradigma pero insiste en la valía y en la actitud ejemplar de un sector en constante reinvención y capaz de asumir sacrificios necesarios sin perder mucho el tiempo y consiguiendo seguir ofreciendo a sus públicos una actividad cultural de calidad.



Barja, como muchos gestores veteranos, sigue confiando en el modelo europeo de la gestión cultural, al que considera "mucho más productivo". En cambio, opone, lo que se está imponiendo es un modelo británico, tendente al entretenimiento, que no es cultura propiamente dicha. "No es verdad que se meta menos dinero, es una intención de alguna gente que lo invierte en otros medios", se enfada antes de arrojar dos posibles consejos para el futuro: "Primero, hay que diferenciar entre lo público, lo privado y lo estatal. Y segundo, creo que no estaría mal que algunos gestores que llevan mucho se fueran a casa".