Caballero Bonald: "El lector justifica la literatura, y la completa"
La paz, quebrada el 29 de noviembre pasado, cuando fue proclamado premio Cervantes, ha vuelto a la casa madrileña de José Manuel Caballero Bonald que se muestra relajado y feliz, revisando una vez más las pruebas de 'Oficio de lector', que lanza Seix Barral
8 febrero, 2013 01:00Dice José Manuel Caballero Bonald (Jerez, 1926) que son “comentarios sobre libros que he leído en días y ocasiones muy dispares”, reunidos “sólo para ordenar mis predilecciones en materia literaria”. No ha sido fácil: el día en que conquistó el Cervantes, todos los medios le pidieron un fragmento del libro, pero el poeta, abrumado, se negaba porque faltaban revisiones y sobraba tiempo. Necesitaba además reparar “unas pocas averías sintácticas” y enmendar “rasgos verbales con los que el paso del tiempo ha acabado enemistándome”.
Desde el principio, el autor de Descrédito del héroe muestra sus cartas: no pretende ser exhaustivo (“son muchos los libros memorables sobre los que nunca escribí nada”), pero todo el volumen nace de una profundísima convicción, la de que “el lector justifica la literatura, la completa, y colabora en la creación propiamente dicha. O, como decía, Conrad, el autor sólo escribe la mitad del libro, de la otra mitad debe ocuparse el lector”.
Pregunta. ¿Cuáles serían las claves de un buen lector?
"El libro tiene algo de canon personal. Con quienes más me identifico, aparte de Cervantes, es con una estirpe poética que empieza con Góngora"
Respuesta. Pues no sé qué decirle… Quizá un buen lector debe contar con una buena educación literaria previa. Siempre llego a la conclusión de que los mejores lectores son aquellos que en teoría son también, aunque no lo pongan de manifiesto, buenos escritores. Digamos que cuando leen es como si lo reescribieran de algún modo en la imaginación.
P. Al revisar el volumen, ¿ha descubierto que algunos libros o autores no resistían una nueva lectura del lector que hoy es?
R. Sí, claro, eso suele ocurrir… Las relecturas se adaptan para bien o para mal a la natural movilidad del gusto del lector. Hay libros que en una primera lectura se juzgaron atractivos y que después, al volver a leerlos, pueden acabar resultando deficientes, prescindibles. De modo que el acto de releer también tiene algo de ejercicio sutil de crítica literaria. Con los años, lo normal es que uno acabe ajustando su biblioteca particular a un inevitable proceso selectivo.
De lectores y nombres
P. ¿España es hoy un país de buenos lectores?
R. Por lo que yo sé, los buenos lectores son más bien escasos entre nosotros, aunque tampoco estoy muy al tanto... Un buen lector, ya le digo, implica una mínima educación literaria, una cierta afinidad con todo eso que se conoce como manejo artístico del idioma. Lo que sí me parece un pésimo síntoma educativo es el aumento del número de consumidores de esos libros infames que se venden en los mercados de la subliteratura. Claro que esos son también son unos lectores deplorables.
"Siempre me pareció que la poesía de Cervantes estaba injustamente preterida. Llegué a la misma conclusión que Cernuda: hay que leerla con menos telarañas en los ojos"
Implacable y bienhumorado, tampoco duda Caballero Bonald a la hora de elegir al mejor lector actual de poesía y de narrativa: se sabe “muy imparcial en este sentido”, pero tiene muy claro que será “aquel cuyos gustos coinciden con los míos actuales, el que selecciona y lee con el mismo agrado que yo unos libros determinados. O sea, una especie de réplica del lector que yo soy, lo que tampoco es muy razonable…”
P. ¿Con qué autor se identifica más?
R. Pues con unos cuantos, claro, con casi todos los que aparecen en el libro, unos más y otros menos… El libro tiene algo de enumeración de predilecciones, de canon personal, de proceso selectivo. Pero con quienes más me identifico, aparte de Cervantes, es con una estirpe poética que empieza con Góngora, salta hasta Juan Ramón Jiménez y Valle-Inclán y llega hasta César Vallejo, Cunqueiro, Onetti, Valente, Barral… Por ahí me muevo.
P. ¿Qué tiene Mallarmé que no tenga Gil de Biedma como poeta, por ejemplo?
R. Bueno, esas distinciones son muy complejas. Siempre se apresura uno o se equivoca a la hora de resumirlas… O se peca de ligereza o de frivolidad. Puestos a correr ese riego, pienso que Mallarmé es un constructor verbal admirable, un explorador magnífico de lenguajes simbólicos, y Gil de Biedma es un poeta explícito, adicto al realismo urbano y a las versiones textuales de la intimidad… O sea, en las antípodas de Mallarmé.
P. En Oficio de lector, el último premio Cervantes reivindica al poeta Cervantes... ¿cómo ha evolucionado su percepción del creador del Quijote?
R. Es largo de contar… Siempre me pareció que la poesía de Cervantes estaba injustamente preterida, mediatizada por la rutina de los manuales, y comencé a releer, no sólo la Galatea, el Viaje del Parnaso y las composiciones dispersas por ahí, sino las incorporadas al Quijote, al Persiles, a las Novelas ejemplares, a los entremeses y comedias. Me encontré con muestras excelentes, desde églogas de resonancia garcilasista a otras atractivas penetraciones líricas ya avecindadas en el barroco. O sea, que llegué a la misma conclusión que Cernuda: que había que leer la poesía de Cervantes con menos telarañas en los ojos.
Imposible resumir en unas líneas los hallazgos del libro. Sólo una muestra: le pedimos al poeta que defina en una línea a siete de los protagonistas del volumen. Y vuelve a ser contundente:
-García Lorca.
-La potencia metafórica.
-Albert Camus
-La decencia intelectual.
-Juan Carlos Onetti
-La técnica de la imaginación.
-José Lezama Lima
-La complejidad poética de la prosa.
-Luis Rosales.
-La palabra iluminada.
-José Ángel Valente.
-La poética de los límites.
-Claudio Rodríguez.
-La invención secreta de la realidad.