Juan Eduardo Zúñiga. Foto: Carlos Barajas.

Galaxia Gutenberg acaba de reeditar su libro de cuentos 'Misterios de la noches y los días'

Juan Eduardo Zúñiga (Madrid, 1929) nunca presta atención a los que le urgen. Sus ritmos no son de este mundo. Quizá por eso su prosa sigue pesando como pocas en el panorama literario español. No es un autor seguido por grandes cifras de lectores. No. Pero sí tiene de su parte un (casi) unánime reconocimiento de sus compañeros de oficio. Incluso veneración. Muchos ven en él a un maestro, artífice de páginas inolvidables de la narrativa española del siglo XX, como las que componen su trilogía sobre la guerra civil: Largo noviembre de Madrid (1980), La tierra será un paraíso (1989) y Capital de la gloria (2003). Una treintena de cuentos que son un testimonio clave de la locura transitoria que desangró al país en los años 30 y que el escritor presenció cuando apenas era un niño. Ese perfil profesoral lo refuerza su aspecto exterior, con sus barbas alargadas, su figura enjuta, las gafas de cristal grueso y el gesto sereno y humilde. Galaxia Gutenberg ahora ha decidido reeditar Los misterios de las noches y los días, cuarenta relatos ya publicados en 1992, pero que pasaron más bien desapercibidos. En ellos se sacude el tono realista y se adentra en el territorio de la fabulación, donde los chispazos de la imaginación provocan la quiebra de la insulsa cotidianidad.



Pregunta.- ¿En qué medida este libro supuso un salto hacia otros registros en su carrera literaria? El elemento mágico tiene un papel principal...

Respuesta.- No es el primer libro de ficción fantástica que publico. Un antecedente importante es la novela El coral y las aguas que editó Seix Barral en 1962. Una novela simbólica que enfocaba la realidad española de esa época. La fantasía me permitió ampliar el foco, la mirada, sin prescindir de la veracidad. Muchas colaboraciones mías en revistas y suplementos literarios están en esta línea, de interés por lo secreto.



P.- ¿Qué cree que propició la irrupción de lo mágico o incomprensible en su narrativa? ¿Hartazgo del realismo?

R.- Creo que, a menudo, se reduce el concepto de realismo y muchas de las mejores obras que se escriben ahora están en ese registro amplio. Pienso en Antonio Muñoz Molina, en Manual Longares o en Javier Cercas, y también en mi trilogía sobre la Guerra Civil.



P.- ¿Qué efecto pretende crear al no ubicar la época ni los espacios donde transcurren los cuentos? ¿Irrealidad?

R.- Situar a los personajes en un espacio y un tiempo indefinidos me da una gran libertad de evocación. Es en esas ciudades irreales, brumosas, donde pueden desarrollarse historias inquietantes en las que un hecho inexplicable impacta en la vida cotidiana.



P.- Los gitanos aparecen con frecuencia en esta gavilla de relatos. ¿De dónde viene esa atracción?

R.- Son referencias literarias, de la literatura rusa sobre todo, y me parecen personajes muy interesantes, de vida libre y amores apasionados, que me atrajeron por su singularidad.



P.- ¿Siente que este libro se ha quedado un tanto oculto en relación a otros títulos de su cosecha [así lo promociona la editorial]? ¿Por qué publicarlo de nuevo?

R.- A veces el escritor siente que no conecta con sus lectores, que en ese momento en que aparece su libro las preferencias van por otras líneas narrativas. Hace dos décadas un libro de cuentos breves, casi una prosa poética, situados en escenarios románticos o góticos no encontraría su espacio. Hoy es muy distinto, los microrrelatos y la narrativa fantástica han conquistado a los lectores.



P.- ¿Ha revisado los cuentos o introducido algún tipo de cambio en ellos?

R.- No suelo hacer correcciones en los textos ya publicados. Trabajo mucho los originales y sólo cuando los considero terminados les envío al editor. Pero al volver a leer este libro, como si se tratara de un nuevo texto, sí he perfilado más algún personaje.



P.- ¿Qué sensación experimenta al volver a su obra? ¿Se relee con interés, con gusto, con cautela, con recelo...?

R.- En este libro concreto, la verdad es que ha sido una lectura gratificante.



P.- ¿Se siente un escritor de culto, para selectas minorías?

R.- Mi aspiración es llegar al mayor número de lectores, no pretendo hacer una gran literatura minoritaria.



P.- ¿Cree que le ha perjudicado su menosprecio a la "vida literaria" y su resistencia a las urgencias de nuestra época? ¿Escribir despacio es sólo una cuestión de estilo, o también diría que ética?

R.- No estoy encerrado en una torre de marfil pero necesito tiempo, calma y una cierta soledad, como muchos escritores. Quizás una mayor exposición personal no me vendría mal pero hay que pagar un precio que quizás no me compensara. Soy un escritor lento, impulsado por el placer de escribir, de encontrar una historia, las palabras exactas, el sonido de una frase, y que intenta medir cuanto de lo que escribe tiene un interés general.



P.- ¿Sigue con atención los enredos del ruedo ibérico: los sobres de Bárcenas, las trampas de Amy Martin, los planes secesionistas de Artur Mas...? ¿O a usted eso ya le ha dejado de interesar?

R.- ¿Cómo no estar hoy atento y alarmado ante el desorden de nuestra política? Recuerdo el comienzo de un poema en prosa de Ivan Turguienev que coincide con mi estado de ánimo: "En días de preocupaciones, en días de amargos pensamientos sobre el destino de mi patria... ¿Cómo no caer en la desesperación al ver todo lo que ocurre entre nosotros?".



P.- ¿En qué proyectos literarios anda embarcado actualmente? ¿Cómo se encuentra su pulso narrativo?

R.- Estoy trabajando en algo muy difícil para mí que es convertirme en relato. Desde la veracidad, piedra de toque de unas memorias, tengo que tirar del hilo de mi vida y seleccionar experiencias vitales y literarias. Viajes, lecturas, perfiles de amigos, las tertulias que tan importantes fueron y también trataré el clima político de la posguerra. Serán sobre todo unas memorias íntimas.



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