Dorantes en un recital reciente al piano. Foto: Archivo

El pianista presenta este martes junto a Pastora Vargas el espectáculo 'Flamenco Abierto', en el Festival BBK de Bilbao

Hijo de una de las familias con más solera del flamenco, la de los Peña, David Dorantes estaba destinado a empuñar la guitarra. Y así lo hizo siendo muy joven, pero con las miras puestas en las evocaciones del teclado. Sus primeros recitales a las cuerdas le ayudaron a costearse su primer piano, el instrumento que le había tocado, y desde ahí ha urdido una carrera de respeto a las raíces pero de suma independencia. Las críticas más recientes, las de sus conciertos en solitario, hablan de la madurez de un artista que ha alcanzado pronto una voz propia, que sabe hablar con la música. Esta primavera se acompaña de la bailaora Pastora Vargas y del cantaor Jesús Méndez para ofrecer en el BBK el espectáculo Piano abierto, una conversación entre el baile, el piano y el cante abierta a la improvisación e incluso al surrealismo, según promete. Mientras tanto, en la tranquilidad de su casa, va amasando su cuarto disco, más íntimo que el anterior, Muros!, que contenía un latido social. "Ahora quiero que la música me ayude a transmitir lo más profundo que yo tenga", avanza.



Pregunta.- Después de varios conciertos solo al piano, regresa al acompañamiento junto a Pastora Galván con el espectáculo A piano abierto, que presentan en el BBK. ¿Qué podrán ver y oír los espectadores? ¿Lo llevarán a más lugares?

Respuesta.- Es un espectáculo especial para el festival pero lo seguiremos haciendo en otros sitios. Se titula Piano abierto porque he hecho música para el baile, para que Pastora se luzca. Cuento también con Jesús Méndez, un gran cantaor que pone la parte más rancia al montaje. Es un espectáculo con piano y percusión en el que habrá lugar para la improvisación, por eso también la idea del título. Se trata de un diálogo a través del flamenco.



P.- Las críticas de sus últimos recitales en solitario han sido muy buenas. ¿Disfruta más en soledad encima de un escenario?

R.- La soledad no siempre es deseada. Igual que uno comparte una mesa para comer con gente, con Piano Abierto he vuelto a compartir un banquete en el escenario, donde hablamos de nuestras cosas a través de la música. Cada cosa tiene su momento, es verdad que me encuentro muy bien solo al piano, pero compartir me gusta mucho también.



P.- ¿Las canciones que interpretará son sólo de su último disco, Sin muros!?

R.- De este y de los anteriores, pero también hay temas creados para este espectáculo. Si apelo a algo aquí es a la comunicación encima de un escenario, a ese momento mágico que sucede sólo una vez, que no volverá a pasar. A eso y a la improvisación con el baile. Uno de los temas es bastante vanguardista, incluso surrealista. Por otro lado, hay una fantasía y también una llamada la convivencia, a la posible conversación entre diferentes formas de hacer el arte.



P.- Precisamente Sin muros! estaba muy influenciado por esto que menciona. Se lo dedicó a los gitanos rumanos y lo definió como un tributo de convivencia entre los pueblos. ¿Su próximo trabajo continuará en esta línea de denunciar males con la música?

R.- Estoy grabando en casa tranquilamente el que será mi nuevo disco, en el que estaré solo al piano. Mi forma de componer o de estar en el arte no siempre es reivindicando algo, como hice en Sin muros!. Claro que la música tiene mucho poder en este sentido y a partir de los timbres y de la sonoridad podemos transmitir experiencias y estados de ánimo que tocan al ser humano y que incluso pueden cambiarlo y voltearlo durante unos minutos, hacerle ver la vida de una forma distinta. El flamenco tiene el poder de lo puro, del dramatismo, de lo agridulce, es un cromatismo de sensaciones, transmite y motiva y que permite lanzar mensajes como en mi anterior disco. Pero en lo que venga el discurso será más mío, intentaré mostrar lo más oculto que tenga, sin miedo a expresarlo, para eso la música. A la vez estoy con otras cosas, como una gira en formato de trío por América, Europa y algunos países del Este o la producción de un disco para Esperanza Fernández.



P.- ¿El azote del Gobierno a la Cultura se ha sentido también en el flamenco?

R.- Se nota en general y yo lo noto en mis compañeros también, que hablan de que no tienen el mismo trabajo de antes, ahora se ven obligados a negociar con los programadores. La cultura siempre se señala como si fuera un lujo y es un error, porque es una necesidad.



P.- Viniendo de una familia de solera en el flamenco como la de los Peña tiene mérito que usted dejara la guitarra para, dentro del mismo universo, tirar por el piano. ¿Se alegra uno de las decisiones que tomó de joven?

R.- Nunca, nunca me arrepentí. Tenía claro que quería tocar el piano. La guitarra la usé precisamente para costearme uno. El día que no lo toco el piano, me deprimo. Yo les digo a los músicos que empiezan que tengan claro el instrumento al que se van a dedicar con pasión, porque muchos se debaten demasiado tiempo y se equivocan. A aquellos que quieren dedicarse al piano flamenco les diría no sólo que lo estudiaran, sino también que lo escucharan en directo, que lo vivieran con intensidad. Y me alegra ver que hay una nueva generación más preparada, con otro concepto de la libertad, pero tomado desde el respeto.



P.- Decía Manolo Sanlúcar que no había nada más esclavo que la guitarra flamenca. ¿Su instrumento es tan tirano?

R.- No me siento esclavo porque me gusta muchísimo. Aunque es una condena, es una condena dulce. Los músicos del flamenco tenemos que prepararnos como atletas para afrontar la velocidad que requiere el instrumento. Un día sin tocar te lo notas tú y a la semana te lo notan los demás. De todas formas no hay que ver siempre al instrumento desde un punto de vista mecánico, hay recursos.

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