Fernando García de Cortázar. Foto de Alberto Cuellar
El historiador acaba de alzarse con el XII premio de Novela Histórica Alfonso X el Sabio por su primera novela, Tu rostro con la marea.
Pregunta.- Después de toda una vida dedicada a la historia, ¿por qué escribir una novela en este momento?
Respuesta.- Toda mi vocación como historiador ha estado impregnada de una gran voluntad de estilo y querencia literaria. Cuando era joven no tenía claro si dedicarme a la historia o la literatura por eso creo que he cuidado siempre la forma. Por ello he sido un historiador atípico con la enorme preocupación por comunicar y por transmitir el sentimiento de los acontecimientos. Por ejemplo, en el cultivo de la historia de España, que ha ocupado la mayor parte de mi trayectoria como historiador, he intentando trasmitir principalmente el sentimiento. En toda mi obra se ve la preocupación por incorporar la emoción de la literatura. La gran acogida que tuvo Pequeña historia del mundo, quizá mi obra más literaria, me decidió definitivamente a afrontar este reto que ha resultado una de las experiencias más gratas de mi vida.
P.- Desde su punto de vista, ¿puede la ficción ser una herramienta para comprender mejor la historia?
R.- Absolutamente. Desde mi punto de vista, la literatura multiplica por 5 o 6 la capacidad de transmisión de la historia. Sin embargo hay que tener cuidado. No podemos permitirnos el anacronismo o adjudicar valores y sentimientos del XXI a la historia anterior. Para ello he tratado en mi novela que todos los personajes fueran creíbles para transmitir el latido de la sociedad, que hablaran del mismo modo que lo harían en la época y que el lector, a través de mi trabajo, pudiera visualizar las localizaciones. El historiador trata de trasmitir la utopía y el deseo de cambio. Sin embargo la literatura es más eficaz en este apartado pues tiene la posibilidad de transmitir sentido más sentimiento. En definitiva, la intrahistoria.
El ejemplo claro es Galdós. La obra de este escritor tiene una importancia vital porque ha llegado a un gran público. No hay libro de historia más importante que los Episodios Nacionales o La Regenta de Clarín. En este sentido, la transmisión de la historia no puede quedar recluida a los académicos.
P.-Según las palabras del jurado su novela se acerca a "la intrahistoria de la I Guerra Mundial". ¿Por qué este conflicto como tema de fondo de su novela teniendo un conocimiento tan amplio de todo el siglo XX?
R.- Es un momento decisivo para Europa. En primer lugar, porque se produce el enfrentamiento entre la ideología liberal y el fascismo. Después, porque supone la despedida de un mundo, el desmoronamiento del imperio austrohúngaro y de los zares. Y por último por la creación de utopías como la bolchevique. Además, con el protagonista he podido recorrer los cenáculos literarios más importantes de España y retratar a personalidades como el propio Galdós, Valle-Inclán, Pérez de Ayala...
P.- Siendo un tema tan retratado por la literatura, ¿qué perspectiva cree que le da un toque de distinción a su obra?
R.- La referencia española. He tratado de insertar el país en un contexto que no le es ajeno a pesar de no participar activamente en los conflictos mundiales. España nunca fue una excepción. Forma parte de la Europa doliente.
P.- También han definido su novela como un gran mosaico del País Vasco, España y Europa de principios del XX, un viaje de Bilbao a las tertulias literarias de Madrid, y de Varsovia a la Roma de Mussolini. ¿Esta ubicuidad europea era una necesidad de la trama o responde a un reto personal por retratar todo el contexto de principios del XX?
R.- Responde a que el personaje principal es un diplomático y, como tal, se desplaza por el continente. Pero además es una novela de amor y de espías. El personaje femenino es una aristócrata procedente de Rusia que se escapa tras la caída de los zares. La huida y el exilio son los grandes protagonistas del XX, algo que he querido reflejar en mi novela. También la perversión que produce el tiempo en el idealismo. Para todo ello, era necesaria una novela coral.
P.- ¿Le ha hecho falta investigar para la novela o venía la documentación ya de serie?
R.- Tu rostro con la marea ha necesitado de una larga investigación de un año para preparar escenarios, tramas, evitar anacronismos... Y sobre todo para zambullirme en el estudio de la conocida como Operación Turquesa en la que se confiscó un alijo de armas con destino a los revolucionarios de Asturias y que juega un papel importane en la trama.
P.- ¿Ha sido siempre más grato mirar al pasado que al presente o deberíamos valorar más la situación en la que estamos?
R.- El historiador tiene que hacer la historia desde el presente. No podemos ser insípidos, incoloros e inodoros. Tenemos que trabajar desde la angustia del presente y atendiendo a lo que la gente le interesa. De otra forma estamos condenados a la inanidad. La historia no puede ser un mero objeto culturalista y el historiador tiene que comprometerse. La novela histórica tampoco puede ser una mera fuga para el lector. Su función es transmitir un ejercicio de reflexión.
P.- ¿Debe ser una gran satisfacción recibir un premio con su primera novela?
R.- El premio es una satisfacción enorme para mí. A partir de ahora los críticos me considerarán escritor. Antes no lo hacían a pesar de haber cultivado esa voluntad de estilo durante toda mi trayectoria. Mi trabajo en los periódicos ya me había proporcionado el sentido de llegar a un público amplio. Además, es una enorme satisfacción que un jurado tan prestigioso haya valorado tan bien mi novela.
P.- ¿Tiene en mente volver a escribir ficción?
R.- Sí. Ha sido tanto lo que he disfrutado ampliando a mi visión histórica en esta novela que quiero repetir. Mi objetivo es completar el relato del siglo XX. Probablemente desde la piel de un hombre enfrentado al dilema de la resistencia o el colaboracionismo. Quiero hacer una gran reflexión sobre la segunda parte del XX. Si la historia es la reina de las humanidades, debe ser una reina bella y para ello es necesario escribir bien y no aburrir. Estaría contentísimo si consigo entretener al lector.