El Cultural

Tres formas de encierro

4 julio, 2013 02:00
El enclaustramiento de un seminarista en El Escorial, el de varios músicos en un estudio de California y el "encierro" de los toros de San Fermín. Tres clases de encierros quedan retratados en sendas películas documentales muy distintas entre sí. Una de ellas acaba de estrenarse en salas comerciales, Encierro 3D, y las otras dos, a pesar de sus paseos triunfales por festivales de pedigrí, no han despertado aún el interés de ninguna distribuidora española. Pero eso no significa que no sea posible verlas. Se trata de Sound City (premiada en Sundance) y A la sombra de la cruz (presentada en Punto de Vista), que apelan a dos formas bien distintas de entender y practicar el documental cinematográfico. Las comento por orden de preferencia:

A la sombra de la cruz, de Alessandro Pugno

[En Cineteca de Madrid, el 4 y el 11 de julio]

Es este un filme que se pronuncia desde la evidencia, que no tiene que subrayar lo que piensa ni imponernos ningún juicio moral, como hacen la mayoría de los documentales con "voz propia" o sin ella. Se limita a documentar unos hechos, una realidad aparantemente ancacrónica pero inquietantamente actual. El cineasta italiano Alessandro Pugno obtuvo permiso para filmar libremente, a lo largo de un año, en la escuela-monasterio del Valle de los Caídos, centro de formación de seminaristas y donde medio centenar de niños reciben una estrica educación confesional. El espectador podrá conocer de primera mano los mecanismos de un sistema educativo (privado) basado en el internamiento, que, como si hubiera quedado suspendido en el tiempo, se ofrece como reflejo eminente de las perversiones de una España que aún se resiste a la secularización social. Las enseñanzas que reciben los niños sobre sistemas políticos, leyes naturales y fundamentos científicos (algunas clases-homilías no tienen desperdicio), ancladas en el corazón del franquismo (con su conciencia patria y su doctrina católica y apostólica), colisionan estrepitosamente con el progreso social de la globalización contemporánea. El filme se rodó durante el gobierno de Zapatero, lo que provoca un contraste aún mayor entre el entorno inmediato y el contexto nacional, que legisló el matrimonio de homosexuales y el tratamiento con células madre. Su carácter observacional queda elocuentemente matizado con la expresiva iluminación, el montaje asociativo, la cualidad atmosférica de una película que actuará para unos (quizá para el profesarado, padres y alumnos de la escuela) como retrato fidedigno del sistema educativo que se practica en las frías estancias del centro (bajo cuyas losas yacen unas 35.000 víctimas de la Guerra Civil), mientras que para otros será lo más parecido a un cuento gótico de terror, ese lugar hostil y enfermizo que nunca querrían para la educación de sus hijos. Como en los mejores documentales, el espectador se delata frente a las imágenes.

Sound City, de Dave Grohl

[En filmin.com, por 2,95 euros]

Quien fuera batería de Nirvana y hoy líder del grupo Foo Fighters debuta como director con este rockumentary que se presentó con éxito en el Festival de Sundance y que cuenta con la participación de Fleetwood Mac, Neil Young, Tom Petty, Trent Reznor, Nine Inch Nails, Queens of Stone Age, Paul McCartney y muchos otros músicos... incluyendo a nada menos que Carl Perkins. El hilo narrativo es, en rigor, la historia de una ¡mesa de mezclas!, la mítica Neve 8028, un ingenio de la teconología analógica, un especimen único diseñado por un genio del univeso sonoro, el alma de los estudios de grabación Sound City, en Van Nuys (California), de cuyas tripas salieron varios clásicos del rock, entre ellos el Nevermind de Nirvana. Su historia -contada por los propietarios y trabajadores del estudio, así como por los músicos que celebran la singularidad de su cualidad sonora- comprende el relato de la transición digital, de modo que, en su tramo más interesante, la película reflexiona sobre el crucial punto de giro que se produjo en la tecnología y el mercado musical en los años noventa, las profundas convulsiones y pérdidas que sufrió el arte de la grabación analógica en su inevitable mutación hacia el Pro Tools. El rock ya no sería el mismo. Dave Grohl sin embargo trata de recuperar ese sonido convocando a invitados de excepción que grabaron algunos de sus mejores álbumes en Sound City. Grohl no es un cineasta, desde luego, y el documental no trasciende ni por su imaginación ni por su habilidad cinética, estilando una concepción egocéntrica y semi-pulbicitaria del formato, masticando y regurgitando cada idea y concentrado en ofrecer una visión intensa, vitalista y algo romántica de la (triste) historia de Sound City (aunque se agradece que pase de puntillas por la nostalgia), si bien su solvencia y, lo más importante, su trabajo sonoro, se antoja impecable. He ahí su seducción. Se recomienda escucharlo con el volumen bien alto.

Encierro 3D, de Olivier Van der Zee

[En salas comerciales]

Nunca antes se había suspendido una cámara de Alta Velocidad 3D a lo largo de la calle Estafeta de Pamplona (casi trescientos metros) para seguir la manada de toros y corredores en San Fermín. Nunca antes se había intentado dotar de un sentido tan manifiestamente cinemático a la filmación de un encierro, que no en vano goza cada año (por obra y gracia de la televisión pública) de una cobertura televisiva muy profesional. La gran baza de Encierro 3D es por tanto su estereoscopía y su punto de vista, si bien lo más interesante de la película reside en su tratamiento narrativo. Técnicamente, Encierro 3D rebosa profesionalidad y solvencia, pero su búsqueda casi desesperada de la épica no juega en favor de la propuesta. Su primer bloque, probablemente el más logrado, traza las coordenadas humanas de la película -quiénes son los corredores y cuáles son sus motivaciones-, pero la segunda parte -el encierro en sí, con el desmenuzamiento de los distintos tramos de la carrera y el montaje de "imágenes de impacto"- no logra escalar a la altura del suspense y la sensación de riesgo que ha ido generando el filme. Podríamos haber esperado por parte de su director que asumiera mayores desafíos, que su intento por proponer una experiencia inmersiva en el drama y el espectáculo del encierro (pues esa y no otra es la finalidad de la película) hubiera dado lugar a una película menos convencional y paratelevisiva. Los video-artistas Douglas Gordon y Philippe Parreno propusieron en la hipnótica Zidane, un portrait du 21e siècle (2006) una idea simple y audaz que procuró resultados memorables: colocaron múltiples cámaras en diversos puntos del estadio que escrutaban en tiempo real todos los gestos y movimientos de Zidane durante un partido de fútbol. La vocación experimental de esta película no le hubiera venido nada mal a Encierro 3D, que seguramente entusiasmará a aficionados y amantes de la fiesta taurina (aunque no les revele nada nuevo), y cuya su vocación comercial parece destinada a ese público extranjero seducido por el exotismo, la belleza o el primitivismo de los encierros de San Fermín.