Andaba yo sin rumbo y sin dinero, como casi todos los veranos. Tenía treinta y tres años y una obra de teatro en el pensamiento. En Madrid hacía calor de Julio, ese que te derrite las neuronas y un poco el alma. Pero me consolaba intercambiando sueños teatrales con mi gran amiga de entonces, una actriz, ahora muy conocida, que andaba sin rumbo y sin dinero. Un día me llegó la noticia de que un maestro de no sé qué convocaba a artistas españoles de todas las artes. Pretendía realizar un laboratorio en una sierra perdida y espléndida cuyo nombre no recordaré. Era totalmente gratuito. Así que, sin pensárnoslo mucho, mi amiga y yo tomamos un tren y nos presentamos voluntarias para el experimento. "Vengo a escribir una obra que tengo mente", le confesé al maestro en nuestro primer encuentro. Él me miró con ironía y me aceptó en su mansión. En aquellos quince días no escribí ni una palabra de teatro, pero ese hombre tan particular, al que no he vuelto a ver nunca, me enseñó a enfrentarme a muchos de mis miedos a través de duras pruebas con la naturaleza. Alguien me dijo que era un chamán. No lo sé. Pero aquello me marcó, desde luego. No había imaginado que hubiese tal fortaleza en mí.




Paloma Pedrero (Madrid, 1957) es licenciada en Antropología Social y diplomada en Psicología Gestáltica. Estudió Arte Dramático con profesores tanto nacionales como internacionales, entre los cuales se encuentran Zulema Katz y John Strasberg, entre otros. Colabora en diferentes medios de comunicación y ha sido una de las dramaturgas españolas más estudiadas internacionalmente. Fundó la ONG Caidos del Cielo dedicándose, mediante el teatro, a las personas en riesgo de exclusión social.



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