El autor Jorge Carrión publica Librerías el 15 de septiembre. Foto: Domènec Umbert

El escritor catalán publica el 12 de septiembre su tercer ensayo, 'Librerías'.

Librerías no es el primer ensayo de Jorge Carrión (Tarragona, 1976). En 2009, el autor catalán publicaba Viaje contra espacio. Juan Goytisolo y W. G. Sebald, una adaptación de su tesis doctoral en la que ponía a conversar las tradiciones de ambos autores contra las dictaduras fascistas. Después, en 2010, abordaba la serialidad televisiva en clave de ficción apocalíptica en la novela Los muertos. Un año más tarde, profundizaba en la edad de oro de la televisión norteamericana con el estudio Teleshakespeare. Y, con varios libros de viajes también a su espalda, el autor nos acerca ahora el microcosmo de las librerías en un ensayo que ha sido finalista del Premio Anagrama y que será lanzado por la misma editorial el 12 de septiembre.



Pregunta.- ¿De dónde surgió la idea de escribir un ensayo sobre las librerías?

Respuesta.- Hace quince años que colecciono librerías, es decir, que cada vez que viajo a alguna ciudad del mundo visito sus librerías más importantes, tomo apuntes, guardo tarjetas, hago fotos... Supongo que en algún momento tenía que trabajar en forma de libro todo ese material y el año pasado, con algunos meses de tiempo para la escritura por delante, me puse a ello.



P.- En esta sociedad digital en la que vivimos y vista la situación precaria del sector tradicional, ¿es su ensayo un obituario temprano de las librerías?

R.- He intentado escribir un libro que sea, al mismo tiempo, crepuscular y esperanzador, apocalíptico e integrado. Espero haberlo conseguido.



P.- ¿Cree que el libro de papel tiene fecha de caducidad?

R- Todos los formatos en que se ha transmitido la cultura escrita han ido caducando. Las tablas, los rollos de papiro, los libros de pergamino o de papel copiados a mano... De modo que algún día los libros impresos también se terminarán. No sabemos si ocurrirá dentro de cincuenta o de mil años. El mundo de las librerías se termina, pero su extinción es tan, pero tan lenta, que en mi opinión no tiene sentido todavía el llanto.



P.- A lo largo de la historia, además de poner libros a disposición del cliente, ¿qué otras funciones han tenido las librerías?

R.- La principal ha sido la de decidir qué se lee y qué no. Es decir, qué influye, qué se traduce, qué se vuelve canónico, qué se vende. Han sido y siguen siendo lugares de prescripción, de tertulia, de deseo, de coleccionismo, de peregrinación, de turismo cultural, de negocio.



P.- Si tuviera que elegir una librería de todas en las que ha estado, ¿cuál sería?

R.- Tal vez Green Apple Books, de San Francisco, porque es un laberinto fascinante, saturado de libros, con un aire de museo, muy pop. No sé, me recuerda a una especie de pulpo mutante de película japonesa. Está llena de lectores, es decir, de gente leyendo en sillas, en el suelo, en cualquier lado. Hay tanto libros nuevos como de segunda mano. La descubrí el año pasado, poco antes de comenzar a escribir el libro, gracias a una amiga que vive cerca. City Lights es un poderoso eclipse, una gran librería, mítica, me encanta, pero prefiero la periferia de Green Apple Books.



P.- ¿Hay alguna librería a la que le hubiese gustado ir en un momento de la historia determinado?

R.- Muchas. La Librería de los Escritores de Moscú, que fue un centro cultural de primera magnitud a principios del siglo pasado. O el Templo de las Musas, la bellísima librería del siglo XIX. Por no hablar de las librerías que Adrienne Monnier y Sylvia Beach tenían en la Rue de l'Odéon de París, probablemente la semilla de la tradición contemporánea de librerías de culto con conciencia de tales.



P.- ¿Es diferente una librería española de una norteamericana, francesa, inglesa o portuguesa? ¿Existe un componente cultural o geográfico en la configuración de una librería?

R.- No substanciales. Las librerías son espacios un tanto apátridas. Siempre hay elementos locales, pero se impone una geometría, una ordenación y unos objetos que son transnacionales. Por otro lado, en el siglo XXI las librerías se acaban pareciendo. Hay un aire de familia, por ejemplo, en el diseño y la atmósfera de madera de La Central y Laie de Barcelona, Robinson Crusoe de Estambul, Hill of Content de Melbourne, The Book Lounge de Ciudad del Cabo, Eterna Cadencia de Buenos Aires y City Lights.



P.- ¿Qué le parecen las grandes superficies de venta de libros?

R.- Estupendas como librerías de urgencia, cuando necesitas una lectura para el tren o para un viaje o un libro como regalo y no tienes tiempo de ir a una librería que cuide más el fondo, que disponga también del catálogo de editoriales pequeñas independientes, con tu librero de confianza.



P.- Hace poco presentaba un decálogo en Jot Down en el que exponía razones para estudiar periodismo en la actualidad. ¿Cree que es una profesión con futuro?

R.- Como la de librero, es una profesión que se basa en la circulación de la información. Las profesiones de la información irán mutando, pero existirán siempre. Es cuestión de formarse en los conceptos, las teorías, los conocimientos de fondo; y de saber adaptar las herramientas a las nuevas tendencias.



P.- Para acabar, como experto en ficción televisiva, ¿qué le está pareciendo el final de Breaking Bad? ¿Alguna otra recomendación catódica?

R.- Sólo he visto el primer capítulo de la traca final y me ha parecido muy bueno. De las series más o menos recientes recomiendo Boss, Rectify y Orange is the New Black, tres tremendas vueltas de tuerca al realismo, muy teleshakespearianas.

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