El escritor Eloy Tizón presenta este viernes su libro Técnicas de iluminación. Foto: Antonio Moreno

Presenta hoy en Tipos Infames su último libro de relatos, 'Técnicas de iluminación'

Reconocido ya como uno de nuestros grandes autores de cuentos, Eloy Tizón (Madrid, 1964) ha vuelto a recibir el abrazo de la crítica con Técnicas de iluminación, que publica Páginas de Espuma. "En general mis libros son bien recibidos y he contado con la complicidad de los lectores, pero quizás desde el punto de vista de la recepción se me valora más desde el relato", reconoce el autor. Su dominio del género chico de las letras brilla más en este último libro, obra de luces y sombras, las que se empiezan a distinguir allá a lo lejos, según se van cumpliendo años. A la literatura, en cambio, esto le viene muy bien, y los cuentos que lo componen, surcados por un haz de luz que los comunica, son los de un escritor seguro, más centrado en las emociones que en las historias concluyentes, que traza un libro no tanto de madurez (esto lo dice él) como de "alguien que alcanza ese sitio cómodo que produce cierto desasosiego". Lo presenta este viernes a las 20 horas en la librería madrileña Tipos Infames, junto a Andrés Neuman.



Pregunta.- Los claroscuros aparecen como referencia común en todos los relatos.

Respuesta.- Hay un hilo sutil. Iba escribiendo cuentos y sabía cuáles entrarían y cuáles no. Elegía los que tenían como tema la luz como elemento físico y metafórico y los que presentaban al protagonista en ese momento de revelación en el entiende quién es. Llevo al personaje al límite, me interesa el personaje que se rompe y muestra quién es por una situación difícil o extrema. Hay una mirada sobre el mundo, las relaciones y un posicionamiento respecto al trabajo con el lenguaje, una unidad común.



P.- Estamos en un momento umbrío, ¿ha querido dejar constancia en el libro?

R.- Un libro que se titula Técnicas de iluminación tiene por fuerza que hablar de las sombras. No es crítico pero sí poco complaciente con el momento actual. Es un libro de madurez o, mejor dicho, de malestar ante la madurez y también hacia el mundo en general.



P.- La crítica sí lo ve como un libro de madurez y celebra su profundidad, su seriedad y su valentía.

R.- Intentas escribir con cierta verdad, asomarte al abismo. Es un error plantear textos desde la frivolidad o desde la falsedad, trato de buscar la forma humana, mirar más hondo ahora que antes. Hoy es menos juguetón todo, hay una especie de gravedad. Se empiezan a ver algunas sombras, no muchas, pero sí algunas.



P.- Su trayectoria también destaca por la originalidad de los tratamientos. ¿Hay una intención de pisar siempre tierra virgen?

R.- Para mí la justificación para publicar un libro es que añada algo nuevo a lo que ya he dicho. Los rechazo cuando tienen una música similar a algo anterior. Hasta ahora he encontrado determinadas áreas en las que seguir explorando y he llegado a un sitio al que no había llegado antes con relatos como Manchas solares y Nautilus, que pasan por ciertas zonas que son inéditas, territorios sin explorar.



P.- Ricardo Senabre aprecia su habilidad para dejar la anécdota en segundo plano y centrarse en las emociones.

R.- Tengo el corazón dividido. Me gusta contar historias pero busco no hacerlo de una manera convencional. Cuando alguien consigue contar una historia interesante, me atrae mucho. Pero también tengo otro lado no narrativo y me atraen los elementos que tienen que ver con la textura de la historia, con la atmósfera. Para mí el equilibro está entre ambos, un argumento mínimo que me dé pie para desarrollar esa intensidad emocional que busco. Pero, sí, literatura para mí es más una experiencia emocional, por encima las ideas o de la historia.



P.- Dígame en qué cuento ha alcanzado mejor estos objetivos.

R.- Quizás con Manchas solares, con el que me identifico, me gusta el que comience siendo una cosa y termine siendo otra. Empieza hablando de la soledad, de la que había escrito, y al final se transforma en un cuento sobre el perdón y la posibilidad de reconciliación. El personaje entra en una madurez pero no complaciente, pues la verdad es que sigue teniendo un montón de dudas. Llega al final feliz menos feliz del mundo, a un equilibrio muy inestable.



P.- ¿Le resulta inestable la madurez?

R.- Tiene más que ver con que cuando eres joven piensas en la madurez como un lugar idílico.



P.- ¿Vive el relato días felices?

R.- Aprecio más interés hoy en el relato por parte de editoriales, los críticos y los escritores. Cuando empecé a publicar había mucho libro de relato y de ocasión publicado por mantener la máquina funcionando. Hoy vivimos un momento creativamente interesante, otra cosa es la recepción desde el punto de vista comercial, son dos caminos que marchan sin encontrarse, pero el momento literariamente es bueno. Hay varias generaciones trabajando simultáneamente con propuestas distintas, desde Zúñiga hasta Hipólito Navarro, Luis Magrinyà, Andrés Neuman, Nuria Labari, Fernando Cañero...

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