Mario Prisuelos

El pianista madrileño presenta este sábado en la Fundación Juan March cinco piezas inéditas en España de Glenn Gould

La excéntrica personalidad de Glenn Gould eclipsó su faceta como compositor. Es cierto que sus impulsos en el terreno de la escritura musical no soportaban largos itinerarios. Dejó muchas partituras sin rematar. Y abandonó el empeño de aportar nuevas piezas a la historia de la música cuando era todavía muy joven. Fue un auténtico bartebly del papel pautado. Pero no deja de ser llamativo que la Fundación Juan March estrene este sábado cinco obras suyas de un tirón, aún inéditas en España. Al fin y al cabo es una leyenda bien trillada por una legión de admiradores, que trascienden incluso los círculos de melómanos. El pianista Mario Prisuelos, en compañía del fagotista Ignacio Soler y el Cuarteto Sacconi, será el encargado de descorchar sus Cinco piezas breves, Dos piezas breves, Sonata para piano, Sonata para fagot y piano y Cuarteto Op. 1.



Pregunta.- ¿Como pianista, Glenn Gould ha sido un referente inspirador para usted?

Respuesta.- De todos los grandes pianistas he extraído algo. La verdad que Glenn Gould no es de los que más me ha marcado. Pero por supuesto no puedo dejar de admirar un músico tan personal, con una visión única. Me rindo ante él. Con Gould me sucede una cosa curiosa. Lo que más destaco de él como intérprete es también lo que me plantea más reservas. Él puso muchas veces su ego por encima de las partituras. Puede hablarse de una cierta soberbia en ese sentido, pero es indudable que su manera de tocar a Bach es admirable.



P.- ¿Le impone el hecho de ejecutar las composiciones de uno de los grandes mitos del piano?

R.-No, he intentado ahondar en Gould como lo hago con cualquier otro autor. Aunque es cierto que son partituras complejas, muy virtuosísticas e idiomáticas...



P.-¿Cómo se explica que piezas de una leyenda como Gould no hayan llegado a España todavía?

R.-Lo cierto es que este concierto es muy especial dentro del entramado de la oferta musical española. Es una joya lo que vamos a presentar. Es difícil dar una explicación a algo así. Supongo que en buena medida se debe a que la personalidad tan llamativa de Gould eclipsó su faceta como compositor. Además dejó de componer cuando era muy joven. Es una pena porque seguro que habría hecho una aportación interesantísima a la historia de la música. Se acerca a la densidad de Schönberg y también contiene muchos guiños a Bach, con pasajes fugados y una escritura muy contrapuntística. Experimenta por diversos caminos. Aunque tiene muy claro lo que quiere.



P.- La Sonata para piano dicen que está inconclusa. ¿Condiciona mucho esa circunstancia a la hora de interpretarla?

R.-No está claro que así sea. Al parecer en el manuscrito hay varias páginas en blanco que hacen sospechar que tenía intención de continuar. Contiene dos movimientos y la pieza completa tiene entidad. No sé qué pensar. Es difícil saberlo.



P.- ¿Se nota de alguna manera que estas obras están ideadas por un pianista?

R.-Sí, se nota, aunque lo que más llama la atención es la ausencia de anotaciones sobre las dinámicas. Parece dejarlas al criterio del intérprete, dando una gran libertad. Lo que sí determina, con mensajes muy curiosos, es el carácter que se le debe imprimir a su música. Escribe al margen, por ejemplo, "Dreamlike" o "Seriously with a mystical effect". De todas formas estas piezas poseen una gran musicalidad y fluidez, por lo que no dan pie a la impostación o a introducir efectos añadidos.



P.- Gould era un pianista con cientos de tics y extravagancias. ¿Usted, por cierto, tiene alguna?

R.-Me considero un pianista sobrio. Creo que las excentricidades te pueden quitar cierta libertad, sobre todo cuando no puedes permitírtelas. Yo apuesto por la sinceridad y la sencillez, y por sentir la música con el alma.



P.- El ciclo en el que se enmarca este concierto se centra en intérpretes que también se prodigaron en la composición. ¿Vislumbra ese horizonte en su carrera?

R.-Sinceramente, no. Hay tanta música que querría tocar que necesitaría tres o cuatro vidas para hacerlo con seguridad y sentimiento. Yo me veo como un actor, que se mete en la piel de los compositores.



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