Guillermo Mora: "Hay una gran carga política en el uso de los colores"
El artista presenta su obra 'cr_O_ma', ganadora del II Premio Audemars Piguet, en la Sala VIP de ARCO
22 febrero, 2014 01:00Repasamos agenda con Guillermo Mora (Alcalá de Henares, 1980) en una de las semanas más frenéticas del año: "Estos días participo en ARCO, con las galerías Formato Cómodo y Casa Triângulo. Aparte, expongo en la sala VIP la obra cr_O_ma, ganadora del II Premio Audemars Piguet. En marzo inauguro en Tabacalera la colectiva Ocho cuestiones espacialmente extraordinarias y estoy preparando para finales de mayo un proyecto para el Espai 4 del Casal Solleric en Palma de Mallorca. Debería ir cerrando fechas para mi próxima individual en Extraspazio, mi galería de Roma, y tengo una muy buena propuesta para otoño, pero no me permiten contar mucho por ahora".
Lo dice contento, con su habitual buen humor, aunque con la prudencia de alguien sensato y humilde. Lleva años indagando en los mecanismos estructurales de la pintura, multiplicando su lenguaje, primero en la Universidad Complutense de Madrid, donde se licenció en 2007, y más tarde en Chicago y Roma. Dice que le interesa todo lo que se va por la tangente aunque aquí contesta sin evasivas. "Cada vez me asustan menos mis ideas", avanza.
P.- ¿No asusta un poco que estalle esta burbuja de "lo joven" y la consecuente operación triunfo?
R.- Voy a cumplir 34 años. Ya no soy tan joven. He de decir que este premio de Audemars Piguet no me ha venido con 20 años. Con esto no digo que mi carrera esté hecha, pero tampoco acabo de salir de la universidad. Tengo la sensación de que en este país pasas de tener un "eterno" Carnet Joven a tener el Carnet de jubilado. ¿Quiénes son realmente jóvenes para mí? La generación nacida en los 90. Esa generación es la que vive bajo la educación operación triunfo, no la nuestra. El otro día hablaba de este tema con Soledad Lorenzo en la exposición Generación 2014. Los artistas jóvenes de ahora no se permiten errar, cometer fallos, desorientarse, perderse... Todo lo que sale de sus manos tiene que estar perfectamente controlado, hecho, perfecto. Eso es lo que me asusta. Son extremadamente correctos. Es una generación que no se da la opción para el error. Y cometer, asumir y asimilar los errores es tan sano, honesto y evolutivo...
P.- Del error o el desecho parten sus obras... ¿De qué modo se puede optimizar la duda, la incertidumbre o el fracaso?
R.- Errar y fracasar son evolutivos. Uno de los problemas de nuestra sociedad es consideran el fracaso como algo negativo. Sentirse perdido y cometer un fallo no es malo. Lo malo es no ser consciente de ello, no interiorizarlo y no aprender de la experiencia. No nos educan a asimilar este tipo de hechos tan frecuentes en nuestra cotidianidad, sino a esconderlos. Fracasar es caer y volver a empezar, como el que está aprendiendo a caminar. Forma parte de todo aprendizaje.
P.- ¿Ha habido muchas lecturas erróneas de su trabajo?
R.- Más bien diría que lecturas sesgadas. Hay una tendencia a leer la pintura desde la superficie y no desde dentro hacia afuera.
P.- Pues vayamos de dentro hacia afuera. Hablemos en términos emocionales...
R.- Siempre se ha hablado de la pintura como un impulso creativo que va de la cabeza a la mano. Yo lo considero como un triángulo formado por mano, cabeza y estómago. Para mí tiene que llevar una parte de cada y satisfacer a cada una de las partes de este triángulo.
P.- Otro triángulo hay en sus obras: son pinturas, esculturas e instalaciones.
R.- Mi trabajo es como un manual de instrucciones incompleto.
P.- Manual principalmente de pintura...
R.- La pintura es el medio que más me interesa. En cualquier de mis obras habrá siempre un componente pictórico, ya queden reflejadas como pinturas, esculturas y/o instalaciones. Mi trabajo se genera a través de los mecanismos de la pintura -o de cómo hacer pintura-.
P.- De lo que habla es de estados fronterizos.
R.- La frontera permite lo uno en lo otro. Es un espacio que genera más preguntas que respuestas.
P.- Hay quien ven en sus obras algo comestible, orgánico. Viendo la exposición que actualmente tiene en la galería en Formato Cómodo, El año que no crecí, diría que tienen algo sexual... ¿En qué modo trabaja con esas ideas?
R.- Me interesa el aspecto comestible de la pintura. El material en sí puede ir de lo más atractivo a lo más repulsivo. Me seduce esa doble cara del medio. Quieres verlo pero también tocarlo. Toda la historia de la pintura ha generado cuerpos, desde lo más antropomórfico a lo más abstracto, y el cuerpo siempre despierta otros sentidos como son el gusto y el tacto. En la pintura no todo es ver y mirar. Respecto al tema sexual de mis obras, es una visión del público que he percibido sobre todo en la individual que tengo ahora en Formato Cómodo. Para empezar, debemos asumir que el espectador siempre busca la forma concreta en las formas abstractas, un "esto es aquello". Son fenómenos proyectivos como diría Enrique Domínguez Perela, uno de los mejores profesores que tuve en Bellas Artes. Me divierte que la gente "proyecte" elementos sexuales en las obras, ya que no sólo conozco facetas de mi trabajo que no percibía, sino que empiezo a conocer la manera de pensar de ese otro: del espectador.
P.- A veces habla del color que define la realidad. ¿De qué color es el tiempo actual?
R.- Hay una gran carga política en el uso de los colores que nos rodean. Sería muy naif pensar que la elección de los colores para hacer un brick de leche o unas zapatillas de deporte no son posicionamientos políticos. Llevamos una temporada viviendo en una dulcificación ácida del color. Si miras un poco atrás, en los últimos cuatro años de crisis los colores han subido de tono, son más vivos. Yo pienso que los momentos económicos y sociales definen los colores que nosotros luego usamos, en todo, hasta en el arte.