Javier Arnaldo durante la presentación del libro en la Librería Científica del CSIC
El historiador publica Modelo museo (Editorial Universidad de Granada), un libro colectivo en el que ejerce de maestro de ceremonias
Pregunta.- Modelo museo: imperan diferentes modelos de museo en el mundo occidental, ¿cuál es el ideal o qué debería tener este modelo ideal?
Respuesta.- El modo en que en ese libro nos referimos al museo no guarda relación con una visión modélica del museo como establecimiento cultural, sino que atiende al museo como fórmula de representación artística que se ha convertido en modelo de creación o incluso en materia prima del trabajo artístico mismo. En este sentido no contempla un modelo ideal de museo, sino que lo presenta como ideal de creación.
P.- ¿Cuál es la función del museo actual?
R.- Conservar y hacer accesibles las obras que custodian es la función que siempre se ha confiado a los museos y con la que siguen cumpliendo. Pero ciertamente cambian los modos en los que se interpreta ese cometido y hoy en día los museos están volcados en labores de atracción de público, es decir, en su propia publicitación.
P.- El coleccionismo, crear patrimonio artístico, está en la base de cualquier museo: ¿cómo enfrentarse hoy a esta labor?
R.- Crear patrimonio artístico debería ser más un motivo de la cultura social que del museo. Los museos pueden comprar, pero no crear patrimonio. Bien es verdad que creen crear patrimonio llenando sus salas. Seguramente la forma adecuada de enfrentarse a ese reto es creando conocimiento. Coleccionar es una forma muy valiosa de conocer, aunque no es fácil hacerlo bien y tiene un reflejo discreto en los beneficios políticos inmediatos de un museo. En nuestro país se prefiere invertir en la creación de espacios y en la programación de exposiciones temporales, no en la adquisición de obras. Si se compra algo, suele hacerse por lotes.
P.- Hay museos importantes en España, pienso en los grandes, Prado, Thyssen, Reina, equiparables a centros europeos, pero qué hay del museo mediano y pequeño, tipo Kunsthalle europea, como el CA2M, por ejemplo, ¿qué papel cumplen?
R.- La Kunsthalle es una invención espléndida, en la que la implicación de la comunidad en dotarse de un espacio en el que honrar a las artes es decisiva. No creo que se distinga por su carácter menor. Todo proyecto de esas características, como más o menos quieren serlo el CA2M, Intermediae, Santa Mónica y otros, está llamado a cumplir un papel fundamental.
P.- Al margen unos pocos, estos centros más pequeños sobreviven con dificultad, algunos existentes todavía pero invisibles, ¿qué ha pasado con nuestros museos, creados con entusiasmo hace 10 o 15 años y hoy vacíos de contenido en muchos casos?
R.- Cada museo tiene su medida. Hay espacios muy grandes que nos parecen vacíos de contenido porque muestran muy poca cosa. El problema es más del continente que del contenido. Poco contenido puede ser mucha emoción, pero en espacios más pequeños y menos previsibles.
P.- Está claro que la crisis de los últimos años no ha ayudado pero ¿qué se puede hacer a partir de ahora?
R.- La crisis es siempre una ocasión de cambio, antes cultural que político. En ese cambio necesariamente los museos deben aprender que su papel sólo puede ser discreto. A los museos les corresponde un papel civilizador, pero no son la fórmula de la civilización. De hacer algo, yo creo que merece la pena tomar en serio para la cultura museística lo que decía Wilhelm von Humboldt para la enseñanza. Humboldt recomendaba que la enseñanza pusiera a prueba la conveniencia del Estado en la formación humana, y se propusiera educar no ciudadanos, no súbditos (en nuestro caso, sujetos del consumo), sino personas.
P.- Se ha hablado mucho, sobre todo en los tiempos del "boom museográfico", del museo como templo del siglo XXI, como nueva catedral, ¿qué hay de esto en su opinión, son realmente los nuevos templos?
R.- Aunque el museo público no sea un espacio de oración, sí funciona como nuevo templo, no tanto de las Musas, como dice engañosamente su etimología, sino un templo en el que la nación celebra el culto a sí misma.
P.- Por un lado están las colas a las puertas de algunos de estos centros y por otro la incomprensión hacia el arte contemporáneo, ¿por qué esta paradoja? ¿Qué hace tan atractivo al museo independientemente del contenido?
R.- Adonde van mayores recursos económicos se dirige más público. La novedad cara es la más atractiva para el público. Tenemos un ejemplo en el Museo Arqueológico Nacional, muy visitado después de su reforma. Pero tristemente hay que decir que la gente asiste sin escandalizarse a un museo que ha sido destruido por la administración. Se ha invertido una cifra de dinero colosal en destruir la arquitectura y en anular y masacrar mediante una museografía estúpida el valor cultural de una colección importantísima. La gran paradoja es que los museos puedan servir para arruinar la memoria.
P.- Hace tiempo que no se inauguran museos en España (renovaciones o ampliaciones al margen) pero, ¿cree que el llamado Modelo Guggenheim con todo lo que conlleva sería hoy viable?
R.- La fórmula del Guggenheim, esto es el museo con una estructura empresarial fuerte, preparada para la máxima explotación económica de su patrimonio artístico y dotada de una red de concesionarios, está siendo imitada (pienso, por ejemplo, en la Tate, un museo que quiere servir de estandarte a la cultura de la globalización) y tiene vida por delante. Pero que tenga viabilidad no significa que señale la vía más interesante.
P.-¿Cuál es el reto más claro e importante del museo del siglo XXI?
R.- El museo tiene cada vez más difícil preservar su autonomía. Probablemente su gran reto de futuro es trabajar a favor de ésta, de modo que los establecimientos museológicos se parezcan menos unos a otros y más a sí mismos y a sus bienes. Por otro lado, los intereses de la economía política y de los tecnólogos de la información y la comunicación presionan fuertemente sobre el museo, un espacio de prestigio del que se sirven cada vez más. El reto está en saber mejor a qué y a quién se sirve.