Estos días coinciden varias obras de teatro dirigidas por él en la cartelera madrileña. Además de la imperecedera Burundanga, El nombre y dos obras de su laboratorio El Reló Producciones
Gabriel Olivares ha ido encadenando un éxito tras otro hasta convertirse en un nombre fijo de la cartelera teatral madrileña. El director dio el bombazo hace tres años con Burundanga, de Jordi Galcerán, que sigue viva y ya suma mil funciones. Estos días, otros tres espectáculos de la capital llevan su firma: La caja, en el Arlequín; Verónica -a partir de la próxima semana- y El nombre en el Maravillas. Esta última es una adaptación de Galcerán de la aclamada comedia francesa escrita por Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte. La premisa de la que parte la obra es la elección de nombre para un bebé, un pequeño conflicto que provoca una desaforada pelea entre cinco amigos -interpretados por Amparo Larrañaga, Antonio Molero, Jorge Bosch, César Camino y Kira Miró- que desentierra viejos rencores y reabre heridas mal suturadas.Pregunta.- Lleva casi un mes en el Maravillas con El nombre. ¿Qué respuesta del público ha tenido la obra en estas primeras semanas?
Respuesta.- No puede ir mejor, llenamos el teatro a diario y eso que estamos prácticamente al final de la temporada teatral.
P.- ¿Hasta cuándo estará la obra en Madrid? ¿Tienen cerrada ya la gira?
R.- Estaremos hasta noviembre sin posibilidad de prórroga porque vuelve al Maravillas El crédito, de Galcerán. Tenemos firmada una gira de casi cien bolos y luego seguro que la obra volverá a Madrid por el éxito que está teniendo.
P.- Partía con buenas cartas: el éxito de la obra y la película francesas y el éxito de la versión catalana, también de Galcerán, dirigida y protagonizada por Joel Joan.
R.- Sí, pero eso también te pone en una situación de responsabilidad extra, no puedes fastidiarla. Pero parece que la cosa ha salido bien. De todas formas, cada versión es muy diferente a las demás. En la catalana, todo gira alrededor de Joel Joan, que allí es una estrella. Aquí la obra es más coral. También es muy distinta de la obra francesa y de la película, nuestra versión es más pasional.
P.- Esta obra está en la línea de otras comedias francesas como Un dios salvaje, de Yasmina Reza, en las que un conflicto aparentemente sencillo desata un vendaval de reproches y trapos sucios entre los personajes.
R.- Sí, la comedia francesa es un teatro aparentemente anecdótico, con pequeños giros que mueven por dentro algo muy grande. El anglosajón suele tener una trama más espectacular, pero el movimiento que provoca es el mismo. He dirigido bastantes textos franceses y me siento muy cómodo con este estilo, que obliga al espectador a dialogar con la función y encontrar las claves poco a poco.
P.- ¿Cómo definiría el humor de El nombre?
R.- Es un humor que está muy cerca del espectador, que siente que podría estar sentado con esa gente en la cena. Nos enfrenta a lo tercos y lo miserables que todos podemos llegar a ser.
P.- Trabaja muy a menudo con textos originales o adaptaciones de Jordi Galcerán. ¿Qué implica trabajar con el rey de la taquilla?
R.- Jordi lo pone muy fácil. Es el autor vivo en castellano más representado en todo el mundo. Como todos los que son buenos de verdad, es generoso y te deja hacer. Tiene una confianza total en el equipo, como no puede ser de otra manera. Tiene un oído único para los diálogos y las situaciones cómicas con mucho fondo.
P.- ¿En qué aspectos de la dirección se centra más?
R.- Yo uso el texto como punto de arranque para que algo empiece a ocurrir entre los actores. Cada vez ordeno menos, sino que trato de crear las circunstancias propicias para que todo el mundo involucrado en la obra escuche el texto y se nos revele la función poco a poco. Esto ocurre a veces y otras veces, no. En El nombre, este método ha funcionado desde el primer momento.
P.- Combina su éxito en el teatro comercial con otro tipo de experiencias más libres con su compañía El Reló Producciones. ¿Cómo se le ocurrió crear este laboratorio teatral?
R.- Como director de teatro comercial -término que no considero en absoluto peyorativo- estoy encantado, pero sentía que me faltaba algo. En el teatro comercial tienes cinco semanas para montar una obra y me gusta más abordar el teatro como una investigación, así que alquilé un local y empecé a entrenar con un grupo de actores. La caja y Verónica son nuestros primeros espectáculos. Ahora somos una compañía casi estable, algo muy difícil de crear en estos tiempos. No paro de trabajar y a veces pienso que necesito parar un poco, pero si lo hago será para centrarme más en esta faceta experimental.
P.- Usted se formó para ser director de cine. Llegó a rodar varios cortos y ha trabajado en equipos de dirección de algunos largometrajes. ¿Abandonó esa faceta por completo?
R.- No, estoy preparándolo todo para rodar mi primer largometraje como director este verano, pero tal como están las cosas en cuanto a subvenciones, negociaciones con las televisiones y demás, es más fácil dirigir teatro.