Detrás de la inclasificable creación que supone Fabricar historias se encuentran más de diez años de dedicación del laureado Chris Ware. Las catorce piezas contenidas en la caja -sí, he dicho caja- nos cuentan las desventuras desde la infancia a la madurez de una mujer marcada por un defecto: llevar una prótesis en una pierna mutilada. Así dicho, quizá este cómic no posea el atractivo de una aventura superheroica o un relato gótico sobre zombies. Ni falta que hace. Fabricar Historias propone un viaje interior a las profundidades de las emociones que tiene más de gran literatura o cine de altos vuelos que de pasatiempo adolescente. Y es que la experiencia que propone el autor americano resulta innovadora y poderosa. Aunque aviso pronto: disfrutar de este cómic exige concentración y sensibilidad.
Buceando por las diferentes narraciones (básicamente una por cada pieza y sin un orden establecido de lectura), se nos revelan las incertidumbres de la protagonista amplificadas por sus reflexiones y la soledad que la acompaña. Su existencia es minuciosamente analizada por pensamientos en conflicto, un caso paradigmático de disonancia cognitiva donde la búsqueda de sentido a la propia existencia se realiza a través de la relación con los otros. Mientras nos recuerda la necesidad inagotable del ser humano por sentir y aceptarse. Un proceso quirúrgico construido mediante un dibujo preciso y detallista dotado de un lirismo inusual que demuestra el dominio máximo de la ilustración del maestro Ware.
Cuando se termina de leer Fabricar historias resuenan en nuestra mente los lances que propone la vida y que impulsan a sobrevivir. Y lo hace invitándonos a una sutil reflexión: ¿somos quién queremos ser o el destino decidió por nosotros? Todo un reto intenso y provocador.