Lorenzo Silva. Foto: Antonio Heredia.

El escritor madrileño publica Los cuerpos extraños, octava entrega de las aventuras de los guardias civiles Rubén Bevilacqua y Silvia Chamorro.

El día del cumpleaños de su madre, Rubén Bevilacqua recibe una llamada de su jefe. "Tenemos una emergencia, ya te lo imaginas. Alguien se ha cobrado una buena pieza y va a haber follón. Ha aparecido muerta una alcaldesa". El brigada Vila coge el coche y toma la carretera hacia Madrid. Y de ahí al Levante, al pueblo de la alcaldesa muerta, en donde investigará un suceso que implica a políticos locales, mafias y gentes aparentemente ajenas a cualquier hecho delictivo. Con estas premisas, Lorenzo Silva (Madrid, 1966) ha armado la trama de Los cuerpos extraños (Destino), su última novela negra, y ya van ocho, de la saga de Bevilacqua y Chamorro. ¿Qué ha cambiado desde la primera? En apariencia no mucho: "El impulso inicial sigue vivo y quienes más evolucionan son mis personajes, que se van haciendo mayores y ven, ya, las cosas con más distancia". Una distancia que les servirá para no naufragar en el lodo de una trama corrupta que, aunque desagua en el Levante, tiene orígenes inaprensibles y difusos.



Pregunta.- Introduce en esta novela un crimen político, y esto le sirve para abordar el tema de la corrupción. ¿Cree que la novela negra es el vehículo literario más propicio para denunciar los abusos de poder?

Respuesta.- Toda novela tiene una carga política. Pero la novela negra más, si cabe, pues tiene esa vocación de acercarse a las grietas y a las fisuras sociales. Si uno plantea la novela así, desde ese enfoque, es inevitable acabar tropezando con la política. Primero, porque la política es parte de la sociedad y, segundo, porque suele moverse en esos espacios dudosos, en esas grietas.



P.- ¿Diría que su trabajo es, de algún modo, como el de un periodista que investiga y analiza la actualidad?

R.- Es bastante parecido en algún sentido, sí. Me gusta hacer periodismo y crónica de sucesos porque lo aprovecho para mis novelas. Todas mis historias salen de ahí, de los periódicos. Pero la literatura trata de buscar un discurso que se aleje de la historia concreta, lo cual es radicalmente distinto al periodismo, y que trate de extraer la esencia de los conflictos. La literatura te deja acercarte a esas esencias con mucha libertad. El periodista está siempre constreñido por la perentoriedad de la crónica, por la limitación del espacio y del tiempo y por otras restricciones aún más importantes, como los hechos.



P.- ¿Qué tienen los sucesos que tanto gustan a los lectores?

R.- Lo bueno que tienen los sucesos o los crímenes es que son la expresión de un fallo, la expresión de una rotura: es muy difícil hacer propaganda al hablar de sucesos. Es necesaria la verdad, y yo creo que las verdades son bastantes terapéuticas y, aunque sean incómodas, nos atraen especialmente.



P.- Hacía referencia a la perentoriedad del periodismo, que suele ser una de sus condenas. Pero la novela negra tiene algo que perdura, y que perdura a lo largo de las generaciones. ¿Qué cree que es?

R.- Yo creo que la novela negra perdura en la medida en que huye de esas urgencias del periodismo. El periodismo necesita del espectáculo para estar en la primera plana, y eso se pasa con suma facilidad. En el caso de los sucesos, a veces ese espectáculo hace que se sacrifiquen muchos aspectos de una historia criminal, que son a menudo interesantes, por densidad y significados. La novela negra es la forma de acercarse a los crímenes entrando en esas dimensiones que a veces la crónica periodística deja olvidadas. Los porqués caben con dificultad en una crónica, y no te digo ya los porqués de los porqués. En cambio, en literatura la profundidad es ilimitada.



P.- ¿Nunca se ha planteado escribir una novela de no ficción sobre un suceso? R.- Es que es difícil, porque hay que tener muy bien amarrados todos los datos. Como mucho he logrado escribir algún relato de seis o siete páginas, con lo que sabía y tenía contrastado. Me parece un ejercicio atractivo, pero muy difícil. De momento, prefiero la novela, en la que todo es verdad dentro de la clave de la ficción.



P.- ¿Y qué elementos no han de faltar en una buena novela negra?

R.- Pues yo diría que, como cualquier novela, ha de tener en primer lugar voluntad de estilo. Creo que debe tener un personaje con carisma, y ese carisma puede ser negativo o positivo. Creo que también debe haber un cierto aire de verdad, de veracidad. Y, al final, y puede que por encima de todo lo anterior, es importante aquello que decía Chandler: "Todo empieza en la poesía". Y esto aunque le pese a tanta gente que dice que la novela negra es totalmente prosaica.



P.- ¿Cree que aún queda campo para experimentar y avanzar en el género?

R.- Sí, sí, estoy convencido: la limitación de cualquier creador es la de su propia ambición. La novela negra es verdad que ofrece unas coordenadas, pero a partir de ahí cada uno puede jugar, y hay mucho espacio. Como hay mucha materia prima y muchas historias. La novela, no solo la negra, ha triunfado porque es un molde extraordinariamente flexible.



P.-Por último, para escribir Los cuerpos extraños se inspiró en el asesinato del alcalde de Polop. ¿Qué le llamó la atención de ese crimen?

R.- Me dio la idea inicial, pero no hay en la novela un trasunto literario o ficcional de esa historia, puesto que, además, está pendiente de juicio. Todo lo que iba saliendo de ese crimen, que era tremendo, muy inquietante, me empujó a escribir sobre ello: el asesinato de un alcalde de una población mediana, una ejecución por parte de unos sicarios a la puerta de su casa, y luego toda esa mezcla de poder político, dinero negro, crimen organizado...

Ver otros Buenos Días