Jesús Ferrero

El escritor publica Doctor Zibelius, una novela que plantea el dilema del transplante de cerebro.

El cerebro es hoy la estrella de la ciencia. Todos los días nos sorprende alguna nueva información sobre los increíbles hallazgos de las neurociencias, sabemos de los avances en la consecución de un mapa del cerebro y se reinterpretan desde puntos de vista novedosos debates clásicos como los que atañen al libre albedrío, la identidad o la memoria. Doctor Zibelius (Algaida, 20014), la última novela de Jesús Ferrero, recoge precisamente la hipótesis -cada vez más cercana de la realidad- de los transplantes de cerebro y plantea las disyuntivas que suscitarían. El libro, que se ha llevado este año el premio Logroño de novela, no bebe tanto de mitos obvios como el Frankenstein de Shelley, recalca su autor, como de las posibilidades técnicas de la medicina actual.



Pregunta.- En Doctor Zibelius, al imaginarse la posibilidad del trasplante de cerebros, ¿lo que se discute es, en el fondo, cuál es la casa del alma?

Respuesta.- Sí, eso es lo que se discute desde el principio: dónde ubicar el alma. Todo indica, ya desde la argumentación de Shoemaker, que el alma reside en el cerebro, pero el desarrollo de los personajes de la novela me fue indicando que el cuerpo también tiene memoria. Los poetas lo han sabido siempre.



P.- El filósofo de la mente Daniel Dennet dijo, al referirse a los trasplantes de cerebros que habría que llamarlos más bien "trasplantes de cuerpo" . Y la neurociencia ha superado el dualismo cartesiano. ¿Sentimos con el cerebro? ¿Pensamos con el cuerpo?

R.- Soy consciente de que tendría que llamarse "trasplante de cuerpo", pero siempre que consideremos que el cerebro es la residencia única y total de nuestra identidad, algo que yo dudo. No quiero entrar en la polémica de si sentimos con el cuerpo y pensamos con el cerebro o al revés. Es un problema que aparece en la novela pero que no es el principal. Lo que yo planteo es más preciso y fundamental: ¿tiene memoria el cuerpo como la tiene el cerebro?



P.- Por ejemplo, ¿qué o quién ha escrito Doctor Zibelius?

R.- Diría que la escritura está en estrecha relación con la memoria, empezando por la memoria del lenguaje que nos acompaña en todo momento. Diría que la novela la han escrito la memoria de mi cerebro y la de mi cuerpo. Y todas mis otras novelas también.



P.- Los referentes fantásticos son aquí numerosos, el más obvio Frankenstein.

R.- Lo diré con claridad: más que inspirarme en los escritores que me han precedido en el género de la ficción científica, me he inspirado en los números artículos que ya se han escrito sobre trasplantes de cabeza en animales, llevados a cabo con cierto éxito, ya desde los años cincuenta del siglo pasado. Entremos en razón: me he inspirado en la realidad pura y dura de la medicina. ¡Los trasplantes de cabeza ya se han llevado a cabo! ¿Para qué te vas a inspirar en la literatura si son cosas que ya las tienes ante ti, en los dominios de la realidad? Bien es cierto que esa circunstancia es compatible con el hecho de nombrar y hasta ensalzar a escritores que te precedieron con temas parecidos, aunque tus conclusiones sean radicalmente diferentes a las de ellos.



P.- Si Mary Shelley advertía, desde el romanticismo, de las pretensiones totalitarias de la ciencia, hoy, que la ciencia lo domina todo, ¿cuál es su Casandra?

R.- No creo que se trate de un nuevo Frankenstein: se trata de plantearse un traslado de alma que tiene poco que ver con la criatura de Mary Shelley, tanto en el planteamiento de la historia, como en su desarrollo y sus conclusiones. Yo no satanizo la ciencia, y el problema de mi criatura es el de ubicarse en un cuerpo que le resulta ajeno y que además tiene memoria porque es el cuerpo de un vicioso, y como dice Zibelius, "los cuerpos de los viciosos tienen mucha memoria".



P.- Va usted de premio en premio. En tiempos tan tormentosos para el libro, ¿son los premios los salvavidas del escritor, un asunto de estricta supervivencia?

R.- Los premios literarios los inventaron los griegos; Sófocles ganaba a veces, y Eurípides. Todos los inventos griegos son emocionantes y duran. A los griegos les encantaba competir, y a nosotros también. Por lo demás, los premios están en estrecha relación con la supervivencia del escritor, ahora y siempre.



P.- Acostumbra a usar con fluidez el puente aéreo entre la narrativa y el ensayo. ¿En cuál se siente como en casa y en cuál como turista?

R.- El turismo no es lo mío, yo soy más bien un viajero; por eso he vivido en unos siete países diferentes y rara vez he permanecido en una misma ciudad más de diez años. No me siento turista en ningún género, y a partir de ahora alternaré más la novela con el ensayo.

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