Daniel Verbis
El suyo es un humor cáustico, tan elástico e irónico como los juegos de palabras que dan título a sus obras. ¿Su preferido? "Pijo, hijo, ojo de vecino es un título muy ambiguo y duchampiano, y tiene una especie de inocente lascivia que me sigue gustando", dice Daniel Verbis (León, 1968). Con él ganó el primer Premio L'Oreal de Pintura en 1998, con veinte años, poco antes de que le fichara el galerista sevillano Rafael Ortiz para brindarle su primera individual en el 2000. Humor propio, la tituló. Fue la primera de muchas, como esta última llamada Histerianimal, que inaugura hoy en esta galería en Sevilla. No tarda uno en imaginarse a Verbis como un "animal histérico", como diría Pessoa, y tampoco él lo niega: "Cualquier cosa que se haga con un mínimo de pasión corre el riesgo de convertirse en una obsesión. En muchas ocasiones le entregas todo a la pintura y no sacas nada en limpio. En este desfase entre la intención y el resultado mágicamente se produce una revelación: en nosotros hay algo más".Pregunta.- Titula su exposición Histerianimal. ¿Es una metáfora de su labor como artista?
Respuesta.- Histerianimal es una vía especulativa en mi pintura que parte de aspectos parciales de mundo animal y vegetal. Es una pintura de figuras que se miran en el espejo deformante del collage multiorgánico. Aquí lo natural es un espacio interferido, extraído, extractado, extenso. De todas formas, es más que nada un título de futuro, es decir, un concepto que me posibilita seguir pintando.
P.- Haga autocrítica. ¿Cómo ve su pintura?
R.- Como un síntoma de mi descontento y una forma de protesta. Si hay que hacer cachivaches, si hay que neutralizar las formas, si hay que parecer interesante no por lo que se dice sino por lo que uno calla, si hay que ser digital para no quedarte atrás…, pues yo voy y pinto. Siempre he ido un poco a la contra. Cuando alguien me ha señalado como el artista que hace esto o aquello, he dado un giro de 180 grados. Hay una pintura conceptual y figurativa que se acepta sin problemas, que discurre en paralelo al objetualismo conceptual y al discurso político-social-reivindicativo. Ahora bien, una pintura totalmente subjetiva alejada de lo que interesa mediáticamente y que parece más un capricho que una necesidad, es algo difícil de encajar en cualquier programa curatorial actual. Creo que atino si te digo que en este momento estoy trabajando en el capricho de ser yo mismo.
P.- Definamos ese capricho. ¿Qué es lo que Daniel Verbis tiene que decirle al mundo?
R.- Como cualquier otro artista, no hago otra cosa que levantar acta del descuartizamiento contemporáneo. Este parece ser el abecé del artista profesional. Lo que intento es ligar fragmentos inconexos de la realidad y ver si el monstruo puede entreverse, hablar, sentir, soñar...
P.- Dice que milita en la pintura con cierta angustia...
R.- El artista es alguien que no encuentra alivio en su deseo de comunicación. En mi caso esas incompatibilidades emocionales se expresan a través de la pintura. Siempre he convivido con la inquietante sensación de que me inventaba, de que me inventaba con la seguridad que te da la intuición y con la inseguridad que te da la falta de previsión. En cualquier caso, la pintura actualmente para mí sólo puede seguir un camino: distanciarse de lo aproximado.
En un lugar sin corazón, 2013
P.- Muchas veces diluye las fronteras de lo escultórico y lo pictórico. ¿Qué busca en ese traspasar límites? R.- A la hora de trabajar, intento situarme en un lugar donde el pensamiento esté sujeto a unas condiciones de producción híbridas (racionales y animales, físicas y psíquicas), unas condiciones que son las del propio cuerpo desplazado y que puede materializarse como pintura o como objeto tridimensional. Así pues las cosas fluyen con naturalidad hacia lo tridimensional. Diría que tengo que hacer un esfuerzo conceptual mayor a lo hora de pintar.
P.- ¿Es el mundo del arte un lugar sin corazón, como titula una de sus últimas obras?
R.- En este mundo "tan solidario", tan solitario, lo que triunfa es el egoísmo en su forma más inteligente: digo y hago en la medida que eso me produzca un beneficio, organizo formas y defiendo ideas siempre que me faciliten ser aceptado, ser consumido. Al artista, que siempre ha sido un amateur (inventor, ensayista, experimentador), se le exige ser un súper profesional. Pero un profesional que no incomode, que no irrite, que no nos contraríe. Si no eres un chico simpático y transiges con ciertas cosas serás cuestionado por el sistema y no recibes tu trozo del pastel.
P.- Luis Gordillo nos decía hace poco que él no ha podido tragarse a Duchamp todavía. ¿Dónde llega su creencia en el arte?
R.- Duchamp es inevitable; es el salvavidas necesario si quieres sumergirte en las turbulentas aguas de lo súper-contemporáneo. De todas formas, Duchamp fue un artista camaleónico, así que hay muchos "duchamps" para elegir, en esto no hay problema. Los críticos normalmente asocian a Duchamp con el ready made, pero en la partida de ajedrez del arte contemporáneo que él inició, el ready made es un simple alfil así que yo me quedo con el Duchamp hiper retiniano del Grand Verre o Étant Donnés. Con esto quiero decir que en el arte, y bueno, también en la vida, prefiero el aspecto sexual al desafecto conceptual.
P.- ¿Todo vale en el arte?
R.- Una gran parte de lo que se llama arte es más bien algún tipo de manifestación cultural o actividad social o institucional, y otra gran parte de lo que se hace son bromas o tonterías que no tienen ningún recorrido y no llegan a calar en los espectadores. Para mí, una condición del arte es que sea memorable, es decir, que no se olvide con facilidad. En alguna medida, debe renovar nuestros esquemas de comprensión de lo real y conmovernos, porque si algo no nos conmueve tampoco nos transforma.
P.- ¿Qué es lo mejor y lo peor del actual sistema artístico en nuestro país?
R.- Bueno el tiempo pone a cada uno en su lugar. Siempre habrá loobys y "opinadores" influyentes pero si evitamos el cortoplacismo y si con un poco de suerte el mercado del arte se reaviva mínimamente, el artista saldrá adelante. Dicen que el arte está en crisis pero siempre ha estado y siempre estará en crisis porque esa es la condición de su posibilidad. El problema ahora es que se han destrozado las débiles bases en las que se asentaba el mercado (las instituciones ya no compran y el coleccionista privado compra barato y menos). Más que nunca los artistas trabajamos por amor al arte, aunque todos tenemos un límite. Para muchos artistas, jóvenes y no tan jóvenes, la situación es precaria. Uno tendría que levantarse cada mañana y decir: "a la mierda" con la puñetera crisis y ponerse a trabajar sin más. Decir: aunque duela yo no me quejo.