Image: Pierre Gonnord

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El Cultural

Pierre Gonnord: "La fotografía es mi viaje personal, llevo siempre las cámaras en el maletero"

El fotógrafo es el artista invitado de Forosur Cáceres, que se celebra este fin de semana. Allí presenta su último trabajo, Gaia, una serie de retratos de personas que viven de la agricultura.

24 octubre, 2014 02:00

Ya podemos decir que Pierre Gonnord (Cholet, 1963) ha vivido más tiempo en España que en Francia. El 8 de octubre se cumplieron 26 años de su llegada a Madrid, y tiene 51. El fotógrafo, conocido por sus imponentes retratos, es el artista invitado de Forosur Cáceres, el festival de arte de la ciudad extremeña comisariado por Rosina Gómez-Baeza, que en esta edición tiene la fotografía como leitmotiv. En el palacio renacentista de Hernando de Ovando, el artista presenta Gaia, una serie de retratos de la gente que vive de la agricultura en aquellas tierras. Pregunta.- ¿Qué presenta en Gaia? Respuesta.- Son retratos de gente muy humilde conectada a la tierra, personas de ambos lados de la frontera entre Extremadura y Portugal, desde la Sierra de Ancares bajando al Alentejo. Son agricultores mayores que viven de labrar su propia tierra y jóvenes braceros, payos y gitanos, que trabajan parcelas ajenas. P.- ¿Incluye algún paisaje, como en series anteriores? R.- Sí, la serie se abre con un paisaje que ocupa toda la pared del zaguán en el que se ve una parcela de trigo segado. En ella se nota la presencia de la mano del hombre que ha labrado y cultivado la tierra, una tierra de la que hemos nacido y a la que volveremos. Además presento tres retratos de animales, dos caballos y un carnero, que refuerzan esta alegoría de la conexión con la naturaleza.

Pierre Gonnord: Rui, 2009.

P.- ¿Cómo dialogan sus fotografías con este palacio del siglo XV? R.- Es un palacio muy importante de la historia de Cáceres, con una arquitectura renacentista muy sobria que encaja muy bien con los rostros y la esencia de la tierra que presento en esta exposición. P.- ¿Qué le aporta el medio rural como fotógrafo? R.- El campo y el viaje son, para los que vivimos en las ciudades, una fuente muy grande de enseñanza e inspiración. Estos entornos me permiten crear una ficción en la que hay mucha verdad, ya que nos habla de nuestros orígenes y nuestro futuro, con un componente de tragedia griega por la presencia tan fuerte de la tierra. P.- ¿Cómo se puede remitir a todo eso retratando simplemente un rostro? ¿Dónde está la clave? R.- La clave está en el público, que se enfrenta a unas miradas no siempre marginadas pero que van desapareciendo. Los retratados tienen una herencia cultural muy fuerte, el agricultor o el gitano sabe de dónde viene, mientras que en la ciudad nuestras identidades se mezclan y se confunden. Lo maravilloso del retrato es su atemporalidad, que nos remite tanto a nuestros orígenes como a nuestro destino. Sus rostros son espejos. P.- Usted no es de los que llegan, hacen la foto y se van. ¿Cuántos días pasa con una comunidad para sacar una decena de imágenes? R.- No lo calculo en términos de rentabilidad. Por ejemplo, llevo dos años yendo a Portugal y en cada viaje hago unas cuantas imágenes. La semana pasada estuve ayudando a unas familias con unas cuestiones de alojamiento. Luego les pedí que me ayudaran para hacer unas fotos del paisaje desde la distancia, con figuras humanas diminutas. Cruzaron por segunda vez el Guadiana con sus caballos sólo para ayudarme. Me gusta implicarme en una comunidad y establecer una relación fraternal con las personas que retrato.

Pierre Gonnord: Incendio VII, 2009.

P.- ¿Cómo y por qué llegó a Madrid y por qué se quedó? R.- Yo estudié economía y marketing y estaba trabajando en una multinacional en París, envuelto en la niebla. Vine a Madrid, una ciudad de color, para aprender español durante seis meses, trabajando en una pyme, y me quedé atrapado. Llegué con 25 años y hace 26 que estoy aquí. Casi toda mi obra la he realizado en esta península, salvo algunas incursiones en París, en Japón, en Alabama... P.- Se inició en la fotografía de manera autodidacta. ¿Cómo nació en usted ese interés? R.- Crecí en un país con una educación muy avanzada. Ningún país apoyaba tanto la fotografía entonces como Francia y Estados Unidos. En los programas de televisión infantiles hablaban de Brassaï y mi abuelo me llevaba a ver la colección de fotografía del Palais de Tokyo. Lo que más me marcó fue la fuerza de los retratos y cómo una emulsión puede atrapar algo vivo para siempre. Por eso desde niño quise ser fotógrafo. P.- En alguna ocasión ha dicho que la fotografía no es para usted una profesión, sino un modo de vida. R.- Para mí la fotografía es un viaje personal. Siempre llevo las cámaras y los flashes en el maletero. La semana que viene vuelvo al fondo de una mina a retratar mineros. Luego iré a Almería a retratar a los braceros de hoy, he conocido a una comunidad senegalesa hace poco y quiero descubrir qué energía trae esta gente de África. Esta mañana he vuelto a ver las imágenes de los inmigrantes encaramados a la reja de Melilla. Siento mucha pena y empatía en estos momentos duros de inmigración. P.- Se ha relacionado con todo tipo de clanes y grupos sociales. ¿Cuál le ha dejado una huella mayor? R.- Los gitanos, sin duda. El año pasado estuve mucho tiempo con ellos, fueron encuentros muy intensos. Es un pueblo que me fascina por su forma de ser, de expresarse y de relacionarse. Hay muchas ideas negativas sobre ellos, pero es muy difícil llegar a conocerlos. He estado relacionándome familias del Alentejo portugués durante dos años y medio. Cuando vas solo de visita no puedes llegar a su alma.