Miguel Ángel Solá.

El actor está en el Teatro Galileo con Testosterona hasta el 14 de diciembre.

Miguel Ángel Solá (San Carlos de Bolivar, Argentina; 1950) regresa a los escenarios, en concreto al Teatro Galileo (Galileo, 39), con Testosterona, una obra escrita por la periodista mexicana Sabina Berman acerca de los entresijos de las decisiones que se toman en el piso más alto de un rascacielos, aquellas que para bien o para mal afectan a millones. Solá se mete en la piel de Antonio, director de un periódico de gran influencia que cita a uno de sus subdirectores para explicarle el método con que se decidirá su sucesión. Ellá es Miky, interpretada por Paula Cancio en su primer papel en el teatro, una trabajadora aguda y experta en dinámicas de cooperación, antigua alumna de Antonio y, posiblemente, amor platónico. Pero, pese a su sobrada preparación, ¿tiene suficiente Testosterona para un puesto así? Miguel Ángel Solá no lo desvela, eso solo podrán resolverlo quienes pasen por el Teatro Galileo.



Pregunta.- ¿Cuándo y cómo llegó este proyecto a sus manos?

Respuesta.- El texto me llegó primero desde Argentina para que fuera a hacerlo allí pero no lo leí porque no me hacían una oferta concreta. Me esperé un tiempo y entonces me llamó mi representante para decirme que se lo iban a pensar por el tema de que tenían que pagarme billete de avión... A mí todo esto me desconcertó un poco y el caso es que no lo leí. Poco tiempo después Lope García Tamariz me envió una obra que no tenía el mismo título, ahora era Doble o nada, y se la di a Paula (Cancio) para que la leyera porque habíamos estado trabajando en la adaptación de otros dos textos en los que, de alguna manera, el diablo metió la cola para que nos quitaran los derechos a última hora, cuando llevábamos ya trabajando un tiempo en ellos. Paula me dijo que tenía mucha chicha. Entonces la leí y fue cuando, después de hablar de nuevo con Lope, me enteré de que era la misma obra que me habían mandado de Buenos Aires. Me gustó, y me decidí a hacerla con Fernando Benués. Empezamos a trabajar y, en un mes y días, está ya montada.



P.- ¿Qué elementos de la obra le llamaron la atención en un primer momento?

R.- El texto tenía varias cosas a tener en cuenta. Primero, la lucha de poder en las altas esferas. Después, la posición de la mujer en esta lucha de poder. Y, por último, hasta que punto la mujer puede proponer sus propias ideas para fijar una forma de poder determinada dentro de esta sociedad. Hasta que punto puede proponer un rumbo diferente del establecido. Me refiero al rumbo de esa gente que suele gobernar, como Rodrigo Rato o cualquiera que utiliza tarjetas negras y que, impunemente, gasta dinero que no le corresponde. Que cierra cajas, que quitan y ponen y que mantienen una estructura piramidal en la que los de arriban disfrutan mucho aplastando a todos los que vivimos debajo, a diferentes alturas, pero debajo.



P.- Lo cierto es que todavía cuesta encontrar mujeres en puestos directivos importantes. ¿Hay un exceso de testosterona en los centros de poder en la actualidad?

R.- Sí. Las mujeres en general se adaptan favoreciendo esa testosterona. Las que llegan a los cuadros importantes normalmente tiene una actitud machista. El otro día leí que unas cuantas empresas habían propuesto criogenizar los óvulos de sus trabajadoras de entre 30 y 40 años, la etapa de mayor potencialidad de la mujer para ejercer puestos importantes en empresas porque, si en ese tiempo se quedaban embarazadas, era un problema terrible. Después, también me llegó una noticia de una señora de la patronal de empresarios que se manifestaba en contra de contratar mujeres porque era un problema que se pudieran quedar embarazadas. Pero, ¿cómo puede una mujer decir eso?



P.- Parece que son las reglas del juego en los círculo de poder...

R.- Desde mi punto de vista es el hijoputismo llevado a la esquizofrenia. Además, concuerda con el hijoputismo oriental o de cualquier otro lugar del mundo. Los que han hecho este horror con este país son hijos de puta. No tienen otra manera de mencionarse.



P.- ¿En que género teatral encuadraría Testosterona?

R.- No la puedo encuadrar en ninguno. No es comedia aunque tiene toques humorísticos y mucha ironía y cinismo. Tampoco es una tragedia, no cambia el curso de la humanidad ni de los dioses o semidioses. Aunque esta contada desde la situación muy dramática de uno de los personajes, tampoco llega a ser un drama. Sí es una historia de amor, pero que aparenta desamor. Además te conduce a otro lugar y termina haciéndote reflexionar sobre muchas otras cosas. Al final es un largo momento entre dos personajes.



P.- La obra habla del proceso de sucesión en la dirección de un gran periódico. ¿Qué aporta el fondo periodístico a la obra?

R.- La autora, Sabina Berman, es periodista desde hace 35 o 40 años. Habría que averiguar hasta que punto se basa en temas personales o en asuntos que tienen que ver sus colegas de profesión. Después, el tema de Testosterona es un juego muy bonito que gira y constantemente se va transformando. En esta partida el espectador no puede tener perdida de lo que va ocurriendo, y de hecho no la tiene. Son dos las funciones las que hemos hecho y no se escuchaba ni una mosca entre los asistentes... Ha sido dos delicias de funciones. Es una obra que te da ganas al leerla y te da ganas al verla.



P.- Esta obra representa un teatro muy desnudo, muy de interpretes... ¿Es el teatro que le gusta a Miguel Ángel Solá?

R.- Siempre he hecho este tipo de teatro y siempre me ha gustado así. La mayoría de los premios que he logrado como actor teatral han sido con obras de dos personajes, obras de gran intensidad... En primer plano debe imperar el actor y todo lo demás es un complemento: escenografía, luces... Por suerte he tenido directores que han priorizado el trabajo sobre el entorno de trabajo.



P.- En esto tiene mucha importancia la química con el compañero de escena. ¿Qué tal su trabajo con Paula Cancio?

R.- Paula está dando una sorpresa a la gente. Yo sabía que ella tenía dentro todo eso. Pero no me imaginaba que, subiéndose por primera vez al escenario, tendría tal dominio de él. Son dos personajes nada más y si uno falla no hay obra.