Manuel Gómez Pereira junto al actor Alberto San Juan en un momento del rodaje
El director estrena La ignorancia de la sangre, un thriller que se sumerge en la novela de Robert Wilson y en su personaje, el inspector Javier Falcón
Pregunta.- ¿Responde la película a un encargo o a su deseo personal de adaptar la novela de Robert Wilson?
Respuesta.- Es una propuesta del productor Gerardo Herrero, que piensa en mí para dirigirla, si bien yo ya había devorado sus novelas y creo que está a la altura de los autores que han sido para mí fundamentales como germen del cine negro. La historia se hereda de la novela, y empezamos hace casi dos años con el proyecto. Ha sido complejo ponerlo en marcha. Primero por la necesidad de hacer la novela mía, de encontrar en su espíritu mis propios intereses cinematográficos. Hay muchos elementos que cumplen con las reglas del género, y al mismo tiempo es un comentario sobre una realidad social muy latente, como es la mafia rusa y el yihadismo. Prácticamente no nos estamos inventando nada. Los grupos mafiosos rusos que se desarrollan en el sur con la trata de mujeres y todo el negocio y el fundamentalismo del Yihad. Por lo tanto, estaba el compromiso de ser fiel a la realidad social y a los elementos de la novela negra.
P.- El guión lo escribe Nicolas Saad a partir de la novela de Wilson. ¿Qué implicación tiene el escritor en el proyecto?
R.- Después de habernos leído la novela tanto el productor, el guionista y yo, Nicolas es quien hace el trabajo de campo, desmenuzando todas las tramas y perfilando una estructura para la película. Durante un año llegamos a seis versiones del guion. Y la última versión es en realidad el montaje. Robert Wilson no estaba demasiado contento con las adaptaciones televisivas que se habían hecho de sus novelas, y estaba escéptico al respecto, pero fue leyendo las versiones del guion y quedó contento. Incluso se acercó al rodaje y al ver la película terminada mostró su entusiasmo, especialmente con la encarnación que hace Juan Diego Botto del inspector Falcón.
P.- A la luz de recientes éxitos de taquilla, parece que el cine español se ha desprendido de los complejos a la hora de enfrentarse al género negro...
R.- En una época tuvimos mucho pudor por hacer thrillers, precisamente por la influencia del cine americano. Es una generación en la que me incluyo. Creo que el espectador en este sentido ha cambiado y nosotros nos atrevemos más. Evidentemente no tenemos los presupuestos que manejan en Hollywood, pero nos vinculamos más a historias míticas que no tienen que echar mano de la espectacularidad visual. El género policíaco se ha degradado bastante en Hollywood, con historias muy pocas adultas. Y aquí en España, aparte de José Luis Borau, que hizo Hay que matar a B. en una época en la que nadie se atrevía, ha ido surgiendo toda una serie de creadores que se han sacudido esos complejos. Pienso también en Pedro Costa y todas las historias de "El caso" que llevó al cine y la televisión. Y ahora lo estamos viendo en grandes éxitos como El niño o La isla mínima. Creo que sí, los complejos se han vencido, y me parece fantástico.
Paz Vega y Juan Diego Botto en una escena del filme
P.- No hay que olvidar a Enrique Urbizu y su película La caja 507. Es curioso cómo muchos ejemplos de buen cine negro español, a partir de entonces, tienen raíz andaluza, como si fuera un espacio geográfico muy permeable al género. La ignorancia de la sangre es otro ejemplo. ¿Qué opina de ello?R.- Desde la primera novela de Wilson, la historia del inspector Falcón transcurre en Sevilla. Yo creo que es más algo circunstancial. Evidentemente hay una serie de cuestiones, como el yihadiusmo y la mafia extranjera, la corrupción inmobiliaria, la inmigración... que se han desarrollado más en el Sur, pero perfectamente podríamos hacer un drama noir en cualquier punto del país. Luego hay elementos prácticos y visuales que ayudan, como el clima, la luz, y algunos aspectos de las tramas que hacen el Sur más propicio a estas historias, pero desde luego España es hoy un país en el que o se hace algo muy negro o se hace una comedia muy delirante. La realidad siempre nos supera. Reírnos de nosotros mismos es la parte de comedia que también me gusta hacer.
P.- ¿Qué le interesó de los personajes de La ignorancia de la sangre y cómo quiso trasladarlos a la pantalla?
R.- Son todos personajes siempre al límite, víctimas de un pasado que desconocemos, y que pesa sobre ellos y sus destinos. Especialmente en el Inspector Falcón (Botto), en el personaje español de orígenes marroquíes interpretado por Alberto San Juan y también en el personaje Consuelo de Paz Vega. No son arquetipos, sino que en los libros tienen una complejidad realmente difícil de trasladar a la pantalla. Me interesaba mucho del inspector Falcón que es un personaje con unos principios muy disciplinados, pero al mismo tiempo es muy vulnerable emocionalmente. No son personajes de una sola pieza y se ven determinados a tomar decisiones muy complejas, arrastrados por el miedo, pero también por sentimientos tan nobles como la lealtad y la amistad. Y eso es lo que creo que hace interesante la historia, que no hay lugar para los héroes.
P.- La ambigüedad moral también es consustancial al género, y en La ignorancia de la sangre se manifiesta en el retrato de la infancia corrompida y manipulada...
R.- Sí, sobre todo en la parte yihadista del film, que está completamente basada en la realidad. Las células terroristas de Marruecos y del Sur de España están recultando a menores, adoctrinándoles desde muy jóvenes, y es una realidad que también está aconteciendo en nuestro país que no ha sido retratada en el cine.
P.- Su última película es del 2008, justo al comienzo de la crisis. En estos años ha realizado mucha televisión, pero ha estado alejado del cine. ¿Cómo ha vivido este período en el que la industria del cine ha sufrido tanto?
R.- Me apetecía mucho reciclarme en la televisión, trabajando en series como La Reserva y Gran Hotel, donde he aprendido mucho. Para el cine, he escrito mucho y he pensado en historias. Las dinámicas de trabajo del cine y la televisión son muy distintas, y la experiencia me ha hecho apreciar algunas cosas y echar de menos otras. Desde que hice El juego del ahorcado lo cierto es que no sé si la situación es más compleja que hace años, siempre hemos vivido en un estado de tragedia y precariedad industrial, resultado de que no hay una conciencia de Estado respecto al cine. Hemos pasado por gobiernos de la izquierda moderada y de la derecha y muchas cuestiones no se han resuelto. Sigue faltando una conciencia del Gobierno para crear un tejido industrial sólido. Somos un sector complejo a la hora de ponernos de acuerdo, y no es fácil reivindicar algo que es cultura y también es industria. Al final llego a la conclusión de que al Estado no le interesa el cine. Así como en Francia protegen la cultura, aquí tienes que convertirte en un francotirador.
P.- ¿Qué soluciones se le ocurren?
R.- Técnicamente se puede incentivar fiscalmente la inversión en cine, pero no se hace, y ha quedado demostrado que si las entradas bajan, el público quiere seguir yendo al cine. Lo del IVA es simplemente inasumible. Ahora estamos en un proceso de estancamiento y no nos queda más que esperar que se reactive. Lo que tenemos claro es que la gente quiere seguir viendo cine. Y nosotros haciéndolo. Evidentemente no podemos hacer cine solo para nuestros amigos, hay que generar un interés, pero si la administración no ayuda ni protege los intereses de su cultura, sino que más bien hace lo contrario... El ministro de Hacienda diciendo que el cine no tiene calidad es como si el ministro de Industria dijera que el calzado español es espantoso.