Image: Rafael Ansón

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El Cultural

Rafael Ansón

"RTVE fue fundamental para el éxito de la Transición"

19 noviembre, 2014 01:00

Rafael Ansón. Foto: Juan Pablo Tejedor.

El polifacético presidente de la Real Academia de Gastronomía y fundador de FUNDES recuerda en El año mágico de Adolfo Suárez su etapa como asesor del presidente y director general de RTVE.

Leer El año mágico de Adolfo Suárez (La Esfera de los Libros) es viajar al centro mismo de la Transición. Su autor, Rafael Ansón (San Sebastián, 1935), fue asesor y amigo íntimo de Adolfo Suárez, así como director general de RTVE en el año decisivo al que alude el título del libro, desde el nombramiento de Suárez como presidente del Gobierno por parte del rey en julio de 1976 a junio de 1977, cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas. En aquellos meses, asegura el autor, fue cuando se gestó realmente el gran cambio político, lleno de tensiones y peligros. Ansón fue actor y testigo privilegiado de aquel proceso, "cuyo final sitúan algunos en 1978 para reclamar protagonismo". El actual presidente de la Real Academia de Gastronomía, fundador y secretario de la Fundación de Estudios Sociológicos, promotor de la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión y de la Asociación de Directivos de Comunicación, ha mantenido siempre un discreto silencio público sobre aquella etapa de su vida, pero ahora ha decidido soltar las riendas de la memoria para rendir homenaje a Suárez y para corregir algunas omisiones de la crónica oficial, reivindicando sobre todo la importancia que tuvieron la radio y la televisión públicas en el éxito del proceso.

Pregunta.- Dice que no tiene costumbre de mirar atrás y siempre ha evitado hablar de su papel como asesor de Adolfo Suárez. ¿Por qué ha decidido escribir este libro ahora?
Respuesta.- Desde que salí del entorno de Adolfo Suárez y de la dirección de RTVE, me he mantenido al margen y he sido muy discreto, de hecho mucha gente cree que me dedico solo a la gastronomía. Pero cuando murió Adolfo y escuché lo que se decía, pensé que había un vacío de información muy importante. En primer lugar, no se reconoce como es debido aquel año mágico. La transición terminó realmente en 1977, a partir de entonces ya hubo un Congreso, un Senado y un proceso constituyente. El verdadero milagro de pasar de una dictadura a una democracia se hizo en ese año que va de julio de 1976 a junio de 1977. La prueba de ello es que fue entonces cuando don Juan renunció a sus derechos dinásticos. No lo hizo hasta ese momento por si la operación fracasaba y eso arrastraba también al rey don Juan Carlos.

P.- ¿Cuáles fueron las mayores dificultades a las que el equipo de gobierno de Suárez tuvo que hacer frente durante ese año?
R.- El primer reto fue convencer a muchos para que renunciaran a la parcela de poder que según ellos les correspondía tras la muerte de Franco. Pensaban que el franquismo podía tener continuidad, pero eso no lo creía ni el propio Franco, por eso dejó la jefatura del Estado en manos de la Corona. En segundo lugar, la izquierda estaba convencida de que, tras una dictadura, el poder tenía que pasar a sus manos, y también hubo que convencerles de que eso sería peligroso porque el núcleo duro del franquismo aún tenía mucho poder. Tampoco la Iglesia estaba del todo convencida del cambio y el ejército estaba preocupado por la posibilidad de que la izquierda asaltase el poder. En este contexto, hay que reconocer la generosidad del rey, que renunció desde el primer minuto a los poderes que heredó de Franco y se jugó su destino en una operación con muchos riesgos nombrando presidente a Suárez, en vez de a Fraga o a Areilza.

P.- ¿Y cuáles fueron los mayores éxitos de aquel proceso?
R.- Destaco dos cosas: el insólito haraquiri que se hicieron las Cortes al aprobar la Ley para la Reforma Política en 1976 y, en segundo lugar, el referéndum del 15 de diciembre de ese mismo año. En un año justo desde la muerte de Franco, el pueblo español pasa de tener una mentalidad franquista a apoyar plenamente la democracia. Ese cambio en la opinión pública fue posible gracias a la televisión y la radio.

P.- En efecto, dedica buena parte del libro a reconocer el papel esencial que tuvo RTVE, que dirigió usted en ese "año mágico", en el éxito de la transición a la democracia. ¿Cree que esa labor ha sido minusvalorada?
R.- Se ha hablado mucho más de la labor de la prensa escrita porque es más fácil encontrar artículos en las hemerotecas que ver los telediarios de la época, pero el protagonismo de la radio y la televisión era mucho mayor porque llegaban a mucha más gente. El telediario de Eduardo Sotillos lo veían 20 millones de personas, y el de Azcona, 14 millones. Y la agencia EFE, que dirigía entonces mi hermano Luis María, tuvo un papel muy importante de cara al exterior.

P.- ¿Qué cambios se introdujo en los informativos para acompañar ese cambio de rumbo?
R.- Hacíamos algo que no se ha vuelto a repetir: los periodistas que presentaban el telediario decían lo que querían, como el director de cualquier periódico. No eran meros bustos parlantes. Un día llevé al director de la BBC a ver el telediario de Azcona y le asombró que aquel chico de 26 años no leyera ningún papel.

P.- ¿Y el resto de la parrilla?
R.- Todos los programas estaban pensados para trasladar a la opinión pública la idea de que la transición a la democracia era posible y que había que luchar por una monarquía parlamentaria con plenas libertades. Un día me dijo Adolfo que la mitad de los profesionales de la televisión eran franquistas y la otra mitad comunistas, pero todos trabajaron con lealtad absoluta para hacer posible la libertad política.

P.- Dice en el libro que es legítimo que existan medios de comunicación públicos que permitan expresarse al Estado, pero no los intereses del partido en el poder. ¿Cuándo empezó a utilizarse RTVE como instrumento partidista?
R.- Desde que yo me fui. El gobierno de Suárez tras las elecciones de 1977 ya estaba formado por políticos de distintas tendencias, de modo que el director general de RTVE representaba los intereses de su partido. Lo que se olvida a menudo es que el gobierno tiene que gobernar para todo el país, no solo para sus votantes.

P.- Al comienzo del libro, identifica la Transición con la imagen de una puerta con mil cerraduras: "siempre había gente yendo y viniendo llave en alto, ahora la abrimos, ahora la cerramos". Ahora algunas voces quieren "romper el candado" de la Constitución, como dice el líder de Podemos. ¿Qué opina de eso?
R.- Pablo Iglesias existe gracias al año mágico y la Constitución. Cualquier planteamiento de cambiarla no tiene sentido. Para cambiar la ley electoral, la ley de huelga o la ley de contratos del Estado, no hace falta cambiar la Constitución. Lo que sí es cierto es que han pasado 35 años y hay que actualizarla. Hay cuestiones que no tienen ninguna legitimidad, como la independencia de Cataluña, pero lo que no se puede hacer es decir que no sin proponer ninguna alternativa. Hay que hacer un gran proyecto consensuado de reforma política que englobe todos los aspectos que se pueden mejorar.

P.- ¿Y cree que ese acuerdo va a llegar pronto?
R.- Yo creo que en ese aspecto podemos estar agradecidos a Podemos. En el siglo XIX el capitalismo dejó de ser salvaje gracias a la aparición del marxismo. Ahora, los dos partidos convencionales, tienen que darse cuenta de que necesitan ponerse de acuerdo para plantear los cambios que el pueblo reclama: acabar con la desigualdad de oportunidades y la corrupción.

P.- En ese sentido, ¿qué valores de aquel "año mágico" habría que resucitar?
R.- Si queremos recuperar la sensación de estabilidad, estar al nivel de los grandes países occidentales, si queremos más Europa, los dos grandes partidos deben tomar la iniciativa, renunciar a las discrepancias como hizo el ejército, la iglesia, el franquismo, el socialismo y el comunismo y llegar a un gran acuerdo, pero hace falta generosidad y sensibilidad política.