El Cultural

La décima carta de Martín Patino

3 diciembre, 2014 09:44

[caption id="attachment_607" width="510"] Una imagen de Basilio Martín Patino. La décima carta de Virginia García del Pino[/caption]

Preservar la memoria mientras asistimos a su aniquilación. En este oxímoron podría estar contenida la magnífica, relevante película de Virgina García del Pino con la que se inaugura mañana el Festival Márgenes y que se proyectará a lo largo de la semana en la Cineteca de Madrid. La décima carta nace con la vocación de ofrecer un retrato del director salmantino Basilio Martín Patino (homenajeado por el festival en su edición del año pasado), creador que ha hecho de la independencia creativa su santo y seña, cuya voz siempre insobornable ha recorrido la tradición autoral y vanguardista del cine español desde los años sesenta. El retrato del hombre, a sus ochenta años de edad, frágil y generoso, se proyecta en el propio viaje que el cineasta que todavía se resiste a la claudicación (realizó su última película, Libre te quiero, hace dos años) emprende a los primeros años de su carrera.

La décima carta nos recuerda muchas cosas que no conviene olvidar, aunque el tiempo trabaje en contra de la memoria. Nos recuerda que Martín Patino, que abre para la directora las puertas de su casa y su productora (y así todos los archivos, películas, libros, guiones de trabajo, etc., que contienen), formó parte del epicentro del realismo crítico ensayado por el llamado Nuevo Cine Español, firmando su pieza acaso más emblemática a día de hoy, Nueve cartas a Berta (1965), premiada con la Concha de Plata en San Sebastián. También nos recuerda que sus películas clandestinas de los años setenta forman esa trilogía esencial del documental español –Canciones para después de una guerra, Querídisimos verdugos y Cuadillo–, y que el cine del salmantino, haciendo equilibrios entre la ficción y el documental, se fundamenta en las relaciones entre el individuo y la Historia, y se ofrecen como valiosísimos ensayos o testimonios que bucean en la trastienda personal de la memoria histórica. Inevitablemente, siempre hay que volver a Matin Patino y sus palimpsestos.

La décima carta quiere ser la última carta de Patino (eso le pide la directora al inicio del film), y probablemente la acabe siendo, aquella que su alter-ego interpretado por Emilio Gutiérrez Caba hace medio siglo no llegó a escribir. Hay algo muy significativo y conmovedor en la metáfora que la propia película teje en torno al valor memorialístico de las imágenes, en cómo desde el registro respetuoso a la intimidad del cineasta y a los primeros efectos que el Alzheimer tiene en él, el cineasta por excelencia de la memoria histórica y del cine español se enfrenta a la propia disolución de sus recuerdos, de su vida, de sus películas y cómo fueron hechas. “Me agobia perder la memoria”, dice compungido el director, que no recuerda a qué pertenecen esas duras imágenes que ve en la moviola, y que él mismo filmó tiempo atrás.

[caption id="attachment_607" width="510"] Una imagen de Basilio Martín Patino. La décima carta de Virginia García del Pino[/caption]

El crepúsculo de Martín Patino es también el crepúsculo de una forma de cine, una forma de vida, de una España de la que apenas quedan vestigios. Como la coronoación de Felipe VI en junio, a cuya retransmisión televisiva asiste el cineasta en su casa junto al Palacio Real, comentando el boato y el “barroquismo” del ritual: “Lo interesante es qué hay ahí detrás, quién es esa familia, a dónde van… Son imágenes retóricas. ¿Qué hay de España en esto? Es una comedia total. Siguen viviendo de los coches [que los] nazis regalaron a Franco… En esto consiste la Historia, y la reproducen a toda costa para… ¿Pero qué hay aquí de la España actual? Hay algo que choca…”. Precisamente es en las fricciones, y las contradicciones que generan, donde la película bucea hasta encontrar sus grandes hallazgos, los surcos de verdad que conceden humanismo al retrato y trascendencia histórica a la aparente banalidad de lo que muestra, de cómo lo filma y lo termina articulando. El significado no se impone; muestra su alcance a medida que lo experimentamos.

El círculo de algún modo se completa, la microhistoria del cine también se repite, o al menos los motores que la propulsan y las afinidades creativas que la alimentan. He ahí otra muestra de la inteligencia simbólica de La décima carta, de su significancia. Porque quien emprende a su vez ese retrato del cineasta de la memoria es una de las voces que representa generacionalmente a ese “otro cine español” (o como queramos llamarlo ) que se abre paso en el nuevo siglo con talento y constancia y desde circuitos alternativos (una cierta forma de “clandestinidad” en el actual mercado cinematográfico), heredera directa del legado que el propio Martin Patino nos ha dejado. Virginia García del Pino, que firma el guion con León Siminiani (Mapa), completa con La décima carta su tercer largometraje después de Sí señora y El jurado, ambos realizados en 2012. Escribe Elena Oroz sobre sus trabajos: “Exentos de grandilocuencia, su contundente sencillez y aparente trivialidad ponen en jaque, ante todo, nuestra condición de espectadores (léase también ciudadanos) resabiados y, a menudo, indolentes”.

[caption id="attachment_609" width="510"] Una imagen de Basilio Martín Patino. La décima carta de Virginia García del Pino[/caption]

La décima carta es el primero de los filmes de la serie en producción Cineastas contados, que con la intención de emular la mítica colección de películas francesa Cinéastes de notre temps (bajo la dirección de André S. Labarthe y Janine Bazin) dedicará varios capítulos al retrato de cineastas veteranos de nuestra cinematografía realizados por autores jóvenes. Las próximas películas de la serie, ahora en preparación, enfrentarán a Borja Cobeaga con Enrique Urbizu, Javier Rebollo con Francisco Regueiro, Jonás Trueba con José Luis García Sánchez y Félix Viscarret con Carlos Saura. Y ya hay más cineastas entregados a esta causa abanderada por Garbiñe Ortega y la productora Pantalla Partida, como son Mercedes Álvarez, Luiso Berdejo, Eduardo Chapero Jackson, Mar Coll, Jorge Dorado, Andrés Duque, Fernando Franco, Víctor García León, Víctor Iriarte, Isaki Lacuesta, Los Hijos, León Siminiani, Manuel Martín Cuenca, Víctor Moreno, Luis E. Parés, Álvaro Pastor, Paco Plaza, David Pinillos y David Trueba.

La película La décima carta representa el pistoletazo de salida de un ambicioso y necesario proyecto que revitalizará la memoria del cine español. El 4 de diciembre da también arranque al IV Festival Márgenes, un festival determinado a establecer diálogos constantes entre el cine del pasado y la producción contemporánea más fresca y revitalizante. Bienvenidos sean.