Es uno de los nombres propios de la generación que en los años 80 renovó la escultura española. Pello Irazu (Andoain, 1963) ha desarrollado a lo largo de su carrera un lenguaje artístico que, partiendo del constructivismo, el minimalismo y el pop art, profundiza en la relación del hombre con el espacio que habita, con la obra de su paisano Jorge Oteiza como punto de partida. Al tiempo que clausura su exposición en la galería CarrerasMúgica de Bilbao, inaugura en la Sala Alcalá 31 de Madrid. Pregunta.- Es una exposición bastante singular, tanto por la forma como por el contenido. Cuéntenos qué es lo que ha pensado. Respuesta.- Dada la complejidad espacial de la Sala Alcalá 31, con pilares y falto de espacios neutros, con el doble piso y el gran vacío central abovedado, pensé que lo que debía presentar eran trabajos que dialogaran de manera especial con el espacio. Pensé en las pinturas murales que llevo haciendo desde 1989, ya que son elementos de gran versatilidad espacial. De ahí que haya titulado la exposición El muro incierto, ya que toda la exposición es como un muro mutante, que cambia según la percepción del espectador. Así que la exposición es una especie de laberinto. P.- Todo constituye una obra nueva que a la vez es una retrospectiva. R.- He intentado presentarlo todo como una obra única, aunque en realidad se trata de once obras, realizadas entre 1998 y 2011. La mayoría han sido expuestas antes, algunas incluso en varias ocasiones. Aunque hay algunas inéditas, que no había mostrado antes, como Historia natural y NMT, que he realizado ex profeso para esta exposición, que sólo puede verse desde el piso superior de la sala. P.- Su idea de escultura es tan flexible que se escapa con facilidad a otros formatos. ¿Tiene clara su definición? R.- Nací para la escultura en un momento en el que sus límites como disciplina hacía tiempo que habían sido puestos en cuestión, cuando no dinamitados completamente, por movimientos como el minimalismo, el arte conceptual o el arte Povera. En mi caso particular, siempre me he movido con mucha comodidad entre formatos extremos, muy pequeños o muy grandes, entre lo plano y lo tridimensional, entre la materia y la imagen, la autonomía y la referencialidad, la intimidad y lo público... P.- Lo suyo es un juego de deslizamientos. ¿A dónde le llevan? R.- La idea de deslizamiento viene de mi interés por lo que sucede entre las cosas. Estoy hablando de intenciones y resultados, de la complejidad de las relaciones interpersonales. Vivimos en un mundo de mutabilidades, de fragmentos. La creación artística me permite, al mismo tiempo, vivir la condición de la época sucumbiendo a todo ello, y mantener una cierta integridad. P.- La tensión entre imagen y objeto es patente en sus obras. ¿Qué le interesa de ella? R.- En cierto modo, al ser un "nieto del minimalismo" siempre me ha interesado la tensión que se da entre lo que sabes, lo que percibes y lo que sientes. En mi proceso creativo, me interesa la percepción y consumo de lo físico a través de la imagen, averiguar cuánto tiempo una obra de arte es capaz de retener la mirada de alguien en un mundo hipertrofiado por el consumo. P.- Al tiempo que inauguras esta exposición finaliza la que ha tenido lugar en la galería CarrerasMúgica, en Bilbao. Hablaba de bultosy espectros. ¿Eran los de Oteiza, Chillida o Ibarrola? R.- Podrían ser, pero nunca en un sentido de complejo de Edipo, como unos "padres" que se resisten a morir, sino como "presencias" generadoras de una cierta productividad. Por lo que respecta al ámbito de la sociedad vasca el peso de estos artistas no ha disminuido porque han pasado a ser parte de la cultura popular.
Vista de la exposición