Victoria Civera

La artista naugura Nidal en la galería Joan Prats, un conjunto de las últimas obras que ha creado entre Nueva York y Santander

Victoria Civera (Puerto de Sagunto, 1955) ha dedicado toda su vida al arte. Durante los últimos años, a caballo entre su estudio de Nueva York y el de Saro (Santander), ha continuado con su pasión y el resultado del trabajo que ha realizado es la exposición que ahora acoge la galería Joan Prats, Nidal. 25 piezas que nos guian por un viaje interno a la vida y la infancia de la artista. Frase, sujeto, suceso y obra se dan la mano en las piezas que se exponen siempre con un lenguaje poético que invita a la reflexión.



Pregunta.- ¿Qué vamos a poder ver en Nidal? ¿Cuál es el hilo conductor de la exposición?

Respuesta.- El conjunto son unas 25 piezas que parecen conformar una especie de danza de ida y vuelta, tiras y aflojas, giros, danzas en equilibrio y desequilibrio, que representa de algún modo un repertorio de diferencias. Como metáfora de los diferentes modos y formas de crianza y "crecimiento" que se dan en la naturaleza y la vida civilizada.



P.- ¿Cómo se configura la muestra?

R.- Cuando entras en la galería, en la primera sala, te encuentras con una pintura de piel delicadísima pero compleja de argumento: una especie de cuadro pintado sobre metacrilato, cuyo espacio es recorrido verticalmente por varias franjas rojas orgánicas, que descienden de arriba abajo. La pintura toma a veces grosor, pasando del blanco transparente del fondo al rojo saturado de las franjas que parecen temblar, moverse; pero esta aparente armonía abstracta se ve interrumpida por un rotundo óvalo central que se hunde hacia adentro, como si fuera la cuenca de un ojo que nos recibe o un agujero negro. Este espacio oscuro está recorrido por una forma horizontal orgánica, casi anatómica, especie de dedo o pene que parece señalarnos el centro desde el borde derecho del óvalo. Después, en una sala intermedia, hay varias series de dibujos, que se ordenan sobre listones, tiras angulares de metal, a modo de secuencia. Entre ellos hay un espacio que permite al espectador ver cada dibujo solo, pero al alejarse unos pasos, lo verá dentro de un conjunto, una tira horizontal de imágenes de sintaxis distintas, que aglutina una misteriosa forma de narrativa. Convirtiéndose en el hilo o guía conductor de la exposición.



P.- ¿En qué se basa a la hora de crear?

R.- Me baso fundamentalmente en la necesidad de aprender y conocerme. El deseo y la ilusión, son el principio, el fundamento de que suceda o prosiga algo; creo profundamente en el estudio. En el estudio encuentro refugio y libertad, encuentro mi casa, mi interior. Su práctica es a veces difícil, incluso dolorosa diría, pero también los mayores y mejores encuentros me están esperando allí. Es en este ejercicio del doble espejo, donde la introspección y el pensamiento guían y se abandonan al juego y al descubrimiento, donde más me reconozco, donde encuentro la mayor satisfacción.



Nidos 3, 2015

P.- Hay drama y humor. ¿Cómo se conjugan ambas corrientes en su obra?

R.- Nuestra profesión es un poco como vaciarnos, entrar a veces implica dolor y desprendimiento, y duele. Pero el humor es el condimento que conduce, libera y permite a ese viaje al vacío llegar más adentro.



P.- Esa delgada línea que va de la risa a la tragedia en un segundo, ¿no?

R.- Sí, sí, nos movemos constantemente en ella, y a veces, es tan corta y delicadísima, como el hilo que separa lo que somos de nuestra infancia, o por decirlo mejor, lo que lo une porque un artista nunca deja de ser niño.



P.- ¿Qué distancia toma en el arte respecto a su infancia?

R.- No tengo muy claro si tomo distancias. Necesito hacer arte, haciéndolo trato de curarme y aprender. Las únicas distancias que entiendo son estéticas, es decir, cómo aligerar o enfatizar más el tono o la voz. En realidad nunca he abandonado la infancia, no he podido engañarme del todo como otras personas creyendo que ya no soy una niña que va al mercado con su abuela a montar la parada, el puesto de telas del mercado de mi pueblo. Así que sigo disfrutando con las telas, los dibujos, estampados y pieles de los diferentes textiles que veo y caen en mis manos. Y, como también sé que los disfruto y son parte de mí, pues los utilizo intencionalmente en mi arte y para mi arte, para mi felicidad.



P.- ¿Cuál ha sido la evolución de su arte durante todos estos años?

R.- Evoluciono de dentro hacia afuera y viceversa. Mis recorridos no suelen ser tan lineales o evocativamente formales, sino encuentros de asimilación, de aprendimiento. Creo que el arte me ayuda a situarme, a estar aquí, y entender de forma personal la vida. Evoluciono según aprendo, me da igual la forma, el producto final o el resultado, solo lo respeto cuando me veo en ello.



P.- Su marido y su hija son también artistas. ¿Se influyen y ayudan los unos a los otros?

R.- Somos una familia caótica y privilegiada, estamos todos metidos en pucheros muy distintos y de vez en cuando suena un puchero y se oye: !Comemos!, entonces volvemos a ser familia.



P.- ¿Han pensado en hacer alguna exposición conjunta?

R.- No, hicimos algún experimento, y compartimos puchero algunas veces, pero no tenemos por hábito lo de mezclar nuestra comida sino de ubicarlos, mostrarlos en salas, en espacios comedor cercanos. Nada a la vista en este sentido.