Image: Juan Pedro Aparicio

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El Cultural

Juan Pedro Aparicio

"Los microrrelatos no pueden caer en el aforismo"

23 abril, 2015 02:00

Juan Pedro Aparicio

El escritor publica London Calling, una colección de microrrelatos ilustrada por Fernando Vicente

El nuevo libro de Juan Pedro Aparicio (León, 1941), Londong Calling (Páginas de Espuma), se presenta como una colección de microrrelatos pero es mucho más e incluso se puede entender como una novela de género fantástico. En ella, el embajador de España es invitado a la Oxymoron Room, donde se reúnen los aristócratas del Animal Lovers Club para, entre copas y puros, pasar el rato y charlar animadamente sobre lo sagrado y lo profano. Con Londres como privilegiado escenario, con sus cabinas de teléfonos, sus taxis, sus autobuses y sus TTI (Típicos Tímidos Ingleses), el escritor deja volar su potente imaginación para hablar de los temas más variopintos pero sobre todo para fijar las diferencias entre la sociedad inglesa y la española. El libro está ilustrado por Fernando Vicente.

Pregunta.- ¿Qué significa para usted la ciudad de Londres, que tanto peso tiene en este libro?
Respuesta.- Apreciar sus maravillas está al alcance de todo el mundo. Son tan variadas y seductoras, que uno queda prendado, y más todavÌa si ha vivido allí algún tiempo. Vivir en Londres es en sí mismo una gran enseñanza. Yo estuve de joven y la sociedad comparada con lo que se vivía aquí en tiempos de Franco, era como una auténtica universidad. Bastaba observar su conducta en la calle, sin miedo, con libertad, y en la política, sus formas enérgicas y corteses a la vez.

P.- ¿Qué tiene Londres que no tengan otras ciudades?
R.- El público es una de ellas, acaso la más importante. Sabe apreciar la calidad de las cosas y sabe pagarlas. Por ejemplo la cultura que aquí suele ser gratis, allí no lo es, salvo los museos, y se valora mucho más.

P.- ¿Es el contraste entre lo inglés y lo latino, entre el norte y el sur, el motor de estas historias?
R.-No exactamente. Creo que muchas de ellas podrían considerarse reflexiones en forma narrativa, es decir algo así como parábolas. Todas ellas nacieron en Londres y abarcan asuntos varios, desde la distinta naturaleza de ambas sociedades, de la relación habida entre Inglaterra y España, de lo que pudo haber sido, de lo que no fue y también del día a día, de la existencia de ángeles católicos y de ángeles anglicanos, cuyas plumas están muy cotizadas... Todo ello muy narrativo, sin embargo.

P.- ¿Somos tan diferentes culturalmente?
R.- Si nos ceñiimos a lo literario, los ingleses se han favorecido mucho de El Quijote, nuestra obra mas fecunda, que allí prendió con fuerza. Aquí por razones históricas, fundamentalmente de falta de libertades, no pudo ser. Quizá por eso su literatura nos llega de un modo más directo, como si la entendiéramos mejor y nos tocara más de cerca que la nuestra, que suele tender al circunloquio y al estilismo...

P.- El libro se concibe como una conversación en el típico club inglés de aristócratas, entre puros y copas... ¿Por qué se decidió a hilvanar estos microcuentos de esta manera?
R.- Me parecía que así se potenciaban. Al principio tenía un tema único que era Londres, el soporte fundamental... Después estaban la sociedad y la cultura inglesa y su contraste con la española. El club está en el meollo de la sociedad inglesa. La vida civil inglesa, y no digamos la londinense, se articula en torno a sus clubs. Muchos españoles cuando van a Inglaterra encuentran aquella sociedad muy aburrida. Para mí es de las más divertidas del mundo. Han inventado casi todos los juegos y deportes que conocemos. Pero hay que ir a sus clubs cuyo acceso suele estar abierto, salvo alguno especialmente restringido, para conocerlos e integrarse.

P.- ¿Por qué optó por un club de lores?
R.- Es bonito y un poco mítico. Esos modales fríos, esa ironía, esas formas educadas y tranquilas, no carentes de cierta hipocresía, han fascinado a medio mundo. El club de London Calling es además el Animal Lovers Club, el club de amantes de los animales, lo que provocaba ya de principio un contraste que invitaba al debate, pues, el embajador español es invitado al club al ser considerado una excepción por el trato bondadoso que ha dado a sus caballos, algo que está reñido con la imagen que esos lores tienen de España. A partir de ahí el libro fluye en forma de dialogo, con réplicas sosegadas y razonadas que además son un relato, cada uno con su título. Ya Platón utilizó esta forma para exponer su pensamiento. Lo mío son sobre todo historias de Londres, en su mayoría relacionadas con España o los españoles. Puede verse, y así ha sido vista por algunos, como una novela, muy fantástica por otra parte.

P.- En el libro se tratan gran variedad de temas: desde la crueldad hacia los animales, el arte contemporáneo, el peso del alma, la crisis... ¿Están aquí los principales temas que le interesan?
R.- No lo sé. La verdad es que todo me interesa pero, claro, mucho se ha quedado fuera. Estas historias se me ocurrían durante mi camino diario desde mi casa en Kensington hasta el Instituto Cervantes en Belgravia, que era una caminata de más o menos una hora. Iba pensando con el estímulo de la calle o con mis ensoñaciones que yo mismo me preparaba. Unos días tenía una idea, otros días tres y otros días siete. Llegaba al Instituto, las anotaba y al regresar a España las desarrollé.

P.- En estos cuentos la realidad se rige por otras reglas, es reconocible pero a la vez insólita y extraña... ¿Es el equilibrio, entre lo real y lo insólito, un factor determinante en este libro?
R.- Creo en gran parte que pertenece a la literatura fantástica. Algunas historias lo son totalmente, otras son algo más realistas. Peor no hay en London Calling mayores distorsiones de la realidad que las que presenta la Biblia. Para quien la ha leído la Biblia, estos cuentos le resultarán muy familiares. En la Biblia ocurren cosas absolutamente mágicas y también naturales y en este libro sucede lo mismo. Las personas que invitan al embajador español a una velada están muy familiarizados con la Biblia. Entre ellos hay algún devoto seguidor de Swedenborg, el teosofo sueco, que tanto fascinaba a Borges, y de paso a mí también. Y, a qué negarlo, hay mucho de Swedenborgiano en mi libro.

P.- ¿Qué cree que aportan las ilustraciones de Fernando Vicente?
R.- Muchísimo. Al principio me resistí. El editor, cuando leyó el texto, me dijo que le encantaba y que le parecía que le vendría muy bien unas ilustraciones por el tema y los escenarios sugeridos. Me resistí porque me parece que un texto debe valerse por sí mismo. Sin embargo, al verlas, lamenté que Fernando no hubiera hecho más y me pasó lo que ocurre con las adaptaciones cinematográficas de algunos libros. Mi imaginación quedó ligada a las ilustraciones y son ellas las que dominan mi pensamiento. A los lores no los veo más que como él los ha pintado. Al ángel no lo imaginaba vestido tan elegante sino más bien desnudo pero ahora creo que ha pintado mi ángel, con esas alas maravillosas. El libro desde ese punto de vista es una auténtica gozada.

P.- ¿Es el microrrelato el género literario que requiere mayor precisión?
R.- No sé si el que mayor precisión pero sí que requiere mucha. Por un lado tiene una gran versatilidad ya que en él caben todos los géneros, desde la ciencia ficción hasta el humor más carcajeante, pasando por lo detectivesco, lo amoroso... Pero tiene el peligro de que deje de ser narrativo y se convierta en un aforismo o un pensamiento. Hay que cuidarlo porque si son microrrelatos han de ser narrativos.

P.- El final es bastante duro. ¿Es usted también pesimista respecto al ser humano?
R.- ¿Final duro porque el diablo se considera mejor que algunos banqueros? También los estorninos los señalan desde el cielo con su vuelo. Es algo así como un equilibrio que ya que no nace de la justicia humana, surge del más allá o de la propia naturaleza. Pero en los tiempos que corren es difícil no ser pesimista. Hemos llegado a una situación que hubiera sido evitable con un poco menos de codicia por parte de muchos. Lo que nos rodea ahora mismo tampoco es muy encomiable. Sin embargo hay que mantener espÌritu alerta para salir de esta situación. Y de todas maneras siempre se ha dicho que el pesimista es un optimista bien informado..