Manuel Vilas
El escritor publica Setecientos millones de rinocerontes (Alfaguara)
Pregunta.- El narrador presenta el libro como un manual de autoayuda para alcohólicos impenitentes; es, naturalmente, una parodia: ¿qué opina de este subgénero tan en boga?
Respuesta.- Me parece un síntoma de que somos una sociedad psiquiátricamente con problemas. Hemos alcanzado un grado de desarrollo económico y material pero estamos dañados en lo psicológico. Me leí varios manuales de autoayuda para escribir este libro y son la literatura más penosa que uno puede imaginar. Es tristísimo pensar que alguien, a partir de esas narraciones, mejore su vida. Son tan planas que no entiendo como la gente que las lee no se acaba pegando un tiro. Yo lo que he hecho es construir historias complejas.
P.- Entre todos los locos, o enfermos de este libro, hay un rosario de abandonos, divorcios, gente que se encuentra sola y se da a la bebida, enloquece...
R.- Sobre todo quería que hubiera dos temas rectores, el alcoholismo y el divorcio; ambos sintomáticos de esta sociedad. Vivimos en un mundo muy alcoholizado y eso distorsiona mucho la realidad. Yo no bebo, pero he bebido mucho. En España se bebe mucho; yo no quiero decir a la gente que no hay que beber, claro, pero creo que una sociedad alcoholizada es una sociedad distorsionada, que ve lo que no hay.
P.- En este libro están algunos de sus temas clásicos, como la música, con John Lennon, Elvis, Jim Morrison, Curtis, Joplin... ¿sigue encontrando más inspiración en el rock que en la literatura?
R.- Me interesan al mismo nivel. Pero me interesa la cultura popular porque fue la última gran combustión cultural después de la Segunda Guerra Mundial; la música popular y el cine.
P.- A Umbral lo resucita y le pone a hablar de literatura española. ¿Quería rendirle homenaje?
R.- Sí. Lo que yo hago es una reivindicación de Umbral como escritor pop. Fue el escritor que este país creó. Era una imagen pública que ya no existe. Una imagen pública corrosiva; porque escritores de imagen aseada sí que hay, pero no de los que molestan. El aseamiento de un escritor público me parece muy bien, pero muy aburrido. Esto es perfecto desde el punto de vista político, claro. Umbral nunca fue aburrido; era discutible, a menudo errado, pero su articulismo jamás fue aburrido. Por eso lo reivindico.
P.- ¿Y cómo ve el articulismo de hoy?
R.- Pues muy refinado y aseado y profundamente aburrido.
P.- ¿Cómo es su relación con la realidad? ¿Hasta qué punto parte en sus libros de lo que ve a su alrededor? Alguna vez ha dicho que se considera un escritor realista.
R.- Sí. Soy realista sobre la realidad del 2015; no soy realista con respecto a 1850. El realismo de Galdós no es el mío, evidentemente, porque aquella sociedad ya no existe. Solo hay que salir a la calle para darse cuenta de que ya no se puede construir una novela decimonónica con planteamiento, nudo y desenlace.
P.- Sin embargo, los best sellers se siguen construyendo así. ¿No quiere decir eso que la fórmula funciona?
R.- Sí, claro, porque es un modelo de entretenimiento legítimo. A mí me parece bien. Podemos convivir todos. Ahora bien: el mundo es fragmentario. Mi vida no tiene ni planteamiento ni nudo ni desenlace; hay que reconocer la vida que llevamos. Nuestras vidas son grises; no son vidas de novelas: tu vida es intentar llevarte bien con tu pareja, mantener tu puesto de trabajo, intentar que no multen con el coche. No construyo grandes tramas porque la realidad no las tiene.
P.- ¿Qué escritores españoles considera que están más cerca de su concepción de la literatura?
R.- Umbral, en un sentido histórico, o Vila-Matas hoy. Y me gusta mucho Javier Marías, que tampoco tiene una visión muy constreñida de los géneros y sus novelas son muy ensayísticas, con una trama muy delgadita. Todos estos puntos de extensión de la literatura me interesan. Creo que tenemos una cierta obligación histórica de hacerlo.
P.- En este libro vuelve a tratar la separación entre sexo y amor, que es también sintomática de nuestro tiempo, ¿no es así?
R.- Sí. Es que vivimos en una sociedad muy sexualizada y con graves problemas para imbricar sexo y amor. El amor es una construcción cultural y el sexo es un instinto biológico. Hemos intentado fundirlos, pero a veces no cuadra.
P.- Pablo d'Ors ha dicho que es el amor romántico es el último mito que queda por derribar en Occidente.
R.- Estoy de acuerdo. Es que el matrimonio, por ejemplo, es una pequeña organización empresarial en donde dos son mejor que uno para luchar contra las fatalidades económico-sociales de nuestro mundo. De hecho, ya está demostrado que los solteros se mueren antes.
P.- ¿Y es bueno que vivamos en una sociedad tan sexualizada?
R.- Lo que a mí me parece mal es engañar a la gente. El sexo es un instinto enorme y no tiene sentido disminuirlo ni camuflarlo. Porque al final es peor. Hay que conocer ese instinto y vivir con él. Yo no niego el amor, de hecho Amor es el título de mi poesía completa. Lo que mejor hemos sabido hacer los humanos es enamorarnos y creer en el amor.
P.- "Los muertos vuelven a ser vivos. Y cuando regresan toman la forma de un rinoceronte". Vuelve a los personajes que no acaban de morir, o no mueren nunca, o resucitan... ¿Le preocupa lo que vendrá después?
R.- Me fastidia la muerte. Una de las buenas cosas de la literatura es que puede levantar a los muertos de las tumbas. Es fascinante. Y yo lo hago. Me parece fascinante que aquellos seres que fueron importantes, como es el caso de Umbral, puedan volver y decir lo que ven y opinan. Es lo que más me divierte de la literatura.
P.- ¿Todo escritor es político?
R.- Por supuesto. No hay actividad humana que no tenga un carácter político. A mí me irrita escuchar a un escritor decir que él no hace literatura política. Toda escritura es política. Tomarse una Coca-Cola es una actividad política. Incluso la ausencia de contenidos políticos en una novela es un acto político. Probablemente, cuando un escritor piensa que su obra no tiene contenido político es porque es de derechas. Lo cual no está mal; pero es así.