Felipe Hernández Cava.
La Asociación Profesional de Ilustradores de Cataluña entrega hoy al guionista y teórico del cómic su Premio Junceda de Honor.
Pregunta.- Le conceden este premio por "contribuir a dar a conocer la riqueza de la creación gráfica en España y a dignificar la profesión". ¿Ha dado frutos esa lucha?
Respuesta.- Es una pelea colectiva y muy antigua. Cuando he tenido la oportunidad de hacer trabajos de investigación me he encontrado con que ya a finales del siglo XIX esta lucha ya existía. Los profesionales y sus compañeros de viaje, entre los que me considero, hemos intentado siempre que se reconozca que la ilustración tiene un valor muy por encima de la función decorativa que suelen darle en el mundo editorial.
P.- Está ligado al mundo de la ilustración y el cómic como guionista, teórico, crítico y comisario. ¿Nunca ha empuñado el lápiz?
R.- No saber dibujar es una de mis grandes cruces, aunque a veces veo dibujos que me hacen pensar que sí tendría el nivel necesario para dedicarme a ello. Solo me gané parte del sustento como dibujante durante un año de mi vida en que hice unos cortos de animación para un programa de zapping de Canal +.
P.- ¿Cómo se inició profesionalmente en este mundo?
R.- Yo tuve la suerte de que, además de gustarme mucho los tebeos desde niño, en la adolescencia descubrí a una serie de intelectuales españoles que fueron pioneros en tratar de dignificar la ilustración: Antonio Martín, al que considero mi gran maestro, Ludolfo Paramio, Luis Gasca o Antonio Lara. Ellos me enseñaron que no solo se podía disfrutar del cómic, sino también examinarlo desde una perspectiva sociológica, política y estética. Buena parte de la lucha que he llevado a cabo está en deuda con estos trabajos que empezaron ya a finales de los 60 y principios de los 70, coincidiendo con un momento en el que la intelectualidad europea se interesó por los medios de comunicación de masas, con figuras como Umberto Eco en Italia o Alain Resnais en Francia.
P.- Internet ha supuesto un cambio en la manera en que la ilustración se crea y se difunde. ¿Qué ventajas e inconvenientes ha traído?
R.- Los nuevos medios -internet, el escáner, el correo electrónico- han traído la ventaja de que el ilustrador no tiene que entregar el original a la editorial, que antes, en muchos casos, se los quedaba. En cuanto a la lucha por una justa retribución, los problemas siguen siendo los mismos. Con un peligro añadido: hay editores que al plantearse contratar un dibujante tienen más en cuenta su número de seguidores en Twitter que su verdadera valía.
P.- En los ámbitos de la historieta y la ilustración, parece que cada vez importa menos la calidad del dibujo, sino que lo importante es tener un estilo muy característico.
R.- Vivimos en un momento en que todo es excesivamente blando. En aras de la democratización, se supone que todo el mundo está cualificado, el nivel de exigencia en cuanto al dibujo ha decrecido en todos los sitios. Hay una especie de filosofía que me recuerda a los años del nacimiento del punk, en los que se invitaba a tocar a cualquiera aunque no tuviera ni idea de música, lo importante era que tuvieras algo que decir. Yo creo que todos tenemos una historia que contar, pero no siempre somos los más indicados para contarla.
P.- Fue director de la mítica revista Madriz (1984-1987). ¿Qué aportó la revista al panorama del cómic y la ilustración de la época?
R.- En los 80, el cómic estaba artificialmente dividido entre los continuadores del cómic canónico clásico, los abanderados de la línea chunga como El Víbora y la línea clara de la revista Cairo; Madriz quiso colocarse en tierra de nadie y alguien sugirió que se nos podía considerar representantes del cómic poético, pero también me parece absurdo, porque poesía ha habido en muchos otros cómics antes. Lo que sí tuvimos fue una inquietud por formulaciones estéticas que hasta entonces habían estado ausentes del cómic, ya que muchos colaboradores de la revista venían de las bellas artes. La única exigencia que ponía a quienes deseaban colaborar con nosotros era que actuasen con libertad y que hiciesen ese trabajo que no les dejaban publicar en ningún otro sitio.
P.- ¿Por qué duró tan poco la revista?
R.- La revista estaba subvencionada por el Ayuntamiento de Madrid en tiempos de Tierno Galván. Tuvimos la ayuda de un magnífico concejal de juventud, José María de Mingo. Pero tuvimos muchos problemas de índole política. Desde el primer momento, el Partido Popular, en la oposición, nos acusó de ser abanderados de la drogadicción y la pornografía, cuando no había ningún elemento objetivo que diera pie a ello. Con Tierno fallecido, echaron cálculos y pensaron que no les compensaba mantener la publicación en términos de votos. Hoy con mucha frecuencia aparecen profesores de universidades extranjeras que me preguntan por la revista para mencionarla en sus tesis doctorales. En su momento desencadenó por contagio iniciativas similares de otros ayuntamientos, llegó un momento en que todos los ayuntamientos importantes querían tener su propia revista.
P.- ¿Hasta dónde llega su labor como guionista? ¿Qué aspectos de la creación del cómic abarca?
R.- Nunca he querido ser ese guionista pelmazo cuyo paradigma es Alan Moore. Sus indicaciones para cada viñeta pueden ocupar páginas enteras. También depende del dibujante. Me he encontrado con algunos que solo necesitan que les marque la situación general y los textos y otros que prefieren que les entregue una planificación bastante acabada.
P.- Lleva varios años con el fructífero tándem que forma con Bartolomé Seguí. ¿Van a continuar trabajando juntos mucho tiempo?
R.- Nuestro ánimo es seguir con ello. La idea de formar equipo fue suya, él propuso que probáramos fortuna juntos en Francia. Con los cuatro que hemos publicado hasta el momento, nos ha ido bastante bien de crítica, pero no nos hemos convertido en unos superventas. No vendemos las cifras de Guarnido y Díaz Canales, ni de Miguelanxo Prado.
P.- ¿Siempre publican primero en el mercado francés antes de salir a la venta en España?
R.- En el caso del tándem con Bartolomé sí. A veces hemos propuesto a editores españoles que intervinieran en la producción de un cómic, pero las cifras que nos ofrecían eran irrisorias, aunque no les culpo. El mercado en España es el que es.
P.- Lleva toda la vida escribiendo guiones de cómic, pero nunca ha sido su principal fuente de sustento.
R.- No, ni siquiera cuando hace años se podía vivir de hacer guiones. Algunos consiguieron incluso vivir aceptablemente bien de ello, como Víctor Mora [Capitán Trueno], Andreu Martín [en Bruguera, El Jueves, El Víbora] y otros. Yo nunca me planteé esa posibilidad, porque prefiero que lo que haga sea porque siento la necesidad de hacerlo, no porque forme parte de un proyecto editorial.