Image: Rafael Reig

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El Cultural

Rafael Reig

"La cultura no se hace en la cumbre sino en el valle"

29 mayo, 2015 02:00

Rafael Reig. Ilustración: Luis Parejo

Con el humor de siempre, pero tan oscuro "como la realidad", Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) hace leña de las gentes de la Transición en su última novela, Un árbol caído (Tusquets).

¿Qué libro tiene entre manos?
Las brujas y su mundo, de Julio Caro Baroja; Asán, de Vladimir Makanin; y Las metamorfosis, de Ovidio.

¿Ha abandonado algún libro por imposible?
Muchísimos, pero más que por imposibles, por innecesarios: Libertad, de Jonathan Franzen, casi todo Javier Marías; La Galatea, de Cervantes; ídem de lienzo con James Ellroy; otrosí con Larva, de Julián Ríos; ítem más, Intemperie, de Jesús Carrasco; en fin, cuento y no acabo.

¿Con qué escritor o artista le gustaría tomarse un café?
Pues con Salma Hayek, nos ha merengao. Prefiero tomar vinos y con mis amigos, pero en fin, creo que me agradaría mucho tomar algo con Stephen King y con Donna Tartt, dos novelistas que admiro.

Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.
Una: la lectura de Proust rodeado de nieve, en Maine, durante varios días seguidos, bebiendo whisky a sorbitos y fumando: me descubrió de cuántas maneras somos capaces de justificarnos y engañarnos a nosotros mismos. Dos: una noche de copas con Antonio Orejudo y Claudio Rodríguez, casi hasta el amanecer: me sabía sus poemas de memoria, los habíamos recitado mi hermano y yo en momentos de mucho sufrimiento, y me pareció una persona admirable, que me convenció de ser siempre partidario de la felicidad. Y tres: las estupendas bibliotecas de Estados Unidos, que me permitieron leer un libro al día.

¿Qué ha pasado para que el Reig bienhumorado haya mostrado su versión más oscura en su última novela?
Años, eso habrá pasado, aunque niego la mayor: sigo con el buen humor de siempre, aunque haya procurado mostrar en mis novelas también el lado sombrío de la realidad. He procurado ensanchar el horizonte, no encogerlo.

¿Y de quién no haría leña jamás, a pesar de todo?
De muchos. De Paco Ibáñez. De Juan Marsé, un maestro. De Doctorow, uno de los escritores que más respeto.

¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
Ni entiendo ni mucho menos me emociona, pero el arte contemporáneo que de verdad detesto es la arquitectura, que desde hace muchos años ya es tan invasiva como repulsiva. La pintura, con no verla, allá penas, y algún cuadro quizá pueda valer como estampado para la cortina de la ducha.

¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
Sobre todo de San Juan de la Cruz, el Cristo que vi en la Encarnación, el que imitó Dalí con una mamarrachada. Un Bacon. Uno de esos cuadros pequeños de Nueva York de noche que pintó Sorolla. Algo de Egon Schiele.

¿Qué música escucha en casa? ¿Es de iPod o de vinilo?
No sé lo que es un iPod, tengo un CD y a veces oigo cosas en Youtube. Música clásica, siempre que no sea barroca. La barroca me da ganas constantes de hacer pis. Vallenatos de Escalona, Brassens, José Alfredo con Lucho Villa y poco más.

¿Le importa la critica? ¿Le sirve de algo?
Me alegra o me escuece durante diez minutos, luego se me olvida. Cuando conocí a Senabre me dijo: recuerdo que te hice una crítica, pero no si era buena o mala. Le contesté la verdad: yo tampoco y además da lo mismo. Lo pasamos muy bien.

¿Es usted de los que recela del cine español? Sí, me suele aburrir, a pesar de que sea obligatorio que la chica se empelote, no se sabe por qué. Extiendo el recelo al cine en general: todas parecen películas para chicos.

Como librero de pro: ¿qué título le recomendaría al presidente del Gobierno?
Algo de fácil lectura y que le haga dudar: Espartaco, de Howard Fast.

Una idea para mejorar la situación cultural de nuestro país
Olvidarse del vértice, de lo que sale en la prensa, de los premios Cervantes, de los Oscar, de los Tres Tenores, y dedicarse a ensanchar la base de la pirámide: bibliotecas escolares y de barrio, música y ajedrez en los colegios, una editora nacional con clásicos muy baratos, entrada gratuita en los museos, giras teatrales por los pueblos a precios subvencionados... La cultura no se hace en la cumbre, sino en el valle. Me parece más útil invertir en formación, la cultura ya vendrá por su cuenta.