Detalle de Chicago IL, c.1960. Foto: Howard Greenberg, NY / Bernal Espacio, Madrid. © Vivian Maier / Maloof Collection

Bernal Espacio. Libertad, 22. Madrid. Hasta el 3 de octubre.

Desde 2010, cuando comenzaron a exhibirse algunas de las fotografías entresacadas de los cien mil negativos descubiertos tres años antes, Vivian Maier (1926-2009) se ha convertido en un personaje de carga literaria. De hecho, el documental Buscando a Vivian Maier ha sido nominado este año en varios certámenes, incluso para el Óscar. Contiene todos los ingredientes para la siempre morbosa confluencia del arte contemporáneo con los medios de masas.



El hallazgo en una casa de subastas de un armario con las pertenencias de una niñera desconocida, que contenía además de zapatos y ropa vieja, los negativos, más rollos de películas y registros sonoros, periódicos y libros de fotografía, hacía realidad un gesto inventado y repetido por tantos artistas contemporáneos. La implicación detectivesca del joven investigador John Maloof, que difunde en la web Flickr algunas imágenes hasta que el artista y teórico Allan Sekula reconoce su calidad y le convence de no dispersar el legado, justo después de que ella sin saber nada muriera en una residencia. Y después, la voracidad del mercado y de las instituciones artísticas reverberada por prensa y televisión, mientras el personaje continua siendo un enigma.



Además, Vivian Maier cuya existencia estuvo signada por la discreción e incluso por el secretismo, evoca el anonimato impuesto o voluntario de tantas creadoras; como decía Virginia Woolf, "anónimo era mujer". Ni siquiera sabemos si hubiera preferido hacer públicos los registros que fue tomando a lo largo de su vida. Otras dudas que se plantean son si la selección de las imágenes inéditas que siguen saliendo de ese ingente archivo está creando una autoría imaginaria, entre otras tantas posibles selecciones: es remarcable la predilección nostálgica de comisarios y galeristas por el blanco y negro sobre su producción a color, y de imágenes fácilmente enmarcables en la laxa categoría de la street photography, frente al desinterés por las fotos de sus sorprendentes viajes a Cuba, Egipto o Filipinas y por su atracción por sucesos siniestros y acontecimientos políticos; y tampoco sabemos si ella hubiera respaldado el positivado en papel con que se están exponiendo y vendiendo.



Self-portrait, Chicago Area, 1971

En todo caso, no era una fotógrafa naif. La ardua reconstrucción de algunos datos de su biografía corrobora la contemplación de su trabajo. Aunque nacida en Nueva York, en su adolescencia pasa largas temporadas en Francia. Cuando su padre la abandona, convive junto a su madre con una pionera de la fotografía, la surrealista Jeanne J. Bertrand, a cuya influencia podemos atribuir su amor a la fotografía, que sabemos que cultiva antes de llegar a Nueva York en 1951. Cinco años después se trasladará definitivamente a Chicago. Entonces, siempre utilizando cámaras Rolleiflex, que permiten tomar las características imágenes de formato cuadrado discretamente, a media altura, sin hacer ostentación del disparo, se convierte en la perfecta observadora, mientras saca a pasear a sus niños. Aparentemente asexuada, ¿fue una voyeur? ¿O quizás alguien que afirmaba su identidad en el afuera?



Tras la importante retrospectiva en Valladolid en 2013, la excelente exposición que presenta Efraín Bernal funciona como un perfecto dispositivo, que parece haber tomado el modelo del espejo (tan utilizado por Maier) para cerrar en simetría una treintena de retratos y autorretratos, a los que se suma un corto originalmente en 8mm y editado por Maloof que redunda en confirmar la mirada Maier. Niños, amantes y ancianos, gente corriente, gestos de manos y arrugas de vestimentas frente a reflejos y destellos en superficies de objetos entre los que descubrimos los retratos fragmentados y distorsionados de Vivian Maier.



@_rociodelavilla