Ángel Viñas
El historiador explora en su nuevo libro, La otra cara del Caudillo (Crítica), un agujero negro en la biografía del dictador: el origen de su fortuna
Pregunta.- Su libro se presenta como el estudio que "desmonta a Franco de manera irrebatible". ¿De verdad es necesario, a estas alturas, desmontar la figura del dictador?
Respuesta.- Es que no se sabe todo sobre Franco. Sus papeles no han salido a la luz y hay muchos documentos que, sin ser de Franco, lo son de su régimen y aún permanecen ocultos. Es una anomalía típica de España. Pero es cierto que, hasta que llegó este gobierno, se ha tendido a desclasificar papeles; con el actual gobierno esto se ha parado en seco. La anterior ministra de Defensa, Carme Chacón, dejó lista para su aprobación la desclasificación de unos 10.000 documentos de Defensa. Pues bien, este ministro lo ha paralizado y su argumento es que las Fuerzas Armadas tienen cosas más importantes que hacer.
P.- ¿Y usted se cree ese argumento?
R.- Claro que no: los papeles ya están seleccionados y no cuesta ningún trabajo desclasificarlos. Pero no quieren. El otro argumento que ha dado el ministro es aún más extravagante: según él, la desclasificación de esos papeles crearía problemas con otros países. Pero vamos a ver. ¿Problemas con quién? ¿Con la Francia de Vichy? ¿Con la Italia fascista? ¿Con el Tercer Reich? Yo no me lo explico.
P.- En el libro apunta a los, según usted, "historiadores neofranquistas", con especial atención a Stanley G. Payne y Jesús Palacios. Los acusa de mitificar la figura del dictador.
R.- En realidad esto es insignificante. Ellos van por un lado y la investigación va por otro. Yo en general me sonrío con ellos. Pero es extraño que siga habiendo hagiografías de Franco en España. Ese tipo hagiografías no se escriben en Francia sobre Petain; y no hay demasiadas en Italia sobre Mussolini ni en Portugal sobre Salazar, ni por supuesto en Alemania sobre Hitler. Estas sociedades europeas tienen un nivel de tolerancia mucho menor con sus dictadores. Aquí todavía hay que dar todavía batallas impensables en otros países. Aquí enseguida te dicen: "¡Es que quieres revertir el pasado!". Pero ¿qué tiene que ver revertir el pasado con conocer lo que ocurrió de verdad?
P.- ¿Por qué fracasó la Ley de Memoria Histórica?
R.- En mi opinión, fue insuficiente; un intento bienintencionado, pero pobre de miras. Luego hubo que dar pasos atrás porque no se alcanzaba el consenso; aunque a mí eso no me preocupa. Alcanzar consensos forma parte de la democracia. El problema de aquella ley era que partía de planteamientos minimalistas, y por tanto el resultado fue aún más minimalista. Un planteamiento más ambicioso no hubiera vulnerado la legislación internacional y hubiera sido, además, coherente con la experiencia de otros países que sufrieron dictaduras semejantes.
P.- Usted es partidario de analizar el franquismo como un solo período "totalitario y fascistoide", camaleónico, como el propio Franco, pero una dictadura totalitaria, en todo caso, que sustentó su poder en la propaganda y la represión. ¿Quedan todavía hechos por documentar acerca de la represión franquista?
R.- Ahora ya no quedan muchos. En los últimos veinte años ha cambiado la situación y la represión franquista en la guerra y la posguerra es uno de los capítulos más estudiados. Pero sorprendentemente hay historiadores que pasan de puntillas por toda esta documentación. El profesor Stanley Payne ha publicado en España una historia de la Guerra Civil y dedica a la represión franquista media página. En la biografía de Franco de Jesús Palacios se dedica mucho más espacio a la represión republicana que a la franquista. ¡Y es la biografía de Franco! Por otro lado, la dictadura fue un sistema que se mimetizó con el entorno, pero que en ningún momento cambió de naturaleza.
P.- Lo más novedoso de su libro es la parte que afecta a las finanzas del dictador. Franco amasó una fortuna de 32 millones de pesetas, unos 388 millones de euros actuales, después de la guerra cuyo origen se puede documentar en parte, ¿no es así?
R.- Sí. Yo sólo he podido documentar (porque el expediente no se ha destruido) el origen de siete millones y medio de pesetas que Franco obtuvo vendiendo café donado a España. De los 32 millones con los que se hizo al final de la guerra, y que mantuvo en cuentas corrientes hasta que se sintió seguro, el origen de esos siete millones y medio es indubitable. Con el resto hay que especular un poco, tampoco demasiado. En el libro no lo digo porque carezco de pruebas documentales, pero esto es la cuenta de la vieja: Franco entra en la guerra sin un duro, con un sueldo de militar que la República le suspende. Su sueldo durante la guerra no lo conocemos, pero en el año 1940 él se pone uno de 50.000 pesetas anuales. Pon que lo dobló: 50.000 como Jefe del Estado y 50.000 como Capitán General. En cuatro años, 400.000 pesetas. Fíjese si queda dinero hasta los 32 millones. ¿De dónde sale ese dinero? Pues un camino son las donaciones al Estado (yo no he visto ningún papel que diga "Donativos al General Franco"), de las que él se habría apropiado. Esto es verosímil. El otro camino es que metiera la mano en la caja de la Jefatura del Estado, y esto nunca se sabrá porque no había contabilidad.
P.- Usted sostiene que lo hubiera podido hacer con total impunidad y sin ser visto...
R.- Claro, porque Franco era fuente del Derecho, es decir, era la ley. No tuvo un estatuto personal hasta la Ley Orgánica del Estado de 1966, así que hacía lo que le daba gana y se podía saltar a la torera la Ley de Hacienda Pública de 1911, que estaba en vigor porque no era republicana. Esa ley prevé que todas las donaciones se pasen al Tesoro Público; pero el Tesoro Público en el caso de Franco es Franco.