Image: Mariana Torres

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El Cultural

Mariana Torres

"Los microrrelatos requieren un trabajo muy obsesivo”

5 octubre, 2015 02:00

Mariana Torres. Foto: Isabel Wagemann

La escritora debuta en Páginas de Espuma con su libro de cuentos El cuerpo secreto.

Mariana Torres (Angra dos Reis, Brasil - 1981) ha conseguido dotar a su libro de cuentos El cuerpo secreto de una voz original e inquietante que, a la vez, genera un bello extrañamiento de la realidad. El libro, publicado por Páginas de Espuma, supone su debut literario, aunque ya probó las mieles narrativas en el corto Rascacielos, fruto de sus estudios de guion en la Escuela de Cine de Madrid. Combinando microrrelatos con cuentos de mayor recorrido en el que la infancia queda retratada como una etapa doliente, la joven autora logra atrapar al lector a través de un magnético imaginario que surge "de los sueños" que ha tenido.

Pregunta.- ¿Cómo se gestaron estos cuentos?
Respuesta.- El proceso de escritura del libro ha sido una combinación de cuentos antiguos, que llevaban bastante tiempo ya escritos, rodeándome y apuntando una temática muy clara; y otros que fueron elaborados después, cuando la base del libro era sólida y sobre todo, a partir del momento en que encontré el título: El cuerpo secreto. El libro también incluye cuentos que llevaban esbozados años, pero que aún no tenían objetivo. A partir del título he ido dando final a muchos de los cuentos que ahora componen el libro que, al inicio del proceso eran imágenes huérfanas o abstractas.

P.- ¿Desde un principio la idea era publicarlos?
R.- No en su origen inicial, porque ni siquiera podían entonces llamarse cuentos. Para mí es muy importante el concepto del libro como unidad global, casi como un ser vivo. Muchos de estos cuentos no tendrían sentido fuera del libro, y nunca los hubiera publicado en otro libro o sueltos, por ejemplo. Juntos en el libro tienen sentido, se apoyan entre sí y apuntan al mismo lugar; a muchos de estos cuentos no los visualizo por separado.

P.- A lo largo del libro la prosa conforma poderosas imágenes, casi siempre siniestras y truculentas. ¿Tiene algún referente concreto al respecto o surgen de su propio mundo interior?
R.- Creo que decir que surgen de otro lado que no sea mi mundo interior sería arriesgado porque la mayoría de las imágenes provienen de sueños que he tenido. Lo cual no significa que sueñe solamente este tipo de imágenes, claro, es una selección buscada de un imaginario. También vienen de historias que he leído o me han contado en la infancia, esas advertencias paternas del tipo: "no te comas las semillas que te va a crecer una planta en el estómago". Y bueno, desde mi punto de vista el foco estaría más en lo cruel y bello, sin ahondar tanto en lo morboso o lo truculento… En las imágenes que propongo es vital no solo la parte cruel, sino también la hermosa, la concepción del ser vivo con ambas partes, una vida que duele pero que no por ello deja de ser bella.

P.- Aunque pone en situación perfectamente al lector, ¿tuvo dudas acerca de la impactante ilustración de la portada?
R.- Sí, en algún momento valoramos que la ilustración de cubierta pudiera asustar a posibles lectores, porque la imagen, interpretada literalmente, es bastante descarnada. Pero fue un segundo de duda, yo tenía muy claro desde que la vi por primera vez que estaba tan en relación con los cuentos que no podía no utilizarse. Fue una suerte que Aron Wiesenfeld nos permitiera usarla. Es tan adecuada que casi parece dibujada para la ocasión… Aron también se dio cuenta de ello, le pasé un par de textos y lo entendió enseguida. Tenemos imaginarios parecidos, es como si hubiéramos visitado los mismos lugares de diferentes formas, y de esa visita salieran mis cuentos o sus ilustraciones.

P.- La mayoría de los protagonistas son niños. ¿Es algo meditado o le surge de manera natural?
R.- Que sean la mayoría niños es algo que surge de manera natural, desde hace años escribo cuentos cortos con protagonistas niños. Y a la hora de construir este libro era un referente muy claro, de hecho el darme cuenta de ello fue uno de los motivos que originó la inclusión de ciertos cuentos: los elijo porque hay un niño o, en su defecto, un adulto infantil. En el libro está trabajada la progresión: a partir de la mitad del libro empiezan a intervenir adolescentes, adultos, familiares… y, de hecho, en el último cuento, el protagonista es un adulto. Un adulto que regresa a su infancia, un adulto al que le habían arrancado al niño de dentro, y que de alguna forma lo recupera.

P.- ¿Por qué una etapa vital tan lúdica y despreocupada como la infancia puede tornar tan fácilmente hacia lo macabro?
R.- Tiene que ver con la intensidad con la que viven los niños. Son puro cuerpo y emoción en movimiento, todo lo que viven, tanto dramático como feliz, lo viven intensamente. Y en muchos casos con la falta de tremendismo que lo vivimos los adultos… Un niño se cae, por ejemplo, y a veces empieza a llorar solo porque se acerca su madre para consolarle. En relación a esa orientación infantil a lo macabro… creo que tiene más que ver con la manera de juzgar que desarrollamos a lo largo de la vida. Como dice Bradbury los niños son poetas, y para ellos un estercolero puede ser el lugar más bello que existe. Las etiquetas las ponemos más tarde, cuando vamos creciendo; para los niños el mundo es más inmediato, así que podríamos decir que la parte macabra en algunas historias casi la pone más el adulto que está leyendo que el niño protagonista.

P.- En el libro parece asociar el estado del cuerpo al del espíritu. ¿Qué le permite como escritora este recurso?
R.- Es que el cuerpo y el espíritu (emoción y pensamiento), están más que asociados en realidad. Lo único que hago en mis cuentos es intentar plasmarlo, poner en imágenes visuales las emociones de los personajes. Se parece mucho a lo que ocurre cuando soñamos: el imaginario interno va mostrando en imágenes, como si dibujara, todo lo que el cuerpo ha sentido y vivido a lo largo del día, mientras estaba despierto. Escribir desde ese punto de vista permite crear historias concretas, muy visibles, con elementos plásticos que llegan fácilmente al lector. Lo otro que facilita la comunicación con el lector son los sentidos, el lector tiene que trasladarse a vivir al texto para sentir la historia en su propio cuerpo, esta es una manera de facilitar es objetivo.

P.- Combina microrrelatos con cuentos cortos. ¿Cuáles requieren un mayor trabajo? ¿Quizá los microrrelatos por necesitar de una mayor precisión?
R.- Todos los cuentos requieren muchísimo trabajo, independientemente de su extensión. Los microrrelatos requieren un trabajo muy obsesivo en relación a la elección exacta de las palabras, hay que tener en cuenta cómo suenan, qué quieren decir individualmente; y qué quieren decir y cómo suenan en relación con las palabras que las rodean. Lo cual también es importante en un cuento largo, claro, pero en un microrrelato es aún más vital, porque contamos con menos palabras. Son escrituras y trabajos diferentes, para mí es más sencillo el microrrelato porque me puedo dejar guiar por el oído, me aprendo las pocas líneas que los forman de memoria, y los elementos narrativos están muy sugeridos, no es necesario esbozarlos más allá. Llega un punto que los microrrelatos son objetos a pulir, mirar y escuchar, pero que ya no tienen que tocarse. Llegar a este punto en un cuento largo me suele costar más tiempo, porque tienen más palabras y normalmente muchas más imágenes, acciones y un perfil de trama y evolución.

P.- Parece que tiene predilección por crear sensaciones a través del lenguaje frente a los elementos narrativos...
R.- Más que una predilección o elección personal tiene que ver con la intención de este libro que, en efecto, trabaja para crear una emoción. Y no una emoción concreta a la que pueda darle un nombre sino la emoción de cada lector, la emoción que tenga que aportar cada uno. Son cuentos abiertos que invitan a sentir. Y los elementos narrativos que incluyen están trabajando como un andamio hacia fuera, apuntando a lo que no está dicho en el cuerpo de texto. Pero están ahí, tal vez se puedan ver mejor si analizamos el libro como conjunto, no los cuentos de manera independiente o salteada.

P.- ¿En qué está trabajando en este momento? ¿Piensa dar el salto a la novela? ¿Ha abandonado su otra vocación, la dirección de cine?
R.- Siempre trabajo en varios proyectos a la vez, no dejo nunca de escribir cuentos y anotar ideas o sueños porque, simplemente, no puedo. Al mismo tiempo estoy trabajando en un texto largo, probablemente una novela, en la que llevo ya inmersa un par de años y que he dejado a un lado porque ha surgido este libro. Ahora mismo he vuelto a esa novela, y por un lado es un alivio tener una única historia y, por otro lado, es como pasar de los cien metros al maratón. Normalmente trabajo así, en varias historias a la vez hasta que una, por el motivo que sea, destaca sobre las demás y hay que hacerle más caso y centrarse en ella (de hecho por eso, en 2009, dirigí mi primer y creo que último cortometraje, porque esa historia se interpuso claramente por delante de otros proyectos). Y en relación al salto que pueda existir entre un libro de cuento y una novela creo que es un salto más bien horizontal, no hacia arriba o hacia abajo. Igual que hay cuentos que se me ocurren en inglés, y no podría escribirlos en español, hay historias que son novelas, otras que son obras de teatro o cortometrajes. Pero si tengo que elegir, ahora mismo, me quedo con la literatura que, al menos la parte inicial, depende solamente de mí.

@JavierYusteTosi