¿Qué libro tiene entre manos?
Suite francesa, de Iréne Némirovsky, Los secretos de la felicidad, de Rojas Marcos y una breve biografía de Verdi de France-Yvonne Brill. Esta última la llevo en el bolso para ir picoteando cuando puedo.
¿Y qué libro abandonó por imposible?
Cincuenta sombras de Grey, por aburrimiento. Lo dejé cuando llevaba unas 50 páginas. No entiendo por qué ha triunfado tanto. ¿Es que la gente no ha follado en su vida?
¿Cuántas veces va al teatro al año?
Pues me gustaría ir mucho más pero es complicado. Me atraen los clásicos y no la comedia por la comedia. Necesito que tenga algún poso reflexivo.
¿Una obra que la dejó clavada en la butaca últimamente?
Me encantó Buena gente, protagonizada por Verónica Forqué. Admirable la actitud de esta heroína a la que todo le sale mal pero sigue empecinada en ayudar a los demás.
Cuéntenos una experiencia cultural que le cambió su manera de ver la vida.
Cuando hice en París la versión operísitica de El último día de un condenado a muerte, basada en el libro de Víctor Hugo. Me aterró que una sociedad se ponga a la altura de un presunto criminal, que aplique el ojo por ojo. La música de David Alagna, disonante y arrítmica, intensificaba la angustia y la inquietud. Fue muy duro.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
No lo entiendo pero me emociona. Me dejo llevar. Eso lo aprendí hace tiempo. Antes me rebelaba contra lo que no entendía pero no es ese el camino. El arte contemporáneo es algo que crece en uno con el tiempo. Un ejemplo: antes el Kursaal y el Guggenheim me parecían monstruosidades y ahora no podría prescindir de ir a verlos.
¿Cantar pop es para usted una necesidad, una liberación, una rebeldía...?
Es un sentimiento y una consecuencia lógica de pertenecer a una generación amamantada con pop. He crecido con él. Aunque fue una circunstancia personal la que me empujó: la muerte de mi madre. Y, además, Javier Limón supo tocar la tecla para que me lanzase definitivamente. Pero nunca lo hubiera hecho si supiese que podía perjudicarme en mi carrera como cantante lírica.
¿Qué tiene Limón que no tengan otros productores?
Tiene esa mirada detrás de la que se oculta la genialidad. Es muy convincente, por su claridad de ideas y por su habilidad para comunicarlas. Y es un buscador infatigable. No para de pensar e investigar.
¿Cuál es la ópera que mas veces ha visto?
La bohème. Es la que más he hecho, encarnando a Mimí y Musetta. Y también, creo, la que más he visto. La puedes ver mil veces y no cansarte. Pura obra de arte.
¿Cómo debe ganarse la ópera y la música clásica nuevos públicos?
Son disciplinas que crecen con los años. En la infancia suelen fascinar. En la adolescencia aburre pero, pasados los 30, vuelve a enganchar. La vibración de la ópera, sin mediar microfonía, no tiene rival en las artes canoras.
¿Es usted de los que recelan del cine español?
Es justo al revés. Creo que tenemos una cantera magnífica. Cada vez reniego más de Hollywood y me interesa más el cine de autor europeo, y ahí nuestros directores tienen mucho peso.
¿Qué película es la que más veces ha visto?
No me pierdo ninguna navidad ¡Qué bello es vivir! Quizá la segunda sea Mujercitas.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
Me encanta. Soy una enamorada de España. Nuestro patrimonio artístico e histórico es alucinante. Es una pena que no sepamos valorarlo lo suficiente. Sería un sector económico mucho más potente si supiéramos ensalzarlo. Creo que falta más unión entre museos, auditorios, teatros, restaurantes, paradores, bodegas... Habría que crear ofertas conjuntas atractivas para los turistas. España podría ser un inmenso parque temático cultural, igual que Italia o Grecia. La cultura es nuestro petróleo.
Regálenos una idea para mejorar la situación cultural de nuestro país.
Pues eso: que se trabaje coordinando esfuerzos hacia objetivos comunes. Porque, de momento, cada uno va por su lado. Y es una pena con todo lo que tenemos.