El bailarín y coreógrafo Antonio Ruz (Córdoba, 1976) tiene un amplio bagaje coreográfico, fruto de sus inicios en el ballet clásico, la danza española y el flamenco y, más tarde, de su trabajo como intérprete en las compañías de Víctor Ullate, William Forsythe y Sasha Waltz. En 2009 crea su propia compañía que se caracteriza por una línea de trabajo de investigación colectiva, experimentación en campo del movimiento y convivencia con otras disciplinas artísticas. Con estas señas de identidad nace À l'Espagnole. Fantasía escénica, un espectáculo que combina la danza contemporánea de la Compañía Antonio Ruz y la música barroca de la formación musical Accademia del Piacere.

La obra está basada en la contaminación artística que experimentan España y Francia a lo largo de la historia, y más concretamente en el siglo XVII. En el contexto musical, esta relación de amor-odio, de seducción-rechazo, de adopción y transformación de las formas à l'espagnole, sirve de fuente de inspiración para ofrecer un espectáculo en el que la danza contemporánea, el teatro y la música barroca se dan la mano en un dialogo interdisciplinar.

Pregunta.- El espectáculo se ha mostrado ya con éxito en escenarios de Sevilla y Granada, ¿espera lo mismo de Madrid?

Respuesta.- Sí, claro. Aunque en esta ocasión, al contrario que en Sevilla o en Granada, es un festival exclusivamente de danza. Pero este espectáculo es el único de toda la programación que tiene música en directo, que cuenta con un diálogo entre dos disciplinas. No son los mismos nervios que en el estreno pero con el público nunca se sabe. Yo lo que busco es que la gente se emocione y espero conseguirlo.

P.- ¿Cómo surge la idea de A l'Espagnole?

R.- Pues de varios frentes. Un pequeño germen viene de un disco de música barroca que descubrí mientras trabajaba en Lyon y que era de composiciones de música de la corte del Rey Sol, Luis XIV, una época en la que existían fuertes relaciones culturales entre los dos países, una relación de seducción-rechazo, de adopción y transformación de las formas. Siempre he sido un apasionado de la música barroca y llevaba tiempo pensando en cómo montarlo. Quería que fuera con música en directo, y por eso he esperado tanto tiempo. La clave fue un encuentro en Sevilla con Fahmi Alqhai, el director del conjunto de música antigua Accademia del Piacere, para realizar un proyecto. Hubo mucha química entre los dos y decidí comentárselo. Además me parece que la música de su compañía tiene un sonido muy especial, interpreta el barroco con mucho respeto pero a la vez le da una vuelta de tuerca. Para mí fue un reto, y entre los dos con mucho trabajo lo hemos sacado adelante.

P.- En principio parece complicada una simbiosis entre la danza contemporánea y la música barroca, ¿cómo se fragua?

R.- Para mí la música barroca es muy orgánica, y ahí guarda muchos puntos en común con la danza como, por ejemplo, la fluidez. Existen paralelismos: el intérprete de música barroca, en muchos casos por tener partituras incompletas, también debe improvisar, al igual que el bailarín, que no trabaja con un elemento estrictamente cerrado. Creo que cualquier música se puede bailar, y más ésta, tan orgánica y sugerente. Para crear el espectáculo he contado con miles de referentes. Han colaborado conmigo dos bailaores, Rafael Estévez y Valeriano Paños, he investigado en libros, y he cogido como referente las comedia-ballet de Molière, que unificaban música y danza y tenían un componente teatral. También hay pequeños trozos de texto que sirven para situar al espectador en el contexto histórico del siglo XVII.

P.- Es característico de sus espectáculos el mezclar, no sólo música, sino elementos como teatro o artes plásticas, ¿todo vale en la danza?

R.- Tampoco es eso, pero si dentro de un concepto necesitas vídeo o teatro, ¿por qué no se va a incluir? Cualquier disciplina artística usada de manera coherente es totalmente válida. Ahora bien, usar por usar, no. Pienso que esta línea de trabajo aglutinadora produce piezas más globalizadoras, enriquecedoras y flexibles que el típico espectáculo clásico.

P.- Y a la vez favorece el acceso a la danza de un público más amplio...

R.- Sin duda. Yo trato de ponerme siempre en el lugar del espectador, que las piezas no sean herméticas y que éste se identifique con lo que ve. Con este tipo de trabajos pretendo crear nuevos públicos de danza. Me ha ocurrido en Sevilla o en Granada que mucha gente que nunca había visto danza o música barroca descubrió que le gustaba este ámbito. Es importante que especialmente la gente joven abra su mente y vea que estos espectáculos se pueden hacer de otra manera, que nos impliquemos en la formación de públicos, que en definitiva es nuestro presente y nuestro futuro.

P.- ¿Cómo se trata en España este tema de la formación de públicos?

R.- En particular en este festival sí que se ofrecen visitas a algunos de los ensayos a ciertos grupos. Yo traté de hacerlo con mi espectáculo pero no ha podido ser. Pero en general España está a años luz de otros lugares. Por ejemplo en Francia, donde yo he trabajado, todos los teatros cuentan con programas de este tipo que ofrecen visitas abiertas a los colegios. Pienso que esa educación artística, esa sensibilización, se debe comenzar desde abajo, con los más pequeños, porque en adolescentes ya formados, con gustos más definidos, esa chispa no se produce de forma tan natural ni habitual. Hay que implicarse más y tener visión de futuro, porque es fundamental la existencia del público.

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P.- Usted ha trabajado en el extranjero, ¿se tuvo que ir por la tan comentada situación del sector o por voluntad propia?

R.- En mi caso salí voluntariamente. Podría haberme quedado como otros compañeros que se integraron a la Compañía Nacional con Nacho Duato, pero por mi carácter inquieto preferí salir a conocer otras culturas, lo que fue una gran experiencia vital. Creo que todo bailarín está casi obligado a salir a trabajar al extranjero. Me parece muy retrógrado, una manera fácil de quejarse, ese tópico de que es necesario emigrar por falta de trabajo. Yo no digo que la situación no esté mal, que lo está, especialmente la falta de apoyo que sufren las compañías privadas, pero también hay otras compañías y otros trabajos que se pueden hacer. Pero pienso que es muy importante conocer otras culturas y otros estilos, no sólo a nivel de baile, sino también cultural. Yo estuve en Ginebra, Lyon y Berlín, donde sigo colaborando anualmente desde 2007, y fue muy enriquecedor, lo mejor que he hecho en mi carrera.

P.- Siendo A l'Espagnole una obra tan centrada en Francia, ¿se plantea llevarla al país vecino?

R.- Después del esfuerzo que nos ha costado me gustaría que el proyecto viajase por todo el mundo. Creo que la obra es muy europea, porque esta situación que se dio entre España y Francia también ocurrió en distintos momentos con otros países del continente. Por supuesto que queremos ir a París y creo que allí puede funcionar muy bien porque es un espectáculo fresco y abierto y con mucha calidad. Además la representación se centra más en la visión que Francia tenía de España, incluimos muchos tópicos y clichés de cómo nos ven en el país vecino y preguntas que se quedan en el aire.

P.- Todavía está inmerso en este proyecto pero, ¿qué le espera en el horizonte?

R.- Ahora mismo lo que veo son unas buenas vacaciones. Este año ha sido muy intenso, con este espectáculo, también con Beautiful Beach, que preparé en la sala Kubik, y con una colaboración para la compañía Sasha Waltz & Guests de Berlín, y es momento de hacer una pausa. Pero sí que hay algo ahí, un proyecto que será para 2016. Se trata de un espectáculo sobre Johann Sebastian Bach que preparo con Tamako Akiyama, primera bailarina de la CND durante años, y con el músico Pablo Martín Caminero. De momento no quiero adelantar nada más porque todavía está gestándose, estamos buscando financiación y dónde estrenarlo. Pero estoy muy ilusionado, es un pequeño caramelo que me ha puesto la vida.