Ángel Fernández Montesinos
"Ojalá en 30 años Los caciques no sea una obra de actualidad"
El veterano director vuelve a Madrid al Teatro Marquina con Los caciques, una sátira sobre la corrupción política que a pesar de rozar el centenario continúa de plena actualidad.
Maestro de maestros, decano del teatro español, Ángel Fernández Montesinos (Murcia, 1930) comenzó en esto del teatro en la década de los cincuenta. Y hasta hoy. Aunque afirma que "ahora el teatro es otra cosa", él sigue al pie del cañón a sus 85 años ofreciendo montajes como este Los caciques, "una obra de Carlos Arinches que lamentablemente está de plena actualidad". Fernández Montesinos repite con una obra que ya dirigió en 2001 pero que ha recuperado porque "ilustra en clave de comedia lo que ocurre hoy en día". Aunque si en aquella versión el director fue fiel al texto de Arniches y a la historia que se desarrolla en el Villalgancio del alcalde corrupto Don Acisclo Arrambla, en ésta de 2015 hay novedades, el texto se traslada a una comunidad actual donde una inspección municipal a hace peligrar a un alcalde que trata de ocultar 20 años de mala gestión. "Al público le va a sorprender el hostigamiento de ciertas escenas. Va a creer que se han escrito ahora mismo, cuando en realidad fueron ideadas en 1920".
Pregunta.- Los caciques tiene casi cien años, pero viendo la trama resulta perfectamente actual.
Respuesta.- Sí, por eso decidimos hacer la versión, actualizándola, porque cuando se estrena en el año 20, Arinches la sitúa en un pueblo cualquiera de paletos, un poco temiendo lo que podía pasarle, porque era indudablemente un fuerte ataque a la política de la época. Desgraciadamente es de rabiosa actualidad, por lo que es una especie de protesta por todo lo que está pasando. El público se divierte, porque está contada en clave de comedia, pero a la vez identifica a los personajes de la obra con personajes actuales y la recibe con complicidad.
P.- Precisamente hizo una versión en 2001, cuando la situación no estaba tan caliente, pero ahora tiene modelos por todas partes.
R.- En 2001 representamos la obra como él la escribió, pero ahora hemos decidido situarla en una comunidad actual, porque nos pasamos todos los días leyendo en los periódicos casos de corrupción y ya estamos hartos. Esta comedia ataca de una manera feroz a la clase política de los caciques. Caciques y corrupción van unidos siempre, porque necesitan el poder para quedarse con el dinero. Creo que, como yo, el público piensa: "ojalá dentro de 30 años no pongan este espectáculo porque es de actualidad". Pero seguramente lo tendrán que poner porque esto es algo innato.
P.- Y tratando un tema tan controvertido y delicado, ¿no teme herir sensibilidades?
R.- Pues la verdad es que no y además, si las hiere mejor. A los caciques les daba igual, y a los corruptos de hoy, como tienen el dinero y no lo devuelven, pensarán que somos unos bobos. No les llegará la crítica porque para aceptar las críticas hay que tener cultura.
P.- Arinches en su época tenía una voluntad de denuncia, pero hoy en día el tema está sobradamente comentado, ¿propone la obra un paso más, una actuación más allá de la mera denuncia?
P.-El objetivo efectivamente ya no es denunciar, sino fustigar. Carlos Arinches decía que el humor es un arma feroz, y él utiliza el humor como un arma feroz contra los caciques y los corruptos. Desarrolla un argumento lleno de confusiones y equívocos, lo que provoca la carcajada del público. Pero la situación queda muy clara, los caciques son corruptos y los corruptos son caciques. Y temen lógicamente la inspección, como estamos viendo ahoran en tantos casos.
P.- ¿Qué innovaciones introduce en la escenografía?
R.- Para dotar a la obra de mayor agilidad, hemos reducido las escenas que no eran completamente imprescindibles, pero se conserva plenamente la trama. Todos los diálogos más críticos y controvertidos ya los decía Arinches en la época. Además, para mayor visualidad y ritmo contamos con una escenografía auxiliada por audiovisuales, por NO-DOS, proyecciones, noticiarios de la época...distintos escenarios que amenizan la trama.
R.- Es algo que viene desde Piscator en los años 20. Lo que pasa es que para ciertas comedias, sobre todo cuando son farsas, nos viene muy bien el cambio rápido de escenografía para dar al espectador una visión más completa y más dinámica. Yo pienso que todos los elementos tienen, o deberían tener, su razón de ser. Si están bien utilizados son magníficos, pero si la comedia no lo necesita y es solamente una "martingada" del director no me gusta. Pero hay veces que es necesario. Todo en el teatro tiene que tener su porqué, y en el caso de esta proyección está completamente justificado.
P.- También es un tema recurrente la bajada de calidad del teatro que se representa hoy en día, ¿es así?
R.- Bueno, tenemos un problema ahora en el teatro del que la gente no se quiere dar cuenta. El 21% de IVA es un crimen, porque está matando el tejido empresarial y se está desviando la ganancia. Por eso se hacen comedias con pocos personajes. En Francia cuando se estrena una producción se le cobra el 2%, y cuando está amortizada el 5. Aquí se cobra el 21% desde el primer momento, y eso no puede ser. Esa puede ser una razón que limite la calidad de los espectáculos.
P.- Sin embargo se está tendiendo la reposición de obras de clásicos como Arinches o Mihura, obras del Siglo de Oro e incluso clásicos griegos, ¿por qué?
R.- Una cosa llama a otra, y hay comedias que como tienen el éxito asegurado y sabemos que van a gustar al público se repiten. Además, ¿qué hay de malo en hacer teatro de repertorio? Cualquier obra que aproveche y divierta al público es interesante de hacer. Está bien eso de combinar teatro de repertorio con teatro actual, como está Galcerán con El crédito, y todas estas comedias que se hacen hoy en día. Todo tiene cabida en el teatro siempre que sea de buena calidad e interese al público.
P.- Siguiendo con la calidad, un género poco apreciado es el del teatro musical, y sin embargo usted afirma que es el que más disfruta.
R.- Pues sí, y te digo porqué, porque es el más difícil. El más fácil es el dramático, y ya la comedia tiene mucho riesgo, porque hay que contar con la complicidad y la colaboración del público. Pero el teatro musical, que yo he hecho con Por la calle de Alcalá, Mamá quiero ser artista o Estamos en el aire, es tan difícil... Desde el primer momento inventarlo, imaginarlo, llevarlo a escena, el libro, la música, las conexiones... Por eso me apasiona.
P.- Precisamente su próximo proyecto está relacionado con un musical, ¿no es así?
R.- Extacto. Ahora tengo un proyecto que consiste en hacer una nueva versión de Por la calle de Alcalá. Por fin un musical español, que ya está bien de franquicias extranjeras. El libreto está terminado y ya estamos en tratos. No vamos a decir fecha, pero creo que se terminará por hacer porque los musicales americanos ya se están agotando, y verdaderamente, un musical con este estilo y esta temática vendría muy bien en estos momentos.
El veterano director vuelve a Madrid al Teatro Marquina con Los caciques, una sátira sobre la corrupción política que a pesar de rozar el centenario continúa de plena actualidad.
Maestro de maestros, decano del teatro español, Ángel Fernández Montesinos (Murcia, 1930) comenzó en esto del teatro en la década de los cincuenta. Y hasta hoy. Aunque afirma que "ahora el teatro es otra cosa", él sigue al pie del cañón a sus 85 años ofreciendo montajes como este Los caciques, "una obra de Carlos Arinches que lamentablemente está de plena actualidad". Fernández Montesinos repite con una obra que ya dirigió en 2001 pero que ha recuperado porque "ilustra en clave de comedia lo que ocurre hoy en día". Aunque si en aquella versión el director fue fiel al texto de Arniches y a la historia que se desarrolla en el Villalgancio del alcalde corrupto Don Acisclo Arrambla, en ésta de 2015 hay novedades, el texto se traslada a una comunidad actual donde una inspección municipal a hace peligrar a un alcalde que trata de ocultar 20 años de mala gestión. "Al público le va a sorprender el hostigamiento de ciertas escenas. Va a creer que se han escrito ahora mismo, cuando en realidad fueron ideadas en 1920".
Pregunta.- Los caciques tiene casi cien años, pero viendo la trama resulta perfectamente actual.
Respuesta.- Sí, por eso decidimos hacer la versión, actualizándola, porque cuando se estrena en el año 20, Arinches la sitúa en un pueblo cualquiera de paletos, un poco temiendo lo que podía pasarle, porque era indudablemente un fuerte ataque a la política de la época. Desgraciadamente es de rabiosa actualidad, por lo que es una especie de protesta por todo lo que está pasando. El público se divierte, porque está contada en clave de comedia, pero a la vez identifica a los personajes de la obra con personajes actuales y la recibe con complicidad.
P.- Precisamente hizo una versión en 2001, cuando la situación no estaba tan caliente, pero ahora tiene modelos por todas partes.
R.- En 2001 representamos la obra como él la escribió, pero ahora hemos decidido situarla en una comunidad actual, porque nos pasamos todos los días leyendo en los periódicos casos de corrupción y ya estamos hartos. Esta comedia ataca de una manera feroz a la clase política de los caciques. Caciques y corrupción van unidos siempre, porque necesitan el poder para quedarse con el dinero. Creo que, como yo, el público piensa: "ojalá dentro de 30 años no pongan este espectáculo porque es de actualidad". Pero seguramente lo tendrán que poner porque esto es algo innato.
P.- Y tratando un tema tan controvertido y delicado, ¿no teme herir sensibilidades?
R.- Pues la verdad es que no y además, si las hiere mejor. A los caciques les daba igual, y a los corruptos de hoy, como tienen el dinero y no lo devuelven, pensarán que somos unos bobos. No les llegará la crítica porque para aceptar las críticas hay que tener cultura.
P.- Arinches en su época tenía una voluntad de denuncia, pero hoy en día el tema está sobradamente comentado, ¿propone la obra un paso más, una actuación más allá de la mera denuncia?
P.-El objetivo efectivamente ya no es denunciar, sino fustigar. Carlos Arinches decía que el humor es un arma feroz, y él utiliza el humor como un arma feroz contra los caciques y los corruptos. Desarrolla un argumento lleno de confusiones y equívocos, lo que provoca la carcajada del público. Pero la situación queda muy clara, los caciques son corruptos y los corruptos son caciques. Y temen lógicamente la inspección, como estamos viendo ahoran en tantos casos.
P.- ¿Qué innovaciones introduce en la escenografía?
R.- Para dotar a la obra de mayor agilidad, hemos reducido las escenas que no eran completamente imprescindibles, pero se conserva plenamente la trama. Todos los diálogos más críticos y controvertidos ya los decía Arinches en la época. Además, para mayor visualidad y ritmo contamos con una escenografía auxiliada por audiovisuales, por NO-DOS, proyecciones, noticiarios de la época...distintos escenarios que amenizan la trama.
Un momento de la representación de Los caciques. Foto: MarcosGpunto
P.- Este tipo de recursos son una constante que se está viendo mucho últimamente en el teatro, ¿qué opina de su utilización?R.- Es algo que viene desde Piscator en los años 20. Lo que pasa es que para ciertas comedias, sobre todo cuando son farsas, nos viene muy bien el cambio rápido de escenografía para dar al espectador una visión más completa y más dinámica. Yo pienso que todos los elementos tienen, o deberían tener, su razón de ser. Si están bien utilizados son magníficos, pero si la comedia no lo necesita y es solamente una "martingada" del director no me gusta. Pero hay veces que es necesario. Todo en el teatro tiene que tener su porqué, y en el caso de esta proyección está completamente justificado.
P.- También es un tema recurrente la bajada de calidad del teatro que se representa hoy en día, ¿es así?
R.- Bueno, tenemos un problema ahora en el teatro del que la gente no se quiere dar cuenta. El 21% de IVA es un crimen, porque está matando el tejido empresarial y se está desviando la ganancia. Por eso se hacen comedias con pocos personajes. En Francia cuando se estrena una producción se le cobra el 2%, y cuando está amortizada el 5. Aquí se cobra el 21% desde el primer momento, y eso no puede ser. Esa puede ser una razón que limite la calidad de los espectáculos.
P.- Sin embargo se está tendiendo la reposición de obras de clásicos como Arinches o Mihura, obras del Siglo de Oro e incluso clásicos griegos, ¿por qué?
R.- Una cosa llama a otra, y hay comedias que como tienen el éxito asegurado y sabemos que van a gustar al público se repiten. Además, ¿qué hay de malo en hacer teatro de repertorio? Cualquier obra que aproveche y divierta al público es interesante de hacer. Está bien eso de combinar teatro de repertorio con teatro actual, como está Galcerán con El crédito, y todas estas comedias que se hacen hoy en día. Todo tiene cabida en el teatro siempre que sea de buena calidad e interese al público.
P.- Siguiendo con la calidad, un género poco apreciado es el del teatro musical, y sin embargo usted afirma que es el que más disfruta.
R.- Pues sí, y te digo porqué, porque es el más difícil. El más fácil es el dramático, y ya la comedia tiene mucho riesgo, porque hay que contar con la complicidad y la colaboración del público. Pero el teatro musical, que yo he hecho con Por la calle de Alcalá, Mamá quiero ser artista o Estamos en el aire, es tan difícil... Desde el primer momento inventarlo, imaginarlo, llevarlo a escena, el libro, la música, las conexiones... Por eso me apasiona.
P.- Precisamente su próximo proyecto está relacionado con un musical, ¿no es así?
R.- Extacto. Ahora tengo un proyecto que consiste en hacer una nueva versión de Por la calle de Alcalá. Por fin un musical español, que ya está bien de franquicias extranjeras. El libreto está terminado y ya estamos en tratos. No vamos a decir fecha, pero creo que se terminará por hacer porque los musicales americanos ya se están agotando, y verdaderamente, un musical con este estilo y esta temática vendría muy bien en estos momentos.