Mario Gas

El director estrena Invernadero de Harold Pinter en el Teatro de la Abadía.

"Esta función está basada en el juego interpretativo de los actores que es fundamental por el tempo, el ritmo y el camino que han de recorrer", explica Mario Gas (Montevideo, 1947), poniendo en foco a los interpretes de Invernadero, obra de Harold Pinter que dirige en el Teatro de la Abadía y que ha adaptado Eduardo Mendoza para tal fin. En Tristán Ulloa y Gonzalo de Castro recae el peso de la función, que construye una sátira del funcionamiento burocrático y el gobierno autoritario a partir de los entresijos de un peculiar sanatorio cuya naturaleza nunca se desvela. Una de las obras más mordaces del Premio Nobel británico, al que Gas afronta por primera vez desde la dirección.



P.- Es el primer Pinter de su carrera como director.

R.- Sí, aunque como actor hace muchos años hice El conserje y luego como director del Teatro Español propicié siete u ochos montajes de sus obras que pasaron por la sala pequeña. Por tanto, es un autor al que he visitado en multitud de ocasiones y siempre tuve en mente que quería dirigir alguna de sus obras, aunque parecía que nunca llegaba el momento. Finalmente aquí está mi primer Pinter como director.



P.- ¿Por qué se interesó por Invernadero en concreto?

R.- Me parece una obra estupenda. Es un Pinter muy vital, muy vitriólico, muy desenfrenado que ya de algún modo está preparando lo que va a ser luego el Pinter de las obras más grandes. Pertenece a esa época de El portero, El conserje... Tiene ya una atomización perfecta del lenguaje y la temática es genial. Se sirve de unas situaciones que aparentemente son cómicas, llenas de mordacidad, pero detrás de esa risa liberadora está el horror. Me parece una obra interesantísima para poner ahora en escena y por eso nos pusimos en marcha.



P.- Por tanto, ¿cree que esta obra refleja las principales virtudes de Pinter como dramaturgo y como analista de la sociedad en la que vivía?

R.- Sí, está en esa línea. Es un Pinter joven, aún no tan contenido como en sus piezas de madurez, con un sentido del humor muy desatado. Con el tiempo ese humor estará cada vez más retenido hasta llegar a una seriedad a veces apabullante y asfixiante. Todo el núcleo de la obra de Pinter está en esta especie de locura del Invernadero, esa institución a la que aparentemente va gente a descansar. Es una opaca institución de la administración del estado en donde en realidad se elimina psíquica y hasta físicamente a los pacientes, y al mismo tiempo se reproduce el temor de los dirigentes, con todos los traspiés, las traiciones y las luchas por el pequeño poder que pueda haber en cualquier comunidad. Todo ello retratado con un sentido del tempo y del ritmo absolutamente disolvente, que propicia una puesta en escena muy atractiva. Y teniendo unos actores tan fantásticos como los que tengo yo, Pinter se manifiesta en plenitud.



P.- ¿El tema de la obra es todavía actual?

R.- Si no fuera así no la habría montado. A mí las obras que no profundizan en el ser humano como ser que vive en sociedad y como ser que se enfrenta a sí mismo en su existencia no me interesan. Pero me parece que esta obra sí tiene todo eso. Por vía metafórica, claro. No nos está hablando con pelos y señales de antes de ayer pero el teatro tiene esa virtud, que pasa por encima de las coyunturas y que si habla de cosas que nos tocan pues sigue interesando mucho al público. A mí esta obra me tocó por su fondo y por su forma y me pareció muy idónea paras ponerla en escena.



Una momento de Invernadero. Foto: Ros Ribas

P.- Hay un detalle curioso con esta obra. Pinter la escribió a finales de los 50 y la tuvo más de 20 años en un cajón antes de que viera la luz...

R.- La escribió entre el 57 y el 58, en el 78 la revisó, la cambió muy poco y en el 80 se estrenó dirigida por él mismo. A partir de entonces, sobre todo en Inglaterra y en países centroeuropeos, ha quedado incluida de algún modo en el repertorio pinteriano. Lo que pasa que aquí en España tampoco hemos hecho tanto a Pinter, pero es una obra que en Francia y en Inglaterra ha sido muy revisitada. De hecho el último montaje en Londres, en el Teatro Trafalgar, es de hace tres o cuatro temporadas.



P.- ¿Por qué cree que la dejó tanto tiempo en el cajón?

R.- Los designios de los autores son insondables. A mí no me preocupa que la dejara en el cajón, tal vez en aquel momento no consideró oportuno ponerla en marcha o le pareció demasiado feroz… No lo sé. La cuestión, el acto feliz, se produce cuando la recupera y decide incorporarla a su corpus teatral y la dirige en escena. Eso es lo que más me interesa, no el hecho de que estuviera dos décadas metida en un armario.



P.- ¿Qué ha aportado Eduardo Mendoza al texto?

R.- Pues Mendoza ha aportado mucho porque, en primer lugar, es un literato finísimo y un hombre de teatro también importante y, en segundo lugar, porque es un gran conocedor del idioma inglés y ha hecho una traducción fidelísima pero además con un lenguaje que corre en boca de los actores… Ha encontrado la traslación exacta de las sinrazones, de las paradojas y de los tempos y timings que plantea Pinter. Es una versión soberbia y pensada para ser dicha en el escenario.



P.- ¿Cuál ha sido la apuesta escénica?

R.- Nosotros hemos intentado hacer un tratamiento lo más escueto posible, reflejando los diversos lugares de esa institución aparentemente benévola, pacificante de espíritu y que en el fondo esconde un palacio de los horrores. Es necesario que la escenografía sea útil para que el conflicto se desarrolle.



P.- Con esta obra se ha puesto en marcha el proyecto de la Compañía de Invierno. ¿Cuáles son sus principios y objetivos?

R.- La idea surgió cuando Paco Pena, que es el hombre que domina los resortes de la producción, Gonzalo de Castro, Tristán Ulloa y yo mismo nos propusimos hacer esta obra y pensamos en formar un pequeño grupo de gestión para intentar sacar adelante proyectos que nos eran muy queridos con un dominio del mismo de principio a fin. En esta ocasión además hemos tenido la suerte de dar con un coproductor estupendo, sensible, inteligente y conocedor de este tipo de teatro que es el Teatro de la Abadía.



@JavierYusteTosi