Nikolaus Harnoncourt
El director de orquesta austríaco, que buscó comprender y desvelar lo que los compositores clásicos realmente querían decir con su obra, ha fallecido a los 86 años.
"Mis fuerzas físicas me obligan a cancelar todos mis planes futuros", justificó el pasado diciembre Harnoncourt su retirada de la vida profesional, en la que era famoso por no usar la batuta habitual de los directores de orquesta. Nacido en Berlín en 1929, Nikolaus Harnoncourt se formó en Graz (Austria) y estudió violonchelo en Viena, a cuya Orquesta Sinfónica perteneció de 1952 a 1969. "No tenía previsto en origen ser músico profesional", afirmaba con cierta sorna en una entrevista en El Cultural. "Incluso había trabajado moviendo marionetas de teatro. Empecé un poco tarde, como a los diecisiete años. Luego entré en la Sinfónica de Viena donde encontré a mi mujer, Alice. Recuerdo que en aquella época tocábamos piezas de cámara de músicos barrocos como Corelli, ¡y los odiaba! Me parecían aburridísimos. Lo cual era muy chocante, porque el arte italiano de esa misma época me fascinaba. No podía comprender cómo la misma sociedad que producía artistas de la talla de Caravaggio o Bernini podía generar una música tan aburrida. Llegué a la conclusión de que el problema era nuestro, que no la hacíamos bien".
En 1953 fundó el Concentus Musicus, grupo pionero en la interpretación de la música antigua, con el que a partir de entonces grabó múltiples discos y realizó numerosas giras y con el que "a partir de un esfuerzo en la documentación queríamos comprender las reacciones de los distintos públicos de cada época para pensar, por ejemplo, cómo afectaban a sus oyentes las improvisaciones al órgano de Landini", explicaba Harnoncourt. A partir de 1970 trabajó como director de ópera y música sinfónica, actuando en los principales teatros y salas de conciertos del mundo, con un repertorio que abarcaba desde Monteverdi hasta Verdi.
Entre 1972 y 1993 fue profesor de práctica instrumental en la Escuela del Mozarteum de Salzburgo. En su trabajo de docente se mostró crítico con las corrientes de enseñanza de su época. "La educación musical, en todo el mundo, tiene una concepción que es un verdadero desastre. Se aplica una regla, como una especie de manual, y con eso parece suficiente. Pero un Allegro es sólo un tipo determinado de Allegro. Por ejemplo, Mozart utiliza más de sesenta tempi diferentes, que se reducen en los conservatorios a sólo media docena. Eso es un gran error. El spiccato del siglo XVIII no quiere decir lo mismo en el XIX. Incluso, hoy día, sabemos quizá más de cómo debería sonar la música del siglo XVIII que la del XIX". En 2001 y en 2003 dirigió el Concierto de Año Nuevo con la Filarmónica de Viena.
En Austria es considerado el decano de la música antigua y sus interpretaciones y teorías continúan generando divisiones entre sus fervorosos seguidores y quienes las rechazan de forma contundente. Con su exigencia de usar instrumentos originales y estudiar las partituras históricas revolucionó el arte de la interpretación.
Aunque no fue el primero en preocuparse por acudir a las fuentes de la música, fue quien consiguió convencer, con su arduo esfuerzo y su tenacidad, a los propios músicos y a los críticos de la importancia de ir más allá de las notas, de averiguar lo que no está escrito en ellas y saber lo que falta para comprender el verdadero pensamiento de un autor. "La música no sólo es emoción, sino también conocimiento", solía expresar el director de orquesta austríaco y añadía que "va más allá de tocar las notas, porque hay que saber qué hay detrás de ellas o, al menos, hacer un esfuerzo en su comprensión". De esta manerta ofreció interpretaciones innovadoras y sorprendentes. Fue el primero que abordó la grabación de las obras de Bach en su forma primitiva. En su trabajo fue fiel a su convencimiento de que "la meta no es la belleza del sonido, sino la transmisión de determinadas cualidades de expresión".