La España vacía es lo que queda lejos del mar. Comprende las dos Castillas, Extremadura, Aragón y La Rioja. Si quitamos Madrid ("un agujero negro en torno al que orbita un gran vacío") la España vacía ocupa el 53% del territorio. Y en ella vive el 15,8% de la población. Un error en la proyección Mercator de los mapa-mundi hace que España parezca un país más pequeño de lo que es, un territorio compacto, a la manera europea, en el que cabemos bien, juntos pero sin rozarnos, 46,4 millones de personas. Pero no es cierto. España es enorme (504.645 kilómetros cuadrados, por los 357.021 de Alemania o los 301.336 de Italia) y, si quitamos la costa y un puñado de ciudades impracticables, está preocupantemente despoblada, en algunos sitios hasta niveles siberianos. Han pasado dos años desde que Sergio del Molino (Madrid, 1979) publicó Lo que a nadie le importa (Random House), un libro en el que está, dice, el germen de esta España vacía (Turner) que publica ahora. No es su primera incursión en el ensayo, aunque sí la más coherente con el proyecto literario que viene armando desde su debut literario en 2009, con los relatos de Malas influencias, y que incluye una reflexión consciente sobre lo hispánico, sobre el paisaje y su manera de conformar identidades. Hay dos Españas más allá de las tópicas, defiende este libro. Una es urbana y europea; la otra, rural y despoblada. La cuestión es por qué se llevan tan mal entre ellas. Pregunta.- ¿Cómo cree que enriquece su ficción un acercamiento teórico como el que hace en La España vacía? Respuesta.- Es verdad que este es un ensayo sobre algo que está contenido en mi narrativa. Como escritor siento la necesidad de interpelar a la gente que vive a mi alrededor, a mis contemporáneos, al aquí y al ahora. Se trata de pensar, como escritor, qué somos, y cuál es nuestra herencia cultural. Es algo además que echo de menos en la narrativa española, y que es muy común en Francia, en Inglaterra o en Estados Unidos. P.- Advierte que su visión será literaria, pero sí que entra en los terrenos sociológicos, políticos, demográficos. ¿Tenía algún reparo por tocar materias tan distintas, y que quedan fuera del campo de la literatura? R.- Sí, y también por eso decidí incluir casi trescientas notas. Soy consciente de que me he metido en muchos terrenos especializados. Pero es que me parece necesario no dejar solo al albur de los especialistas la reflexión sobre el país. Es sano que los escritores nos metamos en este tipo de cosas, que saquemos estas discusiones del terreno académico. Yo lo he intentado, desde el rigor y siendo consciente de cuál es mi posición. P.- Como en sus novelas, aborda el ensayo desde una perspectiva autobiográfica. ¿Tiene alguna teoría sobre por qué prefiere la primera persona? R.- Tiene que ver con una preocupación casi moral. La moral en literatura se expresa a través de opciones estéticas, y a mí me preocupa mucho quién cuenta las cosas. Me preocupa mucho no ser portavoz de nadie. Creo que vivimos una hipertrofia de portavoces. Gente que quiere ser la voz de los 'sinvoz', que es algo que a lo mejor los 'sinvoz' no quieren. Me gusta la gente que habla por sí misma. Es uno de los temas clave de mi literatura: preguntarnos quién nos cuenta la historia, y si nos están contando nuestra historia otros o la estamos contando nosotros. P.- En este ensayo, los 'sinvoz' son perfectamente localizables. Por ejemplo en Las Hurdes. R.- Sí, Las Hurdes pertenece a esa parte del país que ha sido contada por otros. No tener siquiera la posibilidad de poner su historia en primera persona ha alimentado además en ellos el rencor, el resentimiento. P.- Ese resentimiento se transforma a menudo en una hipersensibilidad a veces delirante de los habitantes de la España vacía con todo lo que toque su terruño, como vivió Azorín en su viaje a La Mancha... R.- Sí, y a mí me están preguntando mucho si no me da miedo haber herido esa sensibilidad con el libro. Yo considero que esa susceptibilidad del mundo rural español está plenamente justificada, porque de verdad han sido despreciados y maltratados durante generaciones.
Del Molino radiografía la España vacía, "despreciada y maltratada durante generaciones"