Hay pocos cómics tan emocionalmente contundentes como Jimmy Corrigan, una obra donde el autor explora con profundidad temas tan actuales como el aislamiento social, las relaciones destructivas y los estados depresivos. El anhelo por ser querido, o por lo menos reconocido, identificado como ser humano, no como un ente difuminado en la vida de los demás, se constituye en hilo conductor de una trama iterativa, que explora el paso del tiempo y se completa con símbolos gráficos preciosistas.
No se deje engañar por el estilo visual amable y geométrico, intencionadamente aséptico por momentos: es una artimaña para hacernos caer en la trampa de la lectura y quedar para siempre anclados en el espíritu melancólico del inolvidable Jimmy. Aun así merece la pena dejarse llevar por las páginas e ilustraciones de esta reedición que vuelve a poner de actualidad una novela gráfica compleja y poderosa que desmenuza el viaje a ninguna parte del protagonista.
En un fino ejercicio de contención visual y palabras, sin aspavientos, oculto tras colores acogedores, el americano Chris Ware suelta una pedrada a la frente cuyas ondas perduran en la memoria. Imágenes con la elocuencia del cine mudo y la evocación de la fotografía invaden las viñetas para arrancarnos un instante de reflexión.
Y es que la memoria de Jimmy desempeña un papel clave en el desenvolvimiento de los acontecimientos al construir un futuro idealizado a base de recuerdos, quizá desdibujados, como un collage necesario donde lo que queda no convence, más bien lacera y amarga. Pero como la vida se vive hacia delante, aunque no guste hay que seguir caminando. La alternativa es siempre peor.