La novela gráfica Jane, el zorro y yo oculta bajo su apariencia de propuesta para lectores adolescentes un cuento con moraleja acerca del acoso escolar y la voluntad de vivir de Heléne. Desde Canadá, las dos reconocidas autoras Isabelle Arsenault y Fanny Britt (ilustradora y guionista) nos invitan a una amable reflexión para no echar tierra sobre un asunto impregnado de comportamientos hostiles y polémicos. La trama enmarca el problema de la convivencia en el colegio, la relación con su familia y la búsqueda de una respuesta que explique la violencia soterrada con que esta chica se enfrenta a diario. Hélene entiende que ella tiene que poner de su parte, por eso mira hacia el suelo, esquiva al rebaño y sobre todo, lee. Lee una obra memorable: Jane Eyre. Se identifica con su espíritu luchador y combativo, con su capacidad de no renunciar a quien es, con su resiliencia encomiable ante el rechazo de los demás. Sin darse cuenta, esta historia de injusticias, mentiras y amor se convierte en su refugio y las páginas de la obra de Charlotte Bronte la esperan en sus momentos de más soledad. Así compartimos su angustia pero no su ansiedad, su aislamiento pero no su congoja porque detrás de la marginación, arbitraria y primitiva, se percibe un aura positiva difícil de describir, como si someterse a los desprecios y las burlas fuera parte de un proceso de maduración que debería terminar con el reencuentro y el perdón. Sabemos que no es así. Que a veces acaba en tragedia. Por eso es importante lo que desde este cómic nos cuentan: que del acoso escolar se sale, que es posible encontrar un camino para dejar atrás las zarzas que nos cierran el paso. Siempre habrá una mirada cómplice que muestra la dirección, unas palabras animosas para descubrir la persona que volveremos a ser, una mano amiga que se ofrecerá, y que cuando lo haga es imprescindible agarrar. No hay tantas opciones para escapar del abismo que impone la tosquedad.