Ilustración: Ulises

Tomó hace tres años las riendas de Acantilado, sello indiscutiblemente ligado a su fundador, Jaume Vallcorba, fallecido entonces. Sandra Ollo, su viuda, ha demostrado que el legado del editor no ha caído en saco roto.

¿Qué libro tiene entre manos?

Yugoslavia, mi tierra, de Goran Vojnovic, y El monasterio interior, editado por Victoria Cirlot y Blanca Garí.



¿Ha abandonado algún libro por imposible?

De momento no, soy tozuda y optimista: siempre pienso que habrá algo interesante al final.



¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?

Con don Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina, el protagonista de El Gatopardo. Cuando alguien me dice que no ha leído esta novela pienso: "Qué suerte, todavía la tiene por descubrir".



Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.

Creo que no hay una en concreto, sino varias. Pero, sin duda, la presencia constante de la música en mi vida desde la infancia ha sido fundamental para mí.



¿Cuáles son sus hábitos lectores? ¿Es de iPad, de papel, lee por la mañana, por la noche?

Soy de papel, incluso cuando trabajo, y me encanta leer en la cama, tanto antes de dormir como, el fin de semana, por la mañana temprano. Disfrutar del silencio de ese momento, cuando todo duerme, es mágico.



¿Con qué se queda del legado de Vallcorba?

Con su manera de entender el libro como un objeto precioso y la edición como una labor cuidadosa y paciente.



¿Hemos conseguido al fin que haya un diálogo fluido entre las culturas europeas, incluidas las que estuvieron al otro lado del Telón de acero?

Todavía queda mucho por hacer, pero ahora la distancia es mucho más corta. Tengo la esperanza de que con el tiempo lleguemos a entender cuantísimo es lo que nos une, y nos olvidemos de lo que, creemos, nos separa.



¿Qué autor de su catálogo funcionó en el mercado mejor de lo esperado? ¿Y peor?

El camino del editor está lleno de sorpresas, y lo importante no es quién ha funcionado mejor o peor. Lo importante es mirar atrás y ver que no renunciarías a ningún autor, porque todos han tenido sentido en la construcción del catálogo, tanto si se han vendido como si no.



¿Qué libro le habría gustado editar?

El Gatopardo, por ejemplo; por eso me emociona editar en octubre las cartas de Lampedusa.



¿Cuál es su último descubrimiento literario?

Una autora catalana que publicaremos en Acantilado el año que viene: se llama Marta Carnicero. Su novela me estremeció, es realmente bella.



¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?

Depende del artista; algunos me parecen fascinantes y sí, me emocionan, y hay muchos otros que no. El término arte está un poco maltrecho últimamente, y se utiliza con demasiada ligereza.



¿Cuál ha sido la última exposición que ha visitado?

La del Museo del Prado sobre los tesoros de la Hispanic Society of America. Me pareció una maravilla.



¿Qué música escucha en casa?

Sobre todo música clásica y jazz. Y en el coche me encanta juguetear con mi lista de Spotify.



¿Cuál ha sido la película que más veces ha visto?

Creo que El guateque, de Blake Edwards y Atrapa a un ladrón, de Hitchcock.



¿Es usted de las que recelan del cine español?



No, en absoluto. Yo recelo del cine malo, que hay muchísimo, y no precisamente español.



¿Le gusta España? Denos sus razones.

Me gustan las personas, por lo que dicen, por cómo actúan, por cómo aman y piensan, y me es indiferente su lugar de origen. Me resulta difícil amar u odiar un país, puesto que el lugar donde nacemos es un puro azar.



Regálenos una idea para mejorar la situación cultural.

La mejor idea es educar; entender que la educación es el único legado importante que dejamos a los que vienen detrás, y fomentar el pensamiento, que es el instrumento fundamental para tener ciudadanos libres y responsables.