'El largo y tortuoso camino': cenizas que devuelven la vida
Poder elegir nos trasmite sensación de control. Por eso, cuando alguien (un familiar, un amigo,
la pareja, un jefe...) o una circunstancia (un evento inesperado, un compromiso, un accidente) nos hace desviarnos de nuestro previsto acontecer experimentamos ansiedad, vértigo, desconcierto. Parece como si la vida se escapara: el cambio se entiende casi como una
agresión que impulsa a la resistencia. Así somos.
El cómic El largo y tortuoso camino (Christopher y Pellejero) se inicia con el fallecimiento del padre del su protagonista. Ulysee, un cuarentón de vida gris y agotada, se enfrenta a un mundo desconocido que, por motivos que deberán leer, le lleva de viaje por Francia y el Reino Unido.
No era esa su intención y la negación surge. Pero el azar le hace partir con la exigencia de cumplir con ciertas voluntades y así se encuentra con un pasado oculto y revelador. Una catarsis que le reconcilia con quien debió ser y aún puede recuperar. Lo decía Ortega y
Gasset: en tiempos de tribulación, mudanza.
Con una propuesta visual atractiva, colores intensos y trazo ágil, esta odisea moderna con elementos de road movie es una excusa para recorrer el imaginario musical roquero de los 60 y 70. Ese trayecto se recorre acompañado de secundarios gamberros y hembras seductoras que lejos de revelarse como sirenas, más bien ayudan a perfilar el carácter del personaje principal. Cada escala se convierte en un acto de superación y la vez de entendimiento: las respuestas aguardan diseminadas por el camino que lleva a la Isla de Wight.
No dejéis de leer la frase inicial de Borges. Y si cuento más... es un spoiler.