José Carlos Llop: "Soy de un mundo antiguo que no sabe de redes, y no vivo mal en él"
José Carlos Llop. Foto: Bartolomé Ramón
Elegante y distendido, José Carlos Llop vuelve a la novela como pura ficción con Oriente, un relato sobre el amor, el lenguaje y la pasión, que bucea en su evolución desde los clásicos hasta hoy y en las causas reales de su fracaso y frustración.
P.A través de un puñado de historias de amor desgraciado, la del protagonista de la novela pero tambien la de sus padres, y las de Jünger, Rilke, Dionisio Ridruejo, Graham Greene, Freud, el zar Alejandro II, y de Ovidio y su exilio, Llop explica cómo se va produciendo a lo largo de la historia el refinamiento del lenguaje y del amor. En ese sentido es una novela “flaubertiana, basada sobre todo en la intensidad del lenguaje”, pero, ¿se atrevería Llop a decir, como Flaubert sobre Madame Bovary, que “Oriente es él”? R. Por supuesto, en el mismo sentido que él, no porque comparta nada autobiográfico con el protagonista. También en el tratamiento del lenguaje, y por el paralelismo que establezco entre el lenguaje y la pasión, descubriendo la pasión como lenguaje y el lenguaje como pasión. P. Al principio del relato el protagonista explica que lo escribe para no escribir de sí mismo, “y hacerlo no haciéndolo”. ¿De ahí esa indagación por amores propios y ajenos? R. Sí. El protagonista está incapacitado para entender lo que le pasa y lo que pasa a su alrededor y cree que a través de las vidas de los escritores podrá comprender sus orígenes, que es una familia dislocada que se ha entregado al desorden y al amor, y el sentido de su crisis actual."Jamás he entendido lo que en España se llama autoficción, esa mezcla de novelería y memoria, porque o le sobra lo de auto o le sobra lo de ficción"
P. ¿Cree que quizá hubiera podido escribir este libro antes? R. No, es una novela para la sesentena. Cuando Nabokov, salvando todas las distancias, escribe Ada o el ardor, que es su novela de amor, tiene setenta años. Una cosa es la poesía, donde sí se escribe amor siendo joven y otra es en la novela, pese a que hay algunos novelistas que han escrito bien sobre el amor siendo jóvenes. En realidad, creo que es mucho más interesante la mirada desde la madurez sobre el amor, o a mí era la que me interesaba."El lenguaje y la pasión se empeñan con alegría, con refinamiento y pesar en expresar lo inexpresable"
Natascha Rambova (en la imagen con Valentino) es uno de los préstamos de Llop a su protagonista
P. Sobre todo por su indagación en el lenguaje sentimental. R. Desde luego, el lenguaje del amor, la cultura amorosa en Occidente, de dónde venimos y a dónde hemos llegado, etc. P. Unos de los ejes del relato es el exilio de Ovidio, ¿quizás porque quien fracasa en el amor es un exiliado de sí mismo? R. Sí, el protagonista hace la analogía con Ovidio y el Ars Amandi, lo que pasa es que en el caso de la contemporaneidad el hombre, más que exiliado sería un desplazado, desplazado de su propio eje por los tiempos que vive, y desplazado en el amor por su incomprensión. Se le desajusta la brújula vital, se pierde a sí mismo. Lo que no sabemos es si no seguiría siendo el mismo desplazado aunque lo comprendiera, que es otra de las cuestiones del libro. Sostiene Llop que Ovidio es también el símbolo del destierro y de la soledad, “de encontrarse en una cultura que no es en absoluto la suya ni tiene su refinamiento ni nada de lo que a él le interesa”. Y dice más. Que en los orígenes del amor y del lenguaje “están los clásicos en un sentido, que es la felicidad del descubrimiento y uso del lenguaje”. Y que esa felicidad, que llega a nosotros después de veinte siglos o más, totalmente amortiguada, es impagable, “tan impagable como lo es la pasión, y además, sucede lo mismo en ambos, lenguaje y pasión, que se empeñan con alegría, refinamiento y pesar en expresar lo que es inexpresable”.En Oriente, José Carlos Llop presta al protagonista de la novela su devoción por Jünger (“Jünger es siempre una mezcla de Lancelot y el mago Merlín”), el orientalismo y un episodio ficticio que inventó a partir de un hecho real, la estancia de la mujer de Rodolfo Valentino, la actriz Natascha Rambova, en Mallorca. “Sí -reconoce-, y también es un homenaje secreto a un personaje como el pintor Beltrán Masses, un raro y un desplazado por la historia y la posguerra que me permite referenciar el cosmopolitismo anterior al turismo y a la Guerra Civil. Son esos paralelismos y esos canales subterráneos que recorren la escritura de la novela”. P. El padre del protagonista es periodista, y su hijo se muestra muy negativo con un oficio de “aficionados a acusar, delatar y silenciar”. ¿Merecemos tanta dureza? R. Bueno, ahí hay un reflejo especular entre ambos: el hijo opina de algunos aspectos del periodismo de forma negativa, pero también lo hace de sus propios colegas, profesores de universidad. Él es el hombre que no ha podido escribir la gran novela de su familia porque no la ha podido entender, y ha acabado siendo un funcionario de la literatura, y ahí hay una autocrítica terrible del protagonista. Normalmente mis personajes no suelen ser ácidos con los demás no siéndolo consigo mismos, y él queda desarbolado ya que no ha entendido nada, ni a sus padres ni su propia historia de amor."Mi protagonista queda desarbolado ya que no ha entendido nada, ni a sus padres ni su propia historia de amor"
P. ¿Y no cree que sin el periodismo combativo contra la corrupción, muchos abusos, por ejemplo en Mallorca, seguirían impunes? R. El papel del periodismo ha sido esencial en el destape de la corrupción, pero hoy existe una especie de relación caníbal entre el poder político y el periodismo, una especie de retroalimentación, y a veces, cuando pasa según qué cosas, es que se ha roto algo también. P. ¿En qué sentido “la voluntad de ser o de creerse escritor engendra tantos monstruos como el sueño de la razón goyesca”? R. El escritor que no escribe suele ser un peligro para el escritor de verdad, porque hay un punto de nocividad en querer ser algo que no eres y que se queda en la mera voluntad de serlo, la esencia desaparece. Y la nocividad va en los dos sentidos, contra uno mismo y contra los demás, contra los que han hecho lo que tú no has podido. P. ¿Hay mucha impostura en el mundo literario español? R. No lo sé porque no lo sigo de una manera exhaustiva. Hay autores españoles contemporáneos en los que no detecto impostura y que me gustan mucho. P. ¿Como quiénes? R. Como Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte, por ejemplo. No detecto impostura alguna en ellos, siendo escritores tan distintos. Pero no me preocupa dónde haya impostura, creo que es algo muy de la sociedad posmoderna. A partir del triunfo del relativismo, y del triunfo de las redes sociales y de fotografiar la vida más que vivirla, o de hacer las cosas para poderlas contar, la impostura es un modo de relación."A partir del triunfo de las redes y de fotografiar la vida más que vivirla, la impostura es un modo de relación"
P. ¿Es un escritor insular, no sólo por vivir en Mallorca sino por permanecer al margen de modas y mafias literarias? R. Bueno, yo no sé al margen de lo que estoy, lo que sí sé es que soy un escritor insular, y que la isla predetermina y determina. Te obliga a crear tu propia tradición, a inventarte tu árbol genealógico y a que no necesariamente tengas que adscribirte a un grupo o línea literaria alguna, porque ahí pueden estar desde Brodsky a Cavafis, desde Durrell a Robert Graves. Está el Mediterráneo entero, que es en realidad nuestro territorio literario, a través de los libros, a través del arte, y a través de los viajeros que han recalado aquí. P. ¿Por eso le celebran más en Francia que en España? R. Bueno, la literatura y la crítica francesa han sido muy generosas conmigo, mis libros han entrado en Francia con mucha más facilidad y comprensión que en otras partes. Tímido y feliz, se confiesa “muy contento” con Oriente, pero también exhausto, así que ahora le gustaría escribir algo ligero, quizá policiaco. Tiene ya un nuevo libro de poemas y un diario inédito en fase de corrección, aunque prefiere no precipitarse “y que la novela respire”. Dos libros más, uno de entrevistas y otro de ensayos breves, también podrían retrasar el poemario y el diario, “pero bueno, aquí la edad es acumulativa , porque siempre he ido a la misma velocidad de crucero”. Lo dicho, un clásico. @nmazancot"Yo no sé al margen de lo que estoy, lo que sí sé es que soy un escritor insular, y que la isla predetermina y determina"