Casi 20 años llevaba alejado del cuento el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973), que debutó en la literatura precisamente de la mano del relato en 2001 con Los amantes de Todos los Santos. Sin embargo, lo que en sus inicios eran "incertidumbre y preocupaciones", se han convertido ahora en "un estado de felicidad y de satisfacción absoluto por un género que "funcionan muy bien para capturar esos momentos invisibles de las vidas ajenas que revelan algo oculto". Entre medias, cinco novelas y dos ensayos que han agotado una visión del mundo, haciendo que el escritor cambie de género, pero no de temas en este Canciones para el incendio (Alfaguara). Los recovecos más oscuros de la política, el conflicto colombiano y el origen de la violencia son temas de los que no ha podido desprenderse un Vásquez que vuelve a protagonizar como narrador pasajes literarios salidos de su pluma. Como tampoco echaremos de menos el tema clave de su literatura, la idea del peso del pasado, "de la que no he podido liberarme con el cambio de género", reconoce.
Pregunta. Su último libro, Viajes con un mapa en blanco, era una encendida defensa a ultranza de la novela, ¿por qué da ahora este viraje al género del relato?
Respuesta. Precisamente, ese libro fue una manera de cerrar un ciclo de varios años en el que había mirado el mundo casi exclusivamente en términos literarios de novela. Traté de entender cómo funciona la novela como género, lo que hace, lo que consigue, y el producto de ese ciclo fueron cinco novelas que se cerraron con una reflexión sobre el género. Y tras ese broche, la cabeza me pedía un cambio de ambiente, el cambio de mirada que dan los cuentos. Para mí los cuentos son aparatos completamente distintos de la novela les interesan cosas distintas, y me pareció extraordinario el ejercicio de volver al género tantos años después.
P. Llevaba, como dice, casi 20 años sin publicar un libro de cuentos, ¿cómo ha cambiado su forma de abordar y de entender el género?
R. Ambas son completamente distintas. Escribí Los amantes de Todos los Santos en un estado de incertidumbre total, caminando sobre huevos y muy cuidadoso de respetar todas las reglas no escritas y las convenciones de la familia a la que yo quería pertenecer, la familia del cuento realista: Chéjov, el Joyce de Dublineses, Alice Munro, Flannery O'Connor, Hemingway, Borges, muy presente en mi manera de hacer ciertas cosas... En cambio, este libro lo escribí en un estado de libertad total. Aunque son cuentos de sensibilidad clásica, se permiten la ruptura de ciertas reglas y el irrespeto de ciertas convenciones de una manera muy satisfactoria para mí.
"Los cuentos pueden atrapar una emoción, un movimiento de nuestra sensibilidad tan sutil, tan pequeño, que se perdería si el género no existiera"
En este sentido Vásquez reconoce que "escribir este libro ha sido también una exploración de las distintas estrategias con que los cuentos pueden atrapar una emoción, un movimiento de nuestra sensibilidad tan sutil, tan pequeño, que se perdería si el género no existiera". También se muestra partidario el escritor de ese recurrente debate que ha habido en los últimos años en torno al cuento en las letras en español, y es de la opinión de que el género no es ya un marco cerrado y ha roto sus costuras. "Una obsesión durante la escritura fue tratar de ampliar las fronteras de lo que un cuento puede narrar, que para el lector de la tradición chejoviana que yo era, transitaba por caminos muy fijos y estrictos", recuerda. "Quería llevar esa tradición a lugares nuevos para llegar a otros descubrimientos".
P. Es un defensor del relato como "máquina capaz de capturar emociones que se escapan a otros géneros", ¿qué permite y alcanza el cuento que no puede conseguir la novela?
R. El tipo de revelación que el cuento es capaz de capturar, es algo tan efímero, tan sutil, que se escaparía si lo tratas de narrar con una novela. Sería como usar un cazamariposas para atrapar un zancudo, simplemente se te escapa. El cuento, en cambio, por sus características, sí es capaz de apresar esa emoción. Y si el género no existiera habría una cantidad de revelaciones sobre lo que somos como seres humanos que se nos habrían escapado. Una novela no te puede contar lo que te cuenta "La dama del perrito" de Chéjov o "Emma Zunz", de Borges. Ahí hay unas revelaciones tan efímeras y al mismo tiempo tan importantes sobre nuestra condición humana que no nos podemos permitir no entenderlas.
P. Muchos de estos relatos están basados en su experiencia o en relatos de primera mano, ¿hasta qué punto se confunden el Vásquez narrador y el escritor?
R. Todos estos cuentos parten de vivencias que por alguna razón me resultan incómodas, me hacen sentir un cierto desequilibrio. Y el cuento, convertir las vivencias en ficción para explorarlas, es la manera de saber por qué. Todos los cuentos partieron de una situación tan personal, tan íntima, que me pareció que la estrategia de utilizarme como narrador era la mejor manera de no malversar su importancia y su significado.
"La ficción en prosa no está para darnos respuestas, sino para presentar una situación en toda su complejidad"
Una estrategia, la de convertirse a sí mismo en personaje, que el escritor ya utilizó con éxito en su última novela, La forma de las ruinas, elegida recientemente finalista del Premio Man Booker International. "La idea de abandonar las máscaras también tiene sus consecuencias, estás al mismo tiempo haciendo un ejercicio de franqueza y de confesión", explica sobre el pudor de protagonizar la narración. "Y estás también esperando que los lectores entiendan que no abandonas los privilegios de la ficción. Que las cosas no sucedieron exactamente como se cuentan, pero casi. Y en ese casi se juega todo". En cuanto al premio, Vásquez se muestras sorprendido de que "una novela tan obsesivamente colombiana, pues gira en torno a dos asesinatos que marcaron al país, sea finalista de este premio. Pero esa es la magia de la literatura, que esta historia interpele a a un lector inglés, o francés o chino".
P. Los relatos del libro parecen más encaminados a generar preguntas que a ofrecer respuestas, ¿es algo inherente al cuento o intencionado?
R. Ambas cosas. La ficción en prosa no está para darnos respuestas, sino para presentar una situación en toda su complejidad, con toda su riqueza vivencial, con todas sus contradicciones internas, con respeto por los misterios de la condición humana y permitiéndose en ese sentido una especie de comprensión mejor, de iluminación, de lo que somos. Pero eso está muy lejos de dar soluciones.
P. La violencia es uno de los temas clave de Canciones para el incendio, pero no solo la violencia militar o física, sino otras formas que rodean la intimidad, ¿cuáles son y por qué las explora?
R. Todo el libro está cruzado por ese afán de explorar las formas en que nos hacemos daño los seres humanos y las formas en que lidiamos con el daño que nos hacen. Es un testimonio de mi generación en Colombia, que estuvo marcada por el narcoterrorismo en los años 80 de manera muy especial. Hay un cuento que es una metáfora de eso, "Los muchachos", pero todos tiene que ver con ese momento en que la violencia te pasa cerca, tocándote, o simplemente de manera en que sientes el desplazamiento del aire cuando te pasa cerca.
P. ¿Es esta violencia algo inherente a la literatura colombiana? ¿Cómo la ha tratado a lo largo de su historia y cómo lo hará en el futuro?
R. La literatura colombiana ha tenido siempre esa obsesión, tratar de explicar nuestra violencia, los mecanismos por los cuales los colombianos nos hemos matado durante cien años. Y aquí también en algunos momentos los cuentos tratan de capturar esa violencia política, social, y en otros tratan de hablar de violencias más íntimas, más privadas. En cuanto al futuro, acabamos de cerrar una negociación, unos acuerdos de paz que tratan de terminar con una guerra de medio siglo. Y las novelas y cuentos que producirá esa guerra tienen un futuro extensísimo. Creo que apenas si hemos empezado a tocar esos temas en nuestra ficción, en obras como Los ejércitos de Evelio Rosero. Todo lo que nos queda por contar sobre este conflicto es uno de los futuros de la literatura colombiana.
"La literatura que producirá la guerra de Colombia tienen un futuro extensísimo. Apenas hemos empezado a tocar esos temas en nuestra ficción"
P. La memoria y el repaso del pasado es otra de sus constantes que aparece en estos cuentos, ¿qué le aporta el formato y el estilo del cuento al abordar esta obsesión suya?
R. En todos los relatos está el intento por resolver esa dimensión del pasado tan rara que es que se queda con nosotros. El pasado no pasa, sino que nos acompaña y tiene consecuencias. El cuento es capaz de capturar cierta relación que tenemos con el pasado, con una manera en que los fantasmas del pasado regresan a nuestras vidas presentes, que no podríamos capturar o entender fuera de este género. Para mí una de las grandes páginas de la tradición del cuento es la última página de "Los muertos" de Joyce, en la que después de una larga noche de fiesta con amigos, una pareja se encierra en un cuarto a hablar de un momento del pasado. Y de repente, todo eso viene al presente con unas implicaciones brutales. Ese momento es una metáfora de lo que puede hacer el género para que entendamos que somos producto de lo que hemos vivido.
P. Entre los temas parece también la política y sus oscuros vericuetos, ¿qué papel juega la política en nuestra vida?
R. A mí siempre me ha interesado mucho que mi literatura explore ese lugar donde se encuentran la vida colectiva de un país y la individual de la persona. Pero siempre había pensado que ese lugar era territorio de la novela, porque me había creído aquello que decía un gran cuentista, Frank O'Connor, de que en los cuentos los personajes viven separados de la historia, del mundo social. Pero escribiendo este libro me di cuenta de que no, de que también sirve para explorar la relación de un individuo con su historia, con el pasado colectivo de su país.
P. Con este libro completa un recorrido por los tres géneros de la narrativa, ¿se plantea quizá dar el salto a otro registro como la poesía o el teatro?
R. Sí, siempre. Soy un gran lector y público de teatro. Y estoy siempre en conversaciones que son grandes fantasías con amigos que dirigen teatros o compañías, como Toni Casares el director de la Sala Beckett de Barcelona, con el que siempre fantaseo con la posibilidad de escribir. Pero son géneros, la poesía especialmente, a los que les tengo el respeto suficiente como para saber que primero hay que aprender. Y eso es lo que estoy haciendo. Es un proceso largo en el que espero estar progresando para un día medirme en estas lides. De momento, va tocando pensar en una nueva novela, que la última ya es de 2015. Vamos a por ella.