David Van Reybrouck. Foto: Stephan Vanfleteren
Traducido a una veintena de idiomas y elogiado unánimemente por la crítica, se publica finalmente en español Congo, un ensayo del historiador belga que recorre la turbulenta trayectoria de la República Democrática del Congo, uno de los países con más recursos naturales y más devastados del planeta.
Una ingente cantidad de fuentes documentales, cientos de entrevistas personales, sus peripecias por el país y una prosa fluida son los elementos con los que Van Reybrouck construye un libro que retrata la historia del país desde la época del nativo Reino del Congo y la llegada de los portugueses a la costa occidental de África hasta la primera década del siglo XXI, pasando por el comercio de esclavos por parte de las potencias europeas y de los traficantes afroárabes procedentes de Zanzíbar, las expediciones pioneras del explorador y periodista británico Henry M. Stanley, el colonialismo belga encabezado por el rey Leopoldo II, la lucha por la independencia, la larga dictadura de Mobutu, el peor conflicto bélico desde la Segunda Guerra Mundial y la restauración de una frágil democracia con las elecciones de 2006.
“Me produce una enorme satisfacción que el libro se publique en español. Entre todos los países europeos, España es el que está más cerca de África. Recuerdo que hace unos años en Madrid vi que en las librerías había miles de libros sobre Latinoamérica, pero casi ninguno sobre África, a pesar de que en las calles veía muchos africanos. Si la sociedad española está cambiando, supongo que será útil tener una mejor comprensión de ese continente”, afirma Van Reybrouck a El Cultural.
Pregunta. ¿Cómo se le ocurrió escribir este libro?
Respuesta. Mi padre estuvo en el Congo entre 1962 y 1966, antes de que yo naciera, y eso disparó mi imaginación. Fue durante la guerra civil, justo después de la independencia. Pero mi padre no hablaba mucho de aquello, era un ingeniero más interesado en la construcción del ferrocarril que en los asuntos políticos y sociales. Creo que él pertenecía a este régimen de cuasi apartheid que se instauró justo después de la independencia en Katanga, una importante región industrial al sur del país. Mi padre trabajaba seis días a la semana y tenía colegas y empleados africanos, pero los domingos por la mañana iba a nadar a un club exclusivamente para blancos. Debió de ser un tiempo horrible. Yo sentía frustración porque sus historias eran cortas y su perspectiva, controvertida. En realidad fue una suerte, porque si mi padre hubiese sido un buen contador de historias yo no habría escrito este libro.
»También en el colegio escuchaba algo sobre el Congo, pero poco. En los ochenta y noventa era un tema tabú. Habíamos oído hablar de Kasavubu, de Lumumba, de Mobutu, pero Bélgica se avergonzaba de la era colonial y la gente prefería no hablar de ello. En los 90, con el genocidio ruandés, el comienzo de la guerra congoleña y el final de la dictadura de Mobutu, de repente el Congo estaba en las noticias y tuvimos un gran número de inmigrantes por primera vez desde la independencia del país. En los 60 había muy pocos, ya que era casi imposible para un congoleño establecerse en Bélgica. En los años 70 hubo más porque Mobutu enviaba muchos diplomáticos a Bruselas, pero la primera gran ola de inmigrantes vino en los 90. Esta diáspora nos hizo ver que teníamos un pasado compartido, y eso disparó mi imaginación.Habíamos oído hablar de Kasavubu, de Lumumba, de Mobutu, pero Bélgica se avergonzaba de la era colonial y la gente prefería no hablar de ello"
»Tuve la oportunidad de viajar al Congo por primera vez porque mi cuñado era diplomático allí. Busqué por todas las librerías de Bruselas un libro sobre la historia del Congo para leer en el avión y no lo encontré, así que antes de ir allí decidí que lo escribiría yo mismo. Llegué en la tarde del día de Navidad de 2003. Había estado en Sudáfrica, en Mozambique, en Zambia en Zimbabue, en Namibia, así que pensé: “Conozco África”. Entonces llegué a Kinsasa y me dije: “Oh, tío, esto es rock duro comparado con todo lo demás”. Nada más llegar ni siquiera pude salir del aeropuerto porque se me había olvidado vacunarme contra la fiebre amarilla. Me dijeron que era una grave infracción pero que podían arreglarlo si pagaba “una pequeña contribución” de 90 dólares. Luego aprendí que regatear es parte del juego, lo que pasa es que en general la gente blanca tiene dinero pero no tiene tiempo, mientras que los africanos no tienen dinero pero sí mucho tiempo.
Vista parcial de Kinsasa, capital de la RDC, con casi 12 millones de habitantes
P. ¿Qué contactos tenía en Congo aparte de su cuñado? ¿Cómo logró abrirse camino y encontrar fuentes relevantes para su libro?R. La gente congoleña está muy conectada. Recuerdo que aún no había smartphones y los teléfonos móviles tenían capacidad para un máximo de mil contactos en la memoria, y a los congoleños eso les parecía muy poco. Al principio tenía una dirección, hablaba con alguien y al final de la entrevista preguntaba con quién más podía hablar. En aquel momento todo el mundo era una fuente para mí, entrevisté a cientos de personas. Luego empecé a conocer mejor la historia del Congo y empecé a buscar fuentes más específicas. Por ejemplo, quería entrevistar a alguien que hubiera sido niño soldado cuando Kabila tomó el poder en los noventa. Entonces tenía unos diez grandes amigos en los que podía confiar. Les pedí ayuda y me proporcionaron el nombre de un contacto. No tenía su número de teléfono ni su dirección, solo el barrio en el que vivía, tan grande como Madrid. Pregunté por él en puesto ambulante y en solo tres horas lo encontré. La infraestructura física del Congo es pobre, pero la infraestructura social es extraordinaria. Eso hizo más fácil la búsqueda, a pesar del duro trabajo.
»Para mí fue un privilegio hacer esta investigación, a pesar de que a menudo los testimonios eran estremecedores, especialmente cuando estuve en el este del Congo, con la guerra aún en marcha. Estuve con rebeldes, con soldados, con mujeres que habían sido violadas mientras sus maridos eran descuartizados… Escuché historias absolutamente horribles. Visitar los campos de refugiados fue también una experiencia muy, muy dura. Lo extraño es que cuando estás allí, poco a poco vas normalizando el horror y cuando vuelves a Europa es cuando empiezas a llorar y a digerir todo el miedo y el dolor que has visto.
Henry M. Stanley en 1872. Al fondo, el esclavo Kalulu, convertido en su hijo adoptivo
R. Muchos belgas piensan que los congoleños nos odian por la época colonial, pero lo que me decían a mí es que no nos culpan por eso, sino por haberlos abandonado durante 50 años. Los congoleños llaman “nókó” a los belgas, que significa “tíos”, y en muchas sociedades africanas el tío, el hermano de la madre, es incluso más importante que el padre.
La RDC, entre el fraude y el expolio
P. ¿Cómo ve la situación actual de la República Democrática del Congo?R. Estoy enfadado por lo que ha pasado con las últimas elecciones. A finales de diciembre, el pueblo congoleño, que es más maduro que su élite política, votó por un interesante candidato [Martin Fayulu] que ganó ampliamente, pero el presidente [Joseph Kabila, hijo del anterior, Laurent-Désiré Kabila] decidió otorgar la victoria a otro, Félix Tshisekedi. Por primera vez en la historia del Congo ha habido un cambio pacífico de presidente, pero no es el que el pueblo había elegido. Kabila sigue teniendo todo el poder, es el jefe del ejército, controla la economía y es increíblemente rico, y el nuevo presidente es una marioneta suya. La miseria y la brecha entre los extremadamente ricos y los pobres no dejan de aumentar. La gente es tan pobre que ni se molesta en protestar, viven en una economía de supervivencia y no se preocupan por el próximo año, sino por cómo van a comer el día siguiente. Tanto la Iglesia Católica [mediante 40.000 observadores] como el Financial Times han analizado los resultados y han llegado a la conclusión de que ha habido un fraude masivo en las elecciones. El régimen actual sigue detentando el poder, pero ya no tiene legitimidad. Tras años de violencia y represión, usa la pobreza para mantener el control de la población.
Patrice Lumumba, líder anticolonialista y primer Primer Ministro tras la independencia en 1960, asesinado un año más tarde
»La gran tragedia del Congo es que siempre ha tenido los recursos naturales que la economía mundial necesitaba en cada momento. Ese es el resumen de su historia en los últimos 500 años. Al principio fueron los esclavos, en el siglo XIX fue el marfil, y cuando los elefantes empezaron a escasear, Dunlop inventó las ruedas de caucho, que se extraía de la selva congoleña, del tamaño de Europa. A principios del siglo XX, los colonos belgas descubrieron los depósitos de cobre más importantes del mundo, con el que se fabricaron muchas de las bombas de las dos guerras mundiales. Y además el Congo proporcionó también mucho uranio, gracias al cual Estados Unidos ganó la guerra con las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, y que fue muy importante durante la Guerra Fría, ya que los rusos también querían tener acceso a él. Por eso la CIA quería mantener a Mobutu en el poder. Decían: “Mobutu es un cabrón, pero al menos es nuestro cabrón”. Más tarde, cuando acabó la Guerra Fría, el recurso más codiciado fue el coltán, el superconductor que se utiliza en los teléfonos móviles y otros dispositivos. Y, debido al cambio climático, el Congo tendrá de nuevo otros dos grandes recursos económicos: agua potable, crucial en un continente que se está secando, y la capacidad para generar energía hidroeléctrica, limpia y barata. Aparentemente las grandes presas de Inga, si funcionasen a pleno rendimiento, podrían abastecer de energía a toda África.»Una vez más el Congo tiene todo lo necesario para ser el país más rico de la Tierra, pero el pueblo seguirá siendo pobre porque la élite se ha enriquecido a su costa desde el siglo XV. Cuando llegaron los portugueses y el comercio de esclavos comenzó, los reyes y las élites del Reino del Congo se hicieron muy ricos porque negociaron estrechamente con los portugueses e incluso se convirtieron al cristianismo. Algo parecido vemos ahora con la presencia china en el Congo. Los chinos no están siguiendo el sistema del colonialismo belga, sino el sistema portugués: van allí, se abstienen de interferir en la política del país y se limitan a tener buenos acuerdos con las élites locales. Pero China es solo uno de los países que tienen intereses económicos en la zona. También están Turquía, Corea o Brasil, y eso es bueno para el Congo desde el punto de vista comercial, porque si tu quieres vender tu casa es mejor tener cinco candidatos que uno, así puedes subir el precio. El problema es que si te lo quedas tú todo, tu familia puede sentirse frustrada. Ahora el Congo ingresa más dinero pero lo reparte menos.La gran tragedia del Congo es que siempre ha tenido los recursos naturales que la economía mundial necesitaba"
Mobutu Sese Seko, dictador del país rebautizado como Zaire entre 1965 y 1997
Ángeles y demonios
P. De todas las figuras que han intervenido en la historia del Congo, ¿cuál ha sido la mejor y cuál la peor?R. Ha habido mucha gente fantástica. Cada vez que voy al Congo conozco gente que merece el Nobel de la Paz. Afortunadamente este año se lo han dado por primera vez a un congoleño, el doctor Denis Mukwege, al que por cierto le gustó mi libro y escribió una recomendación para los lectores africanos. El intelectual Paul Panda Farnana fue una persona maravillosa, absolutamente fascinante, que abogó por la independencia del Congo en los años 20 en el parlamento belga. Tenía solo 42 años cuando murió y podría haberse convertido en una figura muy importante.
»En cuanto al peor, ¿cuántos quieres? Porque hay unos cuantos… Está por ejemplo Léon Fiévez, de la época colonial, que disparaba a la gente por deporte desde su balcón y mandó talar los árboles próximos a su casa para tener una vista más despejada. Es la encarnación del racismo más brutal y despiadado.
R. Está claro que su proyecto colonial pretendía potenciar a Bélgica, un país pequeño con tensiones sociales que, según su visión, necesitaba un gran proyecto nacional. La caricatura que se ha hecho de Leopoldo II es controvertida. Y lo mismo pasa con el explorador Stanley: durante 50 años fue un héroe, y un villano en los siguientes 50. Hay una biografía fantástica de Tim Jeal que muestra la complejidad del personaje. Estoy esperando un libro así sobre Leopoldo II. La última biografía dedicada a él es de los años setenta, escrita por Adam Hochschild. Estoy de acuerdo en un 80 % con lo que dice, pero con el 20 % estoy en profundo desacuerdo. Basándose en ese libro, algunas páginas web ponen hoy a Leopoldo II al nivel de Hitler o Pol Pot, algo absolutamente ridículo. No hay duda de que murió mucha gente, pero el genocidio, por definición, es el propósito de exterminar a un grupo social. Ese no fue el caso, Leopoldo II necesitaba mucha gente para cosechar el caucho. ¿Por qué iba a querer matarlos? Hoy nos enfada tanto el racismo que necesitamos estos villanos del pasado para reaccionar contra ellos. Así que alguien debería escribir de nuevo la biografía de Leopoldo II.
P. En el libro hace una analogía entre la larga dictadura de Mobutu y la parábola que describió el cohete espacial lanzado en 1978 desde suelo congoleño, que se estrelló al poco de despegar. ¿La figura de Mobutu también tiene aristas más allá de la figura del villano de una sola pieza?
R. Absolutamente. En el libro soy más positivo sobre los primeros diez años de la dictadura de Mobutu de lo que cabría esperar, aunque es cierto que empezó su gobierno ahorcando ministros públicamente. Ahora mucha gente siente nostalgia de la época colonial y de la dictadura de Mobutu, incluso jóvenes. Añoran esas épocas porque fueron de alguna manera los años dorados del Congo, la economía iba mejor.
Ucronías
P. ¿Cómo imagina la historia reciente de la República Democrática del Congo si Patrice Lumumba [líder anticolonialista y primera persona que ocupó el cargo de primer ministro tras la independencia] no hubiese sido asesinado?R. En la imaginación pública, el Congo se reduce a dos personajes: Leopoldo II, el malo de la película; y Lumumba, el salvador. Este fue muy importante porque politizó la nación y fue el primero en tener una visión global, panafricana y social, pero los pocos meses que estuvo en el poder demostraron que no tenía talento como político. Yo no escribo como ideólogo, sino como historiador, y como tal tengo que contar la verdad. Dos semanas después de la independencia, Bélgica invadió militarmente el Congo (el mayor error político de mi país en el siglo XX). Lumumba pidió ayuda a la ONU y, como no le gustó su respuesta, acudió a Estados Unidos y después a los soviéticos. Haciendo eso solo consiguió introducir la Guerra Fría en África. No me hago muy popular entre la izquierda cuando digo estas cosas, pero lo siento, amigos, eso es lo que ocurrió. Arundhati Roy, la escritora india, escribió una crítica de Gandhi y fue atacada. Es cierto que necesitamos héroes: Gandhi, Lumumba, Mandela, etc. Pero debemos darnos cuenta de la gran diferencia que a menudo hay entre la figura mítica y la figura histórica. Necesitamos las ideas de Lumumba, creer en la posibilidad de un Congo independiente, orgulloso y justo y de una África empoderada, pero como historiadores debemos contar las verdades incómodas.En la imaginación pública, el Congo se reduce a dos personajes: Leopoldo II, el malo de la película; y Lumumba, el salvador"
P. ¿Y cómo imagina el Congo si el famoso explorador Henry M. Stanley nunca hubiera puesto un pie allí?
R. El país no sería como es hoy. El este estaría bajo influencia árabe, por los traficantes de esclavos que llegaron desde Zanzíbar. Cuando llegó Stanley, Tippu Tip ya había llegado al río Congo. Él y otros traficantes de esclavos habían establecidos reinos virtuales, protopaíses. En cambio, la zona occidental sería hoy mucho más pequeña, convertida en una colonia europea. Lo que es seguro es que habría mucha miseria igualmente.
@FDQuijano
Ideas para la regeneración democrática
El anterior libro de Van Reybrouck publicado en España fue Contra las elecciones. Cómo salvar la democracia (también en Taurus, 2017), un ensayo en el que proponía ideas para paliar la fatiga del sistema democrático en las sociedades occidentales, como la representación por sorteo en vez de por elecciones. El autor se muestra orgulloso de que algunas de esas ideas hayan empezado a ponerse en práctica en diferentes partes de Europa. El Ayuntamiento de Madrid, sin ir más lejos, ha creado el Observatorio de la Ciudad, un órgano consultivo en el que participan 49 vecinos de la capital elegidos por sorteo. También en la parte germanófona de Bélgica, la entidad federal más pequeña de Europa, con 80.000 habitantes y parlamento propio de 25 miembros, se han comprometido con sus propuestas: "Me pidieron que les dejara ser mi laboratorio de la democracia en Europa, algo que me hace muy feliz"."¿Funcionarían estas ideas en el Congo? No lo creo. La democracia está allí en una etapa demasiado incipiente y necesitan pasar primero por la elecciones tradicionales, aunque algunos de mis amigos congoleños me han dicho que ojalá pudieran llevarse a cabo esas ideas allí también".